Hace 100 años. 24 de abril de 1916. Primera Guerra Mundial
Hace 100 años
24 de abril de 1916
Primera Guerra Mundial
El 18 de abril de 1916, el Gobierno de Estados Unidos presenta una nota
diplomática a su similar alemán, refiriéndose al incidente del transbordador
“SS Sussex”, atacado por un submarino alemán el 24 de marzo, mientras
atravesaba el Canal de la Mancha desde las Islas Británicas, con destino al
continente. Además del ataque, que costó la vida de 50 pasajeros y tripulantes,
la nota hacía alusión a la guerra submarina en general, advirtiendo a los
alemanes de las posibles consecuencias de una escalada en las tensiones, si se
perdían más vidas norteamericanas por causa de los submarinos alemanes.
El 19 de abril, muere el mariscal de campo alemán Colmar von der Goltz,
en ese momento, comandante en jefe de las tropas del Sultán en Mesopotamia. La
versión oficial establece que el mariscal falleció de tifus, aunque han
persistido rumores, a través de los años, sobre un supuesto envenenamiento por
parte de oficiales turcos, simpatizantes del movimiento nacionalista de los
“Jóvenes Turcos”. Von der Goltz, al igual que otros oficiales alemanes, había
visto con buenos ojos la deportación de población armenia desde el Cáucaso y el
oriente de Anatolia, como una forma de prevenir que desórdenes internos
debilitaran al Imperio Otomano, aliado del “Reich” alemán. Sin embargo, al
pasar los meses y darse cuenta del cariz genocida que iba tomando el asunto
armenio, Von der Goltz amenazó con renunciar si las deportaciones no se
detenían. Era muy poco probable que un oficial alemán renunciara al Ejército en
tiempos de guerra; no obstante, su amenaza sirvió para moderar los rigores con
que el gobierno de la “Sublime Puerta” trataba a sus súbditos armenios, al
menos, por un tiempo. La tesis nunca probada del asesinato pudo estar conectada
con los círculos más duros del Ejército Turco, que preferían aplicar mano dura
para mantener en pie su viejo y tambaleante Imperio.
Desde su puesto en Mesopotamia, Von der Goltz causó muchos dolores de
cabeza a la Entente. Coincidentemente, en el mismo mes de abril de 1916, los
británicos hicieron el último intento por relevar a la guarnición sitiada en
Kut, a orillas del Tigris. En la noche del día 24, el transporte “SS Julnar”
intentaba llegar hasta la agobiada guarnición, que llevaba semanas sitiada por
las tropas turcas. Pero la nave fue detenida por un cable de bloqueo, montado
por sobre el río, y tuvo que encallar en la orilla, donde fue capturada por
tropas otomanas, junto con su tripulación. La rendición final de Kut llegaría
en unos pocos días más.
El 24 de abril, el transporte alemán “Aud”, disfrazado de carguero
noruego, es hundido por sus propios tripulantes, luego de ser capturado por los
británicos, mientras intentaba entregar armas a los separatistas irlandeses.
Ese mismo día, el activista irlandés, Roger Casement, es capturado luego de
desembarcar en Irlanda desde un submarino alemán. Debilitado por una recurrente
malaria contraída mientras estaba en el Congo, Casement no pudo enlazar con sus
camaradas separatistas y fue capturado. Sería sentenciado a muerte y ejecutado
poco después. Los líderes de los grupos armados que buscaban la independencia
irlandesa aparentemente consideraron liberarlo, pero ordenaron que, por el
momento, no se intentara nada, pues estaban ocupados preparando la gran
rebelión que estallaría el 24 de abril, durante el llamado “Alzamiento de
Pascua”.
Las historia de las relaciones entre la isla de Irlanda y la Corona
Británica ha sido traumática. Tardíamente evangelizada, según la tradición, por
San Patricio, entre comienzos del siglo V y comienzos del siglo VI, Irlanda fue
uno de los territorios influidos por Roma que hasta más tarde se mantuvo
pagano. Sin embargo, apenas evangelizada, la isla se convirtió en un país
marcado por profundo fervor, al punto que los monjes misioneros irlandeses
fueron actores clave en la conversión de muchas poblaciones de Escocia y el
norte del continente europeo. Desde entonces, la conexión de la identidad
irlandesa con la fe cristiana de su gente ha sido muy intensa. Los contactos
con la isla de Gran Bretaña y la Inglaterra medieval fueron generalmente
esporádicos y de poca duración. Hasta la Reforma Protestante, Irlanda era
considerada un feudo papal, administrado en nombre de la Santa Sede por los
reyes ingleses, bajo el título de lores, en tanto vasallos del Papa. El Acta de
Supremacía de 1534 separó la monarquía inglesa de la obediencia papal,
colocándose en actitud de herejía, desde el punto de vista de Roma y
convirtiéndose, por tanto, en un poder temporal ilegítimo, al que no se le
debía obediencia.
En 1542, Enrique VIII, fundador de la Iglesia Anglicana, consiguió que un
parlamento irlandés de dudosa legitimidad lo nombrara Rey de Irlanda. Las
Guerras de Religión consolidaron la división religiosa de Europa y el dominio
inglés sobre Irlanda, que fue haciéndose cada vez menos nominal y más efectivo.
La expresiva mayoría católica siempre resintió el ser gobernado por un monarca
que, además de ser considerado por muchos como extranjero, además había sido
excomulgado por el Papa. La suerte de Irlanda pareció quedar unida para siempre
con Inglaterra luego de la victoria de Guillermo de Orange sobre el destronado
Jacobo II en 1690. La extinción de la línea directa de sucesión masculina de
los jacobitas en 1807 dejó a Gran Bretaña y, de paso, a Irlanda sin
posibilidades de ser regida por un monarca católico. En 1798, una gran rebelión
fue severamente aplastada y tres años después, en 1801, el Parlamento Irlandés
fue abolido, dando origen al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda.
Durante el siglo XIX, Irlanda no fue ajena a los movimientos
nacionalistas que se generalizaban por Europa. Las leyes británicas marginaban
de la vida pública a los católicos, que constituían la inmensa mayoría de la
población, pero también excluían a los protestantes que no tuvieran cierto
nivel de riqueza, de modo que los movimientos que buscaban cierto nivel de
autonomía para Irlanda también contaron con la simpatía e incluso el
involucramiento de algunos sectores protestantes. Procesos como la “hambruna de
la papa”, a mediados del siglo XIX, que empujó a una quinta parte de la
población irlandesa a emigrar, intensificaron la sensación de muchos en Irlanda
de que Londres no sentía ningún compromiso hacia el bienestar del pueblo irlandés.
Al iniciarse el siglo XX, la corriente dominante entre los políticos
irlandeses y la gente común era la búsqueda de cierto grado de autonomía para
Irlanda, dentro del Reino Unido. En 1912, la Cámara de los Comunes británica
finalmente aprobó un estatuto, conocido como “Home Rule” (“autonomía”), que
dotaba a Irlanda de un Parlamento propio y permitía que cierto número de
parlamentarios irlandeses conservaran sus asientos en Londres. En general,
significaba un paso muy importante para devolver poderes de gobierno a Irlanda.
El proyecto fue muy resistido por la minoría protestante “unionista”, que no
veía con buenos ojos el ser regida por un gobierno católico asentado en Dublín,
aunque estuviera bajo la soberanía del Reino Unido. Rechazada dos veces por la
Cámara de los Lores, fue votada favorablemente por tercera vez en los Comunes,
permitiendo al gobierno de Herbert Asquith forzar su aprobación real en 1914.
Sin embargo, el estallido de la Primera Guerra Mundial ese mismo año convenció
a Asquith de suspender su implementación, que quedó pospuesta y nunca llegó a
aplicarse.
El rechazo de la “Home Rule” dio fuerza a los separatistas republicanos
irlandeses, sobre todo, a los partidarios de buscar la total independencia de
Irlanda, incluso por la fuerza de ser necesario. Fueron estos grupos más
violentos los que dirigieron el alzamiento de abril de 1916 que, aunque fue
aplastado sin miramientos, sirvió para colocar la cuestión irlandesa en el
centro de la opinión pública mundial.
A pesar del Alzamiento de Pascua, de la larga historia de enfrentamientos
y de las brutales represiones que había sufrido el pueblo irlandés, fueron decenas
de miles los irlandeses que se unieron al Ejército Británico, luchando con
distinción en los distintos teatros de operaciones. La tensa relación de ambos
pueblos, no obstante, siguió siendo motivo de tensión. El poeta irlandés y
recluta voluntario, Francis Ledwidge, escribió al enrolarse en 1914: “me uní al
Ejército Británico, porque se interponía entre Irlanda y un enemigo de la civilización,
y yo no iba a permitir que se dijera que nos defendía, mientras nosotros no
hacíamos nada más que aprobar resoluciones”. El mismo Ledwidge, tras enterarse
que muchos líderes separatistas irlandeses, incluidos algunos de sus amigos,
fueron ejecutados tras el alzamiento, escribió lo siguiente en 1916: “si
alguien me dijera ahora que los alemanes vienen por nuestra puerta trasera, no
levantaría un dedo para detenerlos ¡Ellos podrían venir!”. Ledwidge cayó en las
maniobras preparatorias de la Tercera Batalla de Ypres, en 1917. Se convirtió
así en uno de los casi 50.000 soldados irlandeses que dieron su vida por Gran
Bretaña en la Gran Guerra.
Abajo, un poster propagandístico de 1913, que contrasta una “Eire” (nombre
dado a la isla en gaélico irlandés) orgullosa e independiente, contra una “Gran
Bretaña Occidental” que mendiga lo que puede de Londres.
Imagen tomada de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/3/3d/1913_Seachtain_na_Gaeilge_poster.png

Etiquetas: Guerras Mundiales, Historia
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