Hace 100 años. 25 de septiembre de 1916. Primera Guerra Mundial
Hace 100 años
25 de septiembre de 1916
Primera Guerra Mundial
El 19 de septiembre de 1916, tropas coloniales belgas ocupan Tabora,
capital del África Oriental Alemana. Aunque la Entente conquista ciudades y
controla algunos sectores, las tropas coloniales alemanas luchan como guerrilla
y evitan que la ocupación se consolide. Los belgas que entraron en Tabora
pertenecían a la “Force Publique”, el cuerpo militar creado en 1886 por órdenes
del Rey Leopoldo II de Bélgica, para mantener el orden y defender las fronteras
del Congo. Hasta 1908, la colonia fue conocida como Estado Libre del Congo y
funcionaba, en la mayoría de los aspectos, como patrimonio personal de
Leopoldo, que aparentemente toleró muchos abusos contra los nativos, con tal de
que la colonia siguiera siendo rentable. El tema suscita mucho debate y falta todavía
demasiado camino por recorrer para disponer de suficientes estudios libres de
prejuicios ideológicos. En todo caso, cuando el territorio se convirtió en
Congo Belga y pasó a control de estado, la situación de las poblaciones locales
mejoró y los sucesores de Leopoldo se involucraron mucho más en el manejo de la
colonia y especialmente en el bienestar de sus súbditos africanos.
El mismo día 19, la Entente establece un bloqueo naval a la costa griega
de Macedonia. Poco después, el 25, Eleftherios Venizelos debe abandonar Atenas
y terminará dirigiendo un gobierno rival del Rey Constantino. Mientras el
monarca se rehusaba a que Grecia abandonara la neutralidad, Venizelos, su
antiguo Primer Ministro, estaba convencido de que entrar en la guerra al lado
de la Entente traería grandes beneficios al país. Por el momento, el país
estaba profundamente dividido y, de hecho, gran parte de su territorio estaba
ocupado por tropas de los dos bandos beligerantes.
Es imposible conocer del todo las motivaciones de Constantino. Su esposa,
la Reina Sofía, era hermana del Káiser Guillermo y el mismo soberano había sido
educado en Alemania. Por otro lado, tanto él, como Sofía, eran reconocidos
anglófilos, solían visitar Gran Bretaña y hablaban un perfecto inglés.
Constantino descendía de la Casa Real Danesa de Glucksberg y también tenía
ascendencia hacia la Casa Romanov de la Rusia Imperial. Al momento de estallar
la Gran Guerra, en 1914, la entrada en guerra era arriesgada, demasiado lejos,
como estaba Grecia, del Reino Unido y de Francia para recibir asistencia
inmediata. De hecho, Serbia, que llevaba mucho tiempo preparándose para la
lucha, no pudo ser salvada por la Entente, que vio impotente a Austria-Hungría,
Bulgaria y Alemania ocupar todo el país. Antes de que acabara 1916, Rumania
correría la misma suerte. A la larga, Rumania y Serbia serían restauradas, con
suculentas compensaciones territoriales, pero el costo material y humano pagado
durante la guerra y durante la ocupación fue altísimo. Con Turquía, la enemiga
secular de Grecia, aliada de Alemania, era impensable luchar al lado del
Káiser, de modo que lo más razonable parecía mantener la neutralidad. Sin
embargo, en la segunda mitad de 1916, la situación había cambiado mucho desde
el inicio de la contienda y las tropas franco-británicas estaban, de hecho, en
territorio griego, luchando contra los búlgaros, los turcos y los
austrohúngaros, que también habían penetrado en el país. La guerra había
llegado a Grecia, quisiéralo o no el Rey. Faltaba por determinar la mejor
manera de entrar en la guerra y, ya en septiembre, lo menos malo parecía alinearse
con la Entente.
El 22 de septiembre, puede darse por terminada la Batalla de
Flers-Courcelette, desarrollada en el marco de la Batalla del Somme. En
general, se la puede considerar una victoria británica, aunque no decisiva. Los
británicos conquistaron considerable terreno y quedaron bien ubicados para
continuar presionando la línea alemana, pero el frente alemán se retiró, sin
romperse. En Flers-Courcelette, tropas canadienses y neozelandesas lucharon por
primera vez en el sector del Somme. En los cielos, la aparición del nuevo caza
alemán “Albatros D.I” contrarrestó en parte el dominio del que habían gozado el
Nieuport 11 “Bébé” francés y el Airco D.H.2 británico, que se habían mostrado
superiores al Fokker “Eindecker” alemán. El “D.I” sería el primero de una
exitosa serie de “Albatros”, llamados a equipar los “Jagdstaffeln” alemanes y
austriacos en los últimos dos años de guerra.
Pero la mayor novedad de todas fue la irrupción del tanque, un invento
que tuvo su bautismo de fuego en Flers-Courcelette. Sin embargo, fueron usados
a baja escala y no resultaron tan decisivos como se esperaba. Los alemanes
retrocedieron, pero no se quebraron y, de los 49 tanques destinados al ataque
del 15 de septiembre, sólo tres estaban operativos el 16, la mayoría de los
cuales había fallado por problemas mecánicos, más que por acción del fuego
enemigo. Aún así, el general Douglas Haig quedó lo bastante impresionado como
para ordenar otras 1.000 unidades. En la retaguardia, la prensa exageró el
éxito de los tanques, cuya aparición fue celebrada por el público francés y
británico.
Por su parte, para los alemanes, la aparición de estos monstruos metálicos
fue una sorpresa gigantesca y golpeó seriamente la moral de las tropas. Los
servicios de inteligencia y los comandantes tardaron semanas en saber con qué
lidiaban exactamente, arrastrados por el alud de rumores llegados del frente,
cada vez que un tanque aparecía. Poco a poco, los alemanes desarrollaron
contramedidas. Era claro que los fusiles servían de poco contra el blindaje.
Las ametralladoras podían causar daño si usaban municiones especiales y se
concentraba su fuego en un punto del vehículo, lo que no se lograba con tanta
facilidad. La artillería podía penetrar la coraza de los tanques, pero debía
ser con un tiro directo y, en general, los cañones no estaban situados en
primera línea, donde pudieron haberse usado de ese modo. En la siguiente
guerra, el Ejército Alemán llevaría a su máximo esplendor el uso de los
tanques, pero en la que nos ocupa ahora, la mayoría de los generales pensaron
más en la manera de derrotar al tanque que en la forma de usar la nueva
tecnología para beneficio de Alemania.
Los británicos necesitaban aprender mucho sobre el mejor uso de su nuevo
invento. Las tácticas para usarlo en coordinación con la infantería no habían
sido afinadas y, por largo tiempo, el tanque sería usado como un medio de apoyo
para facilitar el avance de los infantes, no como un arma capaz de decidir por
sí sola la suerte de una batalla.
En general, la Batalla de Flers-Courcelette puede considerarse un modesto
éxito de la Entente. El avance dejó expuestas posiciones vulnerables de los
alemanes y, tras una pausa obligada por la logística y el mal tiempo, los
británicos reanudaron sus ataques. El 25 de septiembre, los británicos atacaron
en Morval y, al día siguiente, el nuevo Ejército de Reserva hizo lo propio con
dirección al Risco de Thiepval, duplicando la presión sobre las ya exigidas fuerzas
alemanas del Somme. Septiembre fue el momento más costoso para los alemanes,
que sufrieron 130.000 bajas durante el mes. Sumado a las pérdidas en Verdún, a
los ataques italianos en los Alpes y a los resultados de la ofensiva rusa en el
Frente Oriental, los Imperios Centrales estaban enfrentando un momento muy
complejo de la guerra.
En la imagen, un tanque “Mark I” de la Compañía “C”, en el frente del
Somme, en septiembre de 1916.
Etiquetas: Guerras Mundiales, Historia
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