domingo, 18 de septiembre de 2016

Hace 100 años. 18 de septiembre de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
18 de septiembre de 1916
Primera Guerra Mundial

Entre el 14 y el 17 de septiembre, se desarrolla la séptima Batalla del Isonzo. El objetivo del Comandante en Jefe italiano, general Luigi Cadorna, era expandir la cabeza de puente plantada sobre el río Isonzo (hoy, río Soca, en Eslovenia), durante la sexta batalla del mismo nombre, librada entre el 6 y el 17 de agosto. El éxito italiano de agosto no se repitió en septiembre, de modo que el mando italiano tuvo que suspender la ofensiva, luego de pasados tres días, tras sufrir 17.000 bajas. Los austrohúngaros aguantaron bien el ataque italiano, que no consiguió modificar la fisonomía del frente. Sin embargo, el frente alpino sustraía al “Ejército Real e Imperial” considerables recursos materiales y humanos, que se echaban mucho de menos en otros teatros de operaciones, como el frente ruso y el frente balcánico. Además, al igual que Alemania, Austria-Hungría no tenía tiempo, soldados, ni materias primas suficientes para una guerra larga de desgaste. Italia, en cambio, aliada de la Entente, podía contar con que las rutas de comunicación marítimas estarían siempre abiertas para recibir suministros y refuerzos. La octava Batalla del Isonzo se produciría desde el 10 y hasta el 12 de octubre de 1916.

El 17 de septiembre, Nikolaos Kalogeropoulos forma un nuevo gobierno para el Rey Constantino de Grecia. Luego del golpe de Estado del 30 de agosto, el país se encuentra con dos gobiernos enfrentados: uno en Atenas, dirigido por el rey, y otro, en Tesalónica, que encabezará Eleftherios Venizelos, que contará con el apoyo de la Entente y de parte importante del Ejército, que no está dispuesto a quedar al margen de lo que será el nuevo ordenamiento de Europa, una vez que termine la guerra. Como muestra de la confusión reinante en las instituciones del país, el 18 de septiembre, el IV Cuerpo del Ejército Helénico se rinde a los alemanes, con los que el país no estaba en guerra pero que, de hecho, combatían en el territorio griego hacía varios meses. Es el “Cisma Nacional”, que dividirá profundamente a la sociedad griega hasta después de la siguiente guerra y que hará sentir sus efectos hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado.

El 15 de septiembre de 1916, los franco-británicos lanzan un nuevo ataque en el frente del Somme, que será conocido como Batalla de Flers-Courcelette. Esta batalla —una acción secundaria en el marco de la mayor Batalla del Somme— ganará celebridad por ser la primera ocasión en que se usarán tanques en un campo de batalla. La idea de fabricar un vehículo blindado, a prueba de balas, capaz de sortear las fortificaciones enemigas, se había propuesto antes de la guerra. Cierto inventor presentó sus ideas al Ejército Austrohúngaro en 1911, pero fue rechazado. En Londres y en Berlín, también se presentaron proyectos de “naves de tierra”, pero siempre fueron rechazados por los estados mayores, que se imaginaban una guerra corta y victoriosa: todos esperaban emular a Napoleón, Radetzky, Wellington y Moltke. Nadie suponía la necesidad de contar con un instrumento capaz de romper un empate sangriento, como el de la guerra de trincheras, que se estaba llevando a la tumba, a la invalidez o a la locura a lo mejor de la juventud de Europa.

De todos los ejércitos europeos, el “Royal Army” Británico fue el más receptivo a estas ideas nuevas. Desde 1908, los británicos usaban vehículos con oruga para mover artillería pesada. En octubre de 1914, el entonces Primer Lord del Almirantazgo, Winston Churchill, ordenó que se investigara en un vehículo capaz de atravesar trincheras. Para febrero de 1915, se había establecido un “Comité de la Nave Terrestre”. Un año después, se tuvo un prototipo, cuyas pruebas fueron tan satisfactorias, que animaron al alto mando británico a encargar la construcción de 100 unidades más de lo que se conocería finalmente como “Mark I”, el primer modelo de tanque que lucharía en una guerra. La operación de diseño, construcción y entrenamiento de las tripulaciones estuvo rodeada del más estricto secreto militar, de modo que, para ocultar el verdadero propósito de las instalaciones donde se preparaban los prototipos, se difundió la versión falsa de que realmente se estaban construyendo depósitos de agua, es decir, “tanques”. El nombre terminó pegando mucho más que “naves de tierra” o “destructor de ametralladoras” y es así como serían llamados estos vehículos terrestres blindados y sus sucesores.

Para el ataque en Flers-Courcelette, el “Royal Army” empleó todos los tanques que había recibido hasta la fecha, totalizando 49 unidades. El alto mando, desesperado por hallar una salida al infierno de las trincheras, tomó la controvertida decisión de no esperar hasta tener más tanques. Para muchos, incluyendo Winston Churchill, el tanque podía tener un efecto decisivo en la lucha sólo si se usaba en grandes números; de otro modo, su potencial se perdería. De todas formas, su aparición en el campo de batalla impresionó a aliados y enemigos por igual. El efecto sicológico de los tanques británicos sobre los soldados alemanes fue duradero y mucho más poderoso que el auténtico impacto táctico de esta arma destinada a un futuro brillante, pero que, en septiembre de 1916, todavía necesitaba mejoras. De hecho, del total de 49 tanques preparados para la ofensiva, 17 fallaron antes de llegar hasta los puntos de partida del ataque y otros 7 no arrancaron en la “Hora 0”, lo que dice mucho de la facilidad con que fallaba la maquinaria, incluso antes de estar expuesta a la presión del fuego enemigo.

Pero no se puede culpar a los generales británicos. Hasta septiembre de 1916, las tropas de la Entente habían sufrido casi 270.000 bajas en el Somme, sin conseguir romper la línea alemana y ni siquiera siendo capaces de obligar a los alemanes a ceder en Verdún, donde seguían manteniendo un cuchillo bajo la barbilla del Ejército Francés. Tener un arma secreta y prometedora, sin usarla en estas circunstancias, habría sido una locura.

En la fotografía, un grupo de infantes británicos mira con curiosidad a un “Mark I”, la novedad técnica recién llegada al Frente Occidental.









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