Hace 100 años. 31 de julio de 1916. Primera Guerra Mundial
Hace 100 años
31 de julio de 1916
Primera Guerra Mundial
El 25 de julio de 1916, el reconstituido Ejército Serbio entra en acción
en el frente de Salónica. La derrota y ocupación de Serbia y Montenegro,
concluida a comienzos de 1916, significó una de las victorias más importantes
de la guerra para los Imperios Centrales y, si en algo fue empañada, fue por el
hecho de que una parte importante de las tropas serbias pudieron abandonar el
país, evitando su aniquilación. Sin embargo, habían perdido casi todo su
material y se encontraban muy desorganizadas. Recién a mediados de 1916 el
valiente Ejército Serbio pudo hacerse presente de nuevo en el campo de batalla.
Muy disminuidos por las cuantiosas bajas sufridas, el papel de las fuerzas
serbias fue secundario, en un frete que, por lo demás, se mantuvo estacionario
hasta casi el final de la contienda.
El 27 de julio, Yenbo, puerto de Medina, se rinde a las fuerzas rebeldes
árabes. El Imperio Otomano ha sido mucho más difícil de destruir de lo que la
mayoría esperaba… desde fuera. Porque, desde dentro, enfrenta una peligrosa
revuelta de sus súbditos árabes, encabezada, ni más, ni menos, que por el
Jerife de La Meca, encargado de custodiar las ciudades santas de la Península
Arábiga. A la larga, será una mezcla de presión externa y fuerzas centrífugas
lo que terminará destruyendo el centenario Imperio de la “Sublime Puerta.”
El 30 de julio, se registran las primeras operaciones aéreas conjuntas
franco-británicas en el Frente Occidental. Los aviones que, al comenzar la
guerra, eran poco más que una curiosidad, ahora forman parte del arsenal de
toda fuerza militar que se respete. En 1914, el avión tenía apenas una década
de existencia. Para todo el mundo, la idea de volar era fascinante, pero
generaba mucho escepticismo cuando se trataba de llevar la nueva tecnología a
aplicaciones prácticas, especialmente en un campo tan delicado como la guerra.
Algunos países habían mostrado interés en la aviación militar, pero hacer la
guerra usando aeronaves era una idea demasiado radical para la mayoría. Esta
concepción cambiaría dramáticamente con la Primera Guerra Mundial.
El primer uso de los aviones fue espiar las líneas enemigas. El avión de
reconocimiento hizo su estreno en los campos de batalla casi al mismo tiempo
que se disparaban las primeras andanadas del conflicto en tierra. El aparato de
reconocimiento, por lo general, llevaba un piloto y un acompañante con una
cámara, encargado de fotografiar las posiciones adversarias. Durante la Batalla
de Mons, en agosto de 1914, aviones británicos reportaron que las fuerzas
alemanas del general Alexander von Kluck estaban preparándose para flanquear a
la aguerrida, pero pequeña Fuerza Expedicionaria Británica, que pudo reaccionar
a tiempo y escapar a una muy posible aniquilación, gracia a la precisa
información conseguida por los aviadores, que contradecía correctamente toda la
inteligencia de que disponían los mandos británicos hasta el momento. Poco
después, durante la decisiva Primera Batalla del Marne, aparatos de observación
descubrieron puntos débiles y flancos expuestos en las columnas alemanas que
avanzaban, permitiendo a la Entente explotar esas debilidades, contraatacar con
éxito y evitar la derrota en el verano de 1914.
Al comienzo, los alemanes obtuvieron grandes éxitos con el uso de sus
dirigibles, que se mostraron como plataformas muy estables para el bombardeo y
la observación. Hasta inicios de 1915, los aviones todavía no eran capaces de
alcanzar con suficiente rapidez a los dirigibles, pero el rápido desarrollo tecnológico
permitió a los aviones convertirse en rivales peligrosos para los “zeppelines”,
de modo que, con el tiempo, los mismos alemanes fueron relegando a un segundo
plano el rol de sus dirigibles y confiando cada vez más en las prestaciones de
sus aviones para inclinar a su favor la balanza de la guerra.
Uno de los aviones más formidables de los primeros años de la guerra fue
el “Fokker”, posiblemente el primer auténtico “caza” que existió y que dio a
los alemanes el dominio de los aires del Frente Occidental hasta inicios de
1916. Desde aproximadamente julio de 1915 y hasta abril de 1916, los campos de
batalla de Francia estuvieron marcados por el llamado “flagelo del Fokker”,
cuyas innovaciones tecnológicas lo convirtieron en una máquina de derribar aviones
que no tenía rivales. La superioridad del “Fokker Eindecker I” permitió, entre
otras cosas, al alto mando alemán lanzar la ofensiva inicial de Verdún
sorpresivamente, pues los aviones franceses de reconocimiento no tenían medios
de defensa frente al “Eindecker” y las potencias de la Entente aún no
desarrollaban sus propios aparatos capaces de hacer frente al letal depredador
alemán.
Para mediados de junio, tres nuevos cazas de la Entente habían aparecido
sobre los cielos de Europa, el francés “Nieuport 11” y los británicos “F.E.2b”
y “D.H.2”, que probaron ser más que un equivalente para el “Eindecker”. Aunque
los alemanes introdujeron nuevos modelos, durante el momento más álgido de las
decisivas batallas de Verdún y del Somme, el control de los cielos pertenecía a
franceses y británicos.
Mucho se ha discutido si la aviación fue realmente decisiva en el
desenlace de la Gran Guerra. Sin duda, cautivó la imaginación de todo el mundo.
Los pilotos eran vistos como caballeros andantes del aire, que decidían los
destinos de Europa en duelos singulares, marcados por el honor y la
caballerosidad, montados en sus novedosos aparatos, tal como los aristócratas
medievales montaban sus corceles. La realidad era menos glamorosa, pero la
guerra aérea era indudablemente menos cruenta que la carnicería espantosa que
se desarrollaba en las trincheras. La aviación fue también clave para dirigir
el fuego de la artillería, considerada como el arma más letal de la guerra y el
apoyo estrecho tuvo gran incidencia en la moral de las tropas de tierra. Pero
no se puede decir que haya sido un factor decisivo. Lo que sí debe reconocerse
es que el desarrollo de la aviación militar facilitó la innovación en la
aviación civil y la guerra aérea demostró ser un fecundo campo de experimentación
para tácticas y doctrinas nuevas. Los desarrollos estratégicos de la aviación
en la Primera Guerra Mundial sentaron las bases para el papel protagónico que
tendría en la guerra siguiente.
En la imagen, una réplica del “Ilya Murometz”, el primer bombardero
estratégico alguna vez fabricado. Producido por la Fábrica de Vagones del
Báltico, en Rusia, y diseñado por Igor Sikorsky, fue concebido a partir de un
innovador modelo de avión de pasajeros que, de no mediar la guerra, habría sido
tan novedoso como su deriva de bombardeo. El “Ilya Murometz” probó ser útil
para las fuerzas rusas y un problema muy difícil de solucionar para sus rivales
de los Imperios Centrales.
Etiquetas: Guerras Mundiales, Historia
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