domingo, 31 de julio de 2016

Hace 75 años. 31 de julio de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
31 de julio de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 26 de julio de 1941, el Presidente Franklin D. Roosevelt ordena el embargo de todos los activos japoneses en Estados Unidos, en respuesta a la ocupación militar de la Indochina Francesa. La ocupación quedó concluida en dos días y las tropas japonesas permanecieron en la colonia hasta el final de la guerra, en 1945. Los japoneses habían derrotado a las debilitadas tropas coloniales francesas, durante el breve conflicto que protagonizaron en septiembre de 1940, de modo que ya entonces podrían haberse hecho con el control total del país, lo que les proporcionaba excelentes bases para hostigar el sur de China y prepararse para una eventual invasión de las Indias Orientales Holandesas (actual Indonesia). Sin embargo, en 1940, el liderazgo japonés estaba muy dividido en torno a qué camino seguir y no quiso dar un paso que pudiera tensionar en exceso las relaciones con Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética. Ahora, en julio de 1941, con los británicos atados de manos en Europa y los ejércitos soviéticos siendo despedazados por los alemanes, los japoneses finalmente decidieron que valía la pena correr riesgos, incluso si aquello significaba provocar represalias estadounidenses. Se puede pensar que, con la invasión de Indochina, hay un claro indicio de que la mayoría de los líderes políticos y militares del Japón habían optado por la guerra como solución al entrampamiento de la situación internacional en el Pacífico.

En los territorios ocupados por los alemanes, las poblaciones judías con tratadas con severidad. Algunas comunidades, como los judíos del Báltico, empiezan a enfrentar el prospecto del exterminio. El 31 de julio, por orden de Hitler, Hermann Göring ordena al general de las “SS”, Reimhard Heydrich, presentar un plan para llevar a cabo, lo antes posible, la “solución final” del problema judío. Pocos días antes, el 26 de julio, los alemanes ordenan la constitución de un “Judenrat” en Stanislawow, Galitzia. Los “Judenräte” (“consejos judíos”) eran instituciones de tipo municipal, que seguían, en algunos aspectos, las características de los organismos de autogobierno judío, existentes en Europa y otras partes del mundo desde inicios de la Era Cristiana. La idea de los nazis era ordenar la vida civil de los judíos en los territorios ocupados y, sobre todo, facilitar las políticas de los ocupantes, lo que, en último término, significaba convertirse en herramienta de la opresión y exterminio de las comunidades judías. El “Judenrat” era y sigue siendo materia de controversia. Los consejeros debían elegir entre implementar algunas atroces órdenes de los nazis y enfrentar consecuencias peores, sobre ellos, sobre sus familias y sus comunidades. Entre estos hombres, que vivían entre la espada y la pared, hubo casos dramáticos. En Lvov (o Lemberg, en alemán, traducida al castellano como Leópolis, pero menos conocido éste como nombre de la ciudad), Ucrania, uno de los consejeros se negó a entregar las listas para la deportación a los campos de trabajo y fue asesinado por los nazis. En Varsovia, el consejero, Adam Czerniakow, para no ayudar en la reunión de los condenados a la deportación, prefirió suicidarse el día en que empezó la deportación, en julio de 1941.

Para muchos, la participación en los consejos era vista como colaboración con el enemigo, pero se la toleraba como una forma de llegar a negociar un mejor trato hacia los judíos y tal vez asegurar la supervivencia de las comunidades o de una parte de las mismas, al menos. Hubo organizaciones paralelas clandestinas judías, que intentaron ejercer su propio liderazgo, desafiando la tiranía nazi de manera más o menos abierta. Posiblemente el ejemplo más radical y conocido de esta resistencia fue la organización que llevó a cabo la sublevación del gueto de Varsovia, en abril de 1943, que añadió un capítulo más al drama continental de la persecución de los judíos y de los padecimientos de la martirizada y valiente capital polaca.

Mientras, en Sudamérica, ecuatorianos y peruanos convienen un alto al fuego en la guerra fronteriza que los enfrenta, en Europa Oriental, la campaña alemana en Rusia aumenta en intensidad y se adentra en las profundidades del gigantesco imperio totalitario comunista. El rápido avance de los alemanes se explica porque gran parte de las tropas soviéticas, incluyendo altos oficiales, no estaban dispuestos a arriesgar su vida en nombre del “paraíso socialista”, así que prefirieron ponerse a salvo, entregándose prisioneros o, mejor aún, escaparse hacia los bosques. Por otro lado, la excelente preparación del Ejército Alemán le permitió vencer la resistencia, cuando ésta se presentó, y superar los formidables obstáculos naturales que estaban en su camino. Un buen ejemplo es el teatro de operaciones que enfrentaba el Grupo de Ejército Sur, en Ucrania. Estas unidades alemanas veían en el mapa extensos territorios, sin embargo, podían invadir a través de un estrecho corredor entre las ciudades de Lvov y Kovel, que oscilaba entre 150 y 200 kilómetros de anchura. Desde el norte, este corredor está cerrado por un área impasable de bosques y pantanos. Según Mark Solonin, hubo villas en este sector del frente donde nunca vieron un soldado alemán durante la guerra. Al sur, el corredor quedaba flanqueado por los Cárpatos. Por aquí debían pasar varios ejércitos alemanes y rumanos, con su infantería, artillería y vehículos. En el camino, debían pasar el río Bug Occidental y varios tributarios del río Prípiat, situados a intervalos de 50-60 kilómetros. Los manuales militares soviéticos calificaban estos cursos fluviales como “obstáculos acuáticos de significación táctico-operativa.” Al sur de los Cárpatos, en Moldavia y en las estepas ucranianas meridionales, el terreno se vuelve más favorable para el avance, pero pronto aparecen en el horizonte tres ríos lo bastante importantes como para ser navegables: Prut, Dniéster y Bug Meridional. Por último, en su avance inicial, los invasores debían vérselas con el imponente Dniéper, cuyo cruce, en términos de riesgo y complejidad, podía compararse con un desembarco anfibio al asalto. Sólo al este del Dniéper, los alemanes y sus aliados se encontrarían con terrenos aptos para la maniobra cómoda de grandes unidades, especialmente de tanques y otros vehículos. Pero, para llegar hasta el Dniéper, había que recorrer 400 kilómetros desde la frontera, vencer la resistencia que hubiera en el camino y pasar el río, claro está.

Además de los obstáculos naturales, los alemanes deberían haber recibido una lluvia de fuego proveniente de miles de tanques, cañones, fusiles y fortificaciones que, en la mayoría de los casos, fueron abandonados después de poca lucha, cuando la hubo. En cierto reporte del 9 de julio de 1941, un cierto mayor general Tijonov afirma que “los oficiales y soldados son inestables en la defensiva. Observé muchos casos en que la retirada comenzó sin la orden de un comandante, sin ningún presión recibida desde la infantería (enemiga, obvio) y bajo la presión sólo de tanques o fuego de artillería o fuego de morteros (…) La artillería muestra inestabilidad, se retira prematuramente desde sus posiciones y no hace uso de toda su potencia de fuego (…) Los caños antitanque también son inestables a la defensiva, abandonan prematuramente sus posiciones y, como resultado, los tanques enemigos mandan en el campo de batalla (…) La infantería es el eslabón más débil en nuestras fuerzas. El espíritu ofensivo es bajo.”

“Parte de la línea de mando, especialmente hasta los rangos de comandante de batallón, no manifiesta coraje apropiado en la lucha; hay casos de abandonar el campo de batalla por parte de soldados e incluso destacamentos sin la orden del jefe. Incluso a nivel de altos mandos algunos muestran confusión y depresión (…) Las retaguardias, empezando por las retaguardias de regimientos, están pobremente mandadas, erran por el campo y son la fuente de rumores de pánico.”

En la fotografía, el general español, Agustín Muñoz Grandes, es juramentado para entrar en el servicio militar de Alemania, al mando de una formación de voluntarios españoles, que constituiría la 250ª división de la “Wehrmacht” y sería más conocida como la “División Azul”. La invasión de Rusia fue sentida por muchos como una necesaria “cruzada” contra el peligro comunista que se cernía sobre Europa. Voluntarios de muchas naciones, incluso de países que habían sido enemigos de Alemania, se ofrecieron para luchar contra el marxismo.


Imagen tomada de http://ww2db.com/images/person_munozgrandes5.jpg 




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