Hace 100 años. 27 de noviembre de 1916. Primera Guerra Mundial. Los últimos días de Francisco José (IV)
Hace 100 años
27 de noviembre de 1916
Primera Guerra Mundial
Los últimos días de Francisco José (IV)
El 21 de noviembre de 1916, Arthur Zimmermann es designado Ministro de
Relaciones Exteriores de Alemania. Zimmermann ocupaba el cargo de subsecretario
de la cartera desde 1911, bajo el ministro titular, Gottlieb von Jagow. No
obstante, Zimmermann desempeñaba muchas de las funciones correspondientes al
ministro. Desde su influyente posición, participó directamente en la toma de
decisiones que desencadenó la Primera Guerra Mundial. Zimmermann, al igual que
el entonces canciller Theobald von Bethmann-Hollweg, concordaba con el Káiser
Guillermo, en el sentido de apoyar incondicionalmente a Austria-Hungría en la
crisis del verano de 1914; una postura que llevaría a la guerra como resultado
inevitable.
Desde el Ministerio de Exteriores, Zimmermann tuvo contactos con los
revolucionarios irlandeses, especialmente Roger Casement, con quien se reunió
en 1914 y con quien intentó coordinar la entrega de armas a los irlandeses que
se sublevaron contra Gran Bretaña en la Rebelión de Pascua de 1916, aunque el
alto mando del Ejército Alemán se opuso a involucrar tropas de manera directa.
Casement volvió a Irlanda a bordo de un submarino alemán, pero fue capturado y
ejecutado por los británicos. El Gobierno Alemán persistió en enviar 20.000
fusiles a los rebeldes irlandeses, pero el barco que los transportaba no pudo
contactar con los rebeldes y tuvo que ser hundido por sus
tripulantes.
Pero de todos los episodios en que estuvo involucrado, el más célebre
sería el llamado “telegrama Zimmermann”, que enviaría en enero de 1917 al
gobierno mexicano, con una invitación a unirse a Alemania, ante una eventual
declaración de guerra norteamericana al “Reich”. El descubrimiento del
telegrama, en marzo de 1917, sería uno de los desencadenantes del ingreso de
Estados Unidos en la contienda.
El 24 de noviembre de 1916, el “Gobierno Provisional de Defensa Nacional”
de Grecia, presidido por Eleftherios Venizelos, declara la guerra a los
Imperios Centrales. Es el paso final para separarse irreconciliablemente del
gobierno leal al Rey Constantino, que funcionaba en Atenas. Para noviembre de
1916, el gobierno leal a Constantino había sido reducido a la impotencia. Había
tenido que tolerar la ocupación de parte importante de su territorio,
convertido en campo de batalla de una guerra en la que no había entrado de
manera oficial; había tenido que tolerar la existencia de un gobierno paralelo,
dirigido por el ex Primer Ministro, Eleftherios Venizelos; había sufrido la
confiscación de su marina de guerra y había tenido que retirar su ejército al
Peloponeso, mientras otros luchaban sobre su patria. Las potencias de la
Entente seguían negociando en secreto con los enviados del Rey, que deseaba
mantener la neutralidad griega a toda costa. Y si el monarca no había sido
apartado del poder, era sólo por contar con la protección del Zar Nicolás de
Rusia, una ventaja que perdería con la Revolución de Febrero de 1917 en Rusia y
que modificaría el escenario político.
El 21 de noviembre de 1916, fallece en Viena Su Imperial y Real
Apostólica Majestad, Francisco José I, por la Gracia de Dios, Emperador de
Austria, Rey Apostólico de Hungría, Rey de Bohemia; Rey de Dalmacia, Croacia,
Eslavonia, Galitzia, Lodomeria e Iliria; Rey de Jerusalén y un largo etcétera
de títulos acumulados en la cabeza de una dinastía que llevaba ocho siglos
entre los poderosos de Europa. Francisco José había llegado muy joven al trono,
con apenas 18 años, convocado a reemplazar a su tío, Fernando I, en 1848, cuyas
limitaciones le habían impedido regir y que, de hecho, había tenido que dejar
el poder en manos de un consejo de regencia. La Revolución de 1848 y la Primera
Guerra de Independencia Italiana convencieron a los líderes políticos
austriacos de la necesidad de instalar un monarca capaz, de modo que Fernando
tuvo que abdicar en la persona de su sobrino.
Había elegido casarse con Isabel (“Sissi”) de Baviera, su prima hermana,
de la que se enamoró cuando era apenas una quinceañera. A pesar del mutuo amor
que se profesaron al comienzo de su relación, el matrimonio nunca fue del todo
feliz. Isabel nunca se acostumbró a la rígida etiqueta de la corte imperial
vienesa, probablemente la más cerrada y elitista de Europa. Su vida familiar
tampoco fue fácil. La mayor de sus hijas, Sofía, murió siendo una niña y el
único varón que tuvieron, Rodolfo, nunca se entendió del todo con su padre y,
de hecho, fue apartado de toda función oficial como heredero al trono, debido a
sus ideas políticas, consideradas como radicales por el Emperador. En 1889,
Rodolfo se suicidó en el llamado “Incidente de Mayerling”, junto a su amante,
la baronesa María Vetsera.
El siguiente en la línea sucesoria era el hermano menor de Francisco
José, Carlos Luis, un personaje reaccionario y conservador hasta para los
estándares Habsburgo. Su hermano nunca se convenció de que fuera apropiado para
el cargo. Murió en 1896, luego de contraer una infección durante un viaje a
Tierra Santa. Francisco José había tenido otro hermano, Maximiliano, que había
sido fusilado en 1867, tras una novelesca aventura como Emperador de México.
La sucesión recayó en Francisco Fernando, hijo de Carlos Luis. Con el
Emperador no se llevaba bien y casi todas sus discusiones terminaban a gritos,
con el monarca jurando que no abdicaría sino hasta su muerte, para evitar que
el nuevo heredero llegara al trono. Francisco Fernando además decidió contraer
un matrimonio morganático con la duquesa Sofía Chotek, que significaba apartar
de la herencia imperial a toda su descendencia.
En 1898, la Emperatriz Isabel fue asesinada por un anarquista italiano.
El ánimo del anciano Emperador nunca se recuperó de la pérdida de la mujer que
nunca dejó de amar, a pesar de las diferencias entre ambos. La muerte de sus
dos hijos y la de sus hermanos fueron dejando huella en el espíritu de un
hombre que había luchado toda la vida contra los duelos de su familia más
cercana y contra los cambios de una modernidad que destruía el mundo que él,
sucesor de los Césares, estaba llamado a preservar y transmitir. El estallido
de la Primera Guerra Mundial fue desencadenado por una nueva tragedia de la
dinastía, cuando Francisco Fernando y su esposa fueron asesinados en Sarajevo.
Es posible que la desesperación por conservar los retazos de un mundo en
proceso de disolución haya influido en la decisión de ir a la guerra que, en
una estructura política como Austria-Hungría, dependía de y era responsabilidad
del mismo Emperador. Seguramente no imaginó el tipo de guerra que iba a conocer
el mundo en los siguientes cuatro años.
Con Francisco José, además de un hombre, murió una época. Su sucesor, el
Emperador Carlos I, fue un hombre notable, que llegó a ser beatificado en 2004.
Sin embargo, su rol como gobernante fue poco más que un epílogo inevitable de
la tragedia que vendría a destruir para siempre el ocho veces centenario
Imperio de los Habsburgo.
En la fotografía, un aspecto del solemne servicio fúnebre del Emperador.
En primera fila, el Káiser Guillermo II de Alemania.
Etiquetas: Guerras Mundiales, Historia
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