domingo, 30 de octubre de 2016

Hace 75 años. 30 de octubre de 1941. Segunda Guerra Mundial. La “Wehrmacht” hacia Moscú



Hace 75 años

30 de octubre de 1941
Segunda Guerra Mundial

La “Wehrmacht” hacia Moscú

La lucha en los mares del mundo es intensa, con los submarinos alemanes como protagonistas. En la noche del 23 al 24 de octubre de 1941, el “U-563” ataca el convoy HG-75, mientras navegaba 450 kilómetros al oeste de Gibraltar. La incursión deja 159 muertos entre los tripulantes de los transportes y consigue encajarle un torpedo a uno de los escoltas, el destructor británico “HMS Cossack”, que puede, no obstante, seguir cumpliendo su tarea, a pesar de los daños. Algunas horas más tarde, el “U-564” se une al acoso, hundiendo tres transportes británicos más.

El 24 de octubre, el buque de pasajeros “Tatsuta Maru” deja Hawaii, con destino a San Francisco. Había salido desde Japón algunos días antes, con ciudadanos norteamericanos y de otras naciones neutrales, ante el rápido deterioro de las relaciones entre Japón y Estados Unidos. Cuando la nave llegue hasta California, emprenderá el viaje de regreso con pasajeros nipones, igualmente preocupados de quedar atrapados en el territorio de un país que podría convertirse en enemigo del suyo. Tokio y Washington no han abandonado la mesa de negociaciones, pero ambos gobiernos, de hecho, ya están realizando preparativos para el inicio de lo que será una durísima guerra.

El Primer Ministro Británico, Winston Churchill, y el Almirantazgo suponían que la entrada de Japón en la guerra sería inminente. La mayor parte del esfuerzo bélico británico había estado concentrado en Europa hasta el momento, de modo que la presencia de la “Royal Navy” en el Pacífico y en Asia estaba relativamente disminuida. Con la idea de disuadir a los japoneses de una agresión contra las colonias británicas, el 25 de octubre de 1941, el acorazado “HMS Prince of Wales” fue despachado desde la “Home Fleet” hacia Singapur, acompañado de una escolta de modernos destructores. En el camino, se le uniría el crucero de batalla “HMS Repulse” y el nuevo portaaviones “HMS Indomitable”, que venía desde el Atlántico, pero que encalló en un arrecife el Caribe y no tuvo tiempo de unirse a la fuerza a tiempo.

Incluso si el poderoso “Indomitable” hubiera llegado a tiempo, el refuerzo naval británico era escaso si se lo compara con el enorme poder que era capaz de desplegar la “Nippon Kaigun”, la Marina Japonesa, a la que debía enfrentar en caso de estallar la guerra en el Pacífico. Churchill en realidad contaba con el modesto pero valiente refuerzo de las unidades navales holandesas, que defendían Indonesia y, sobre todo, en los ocho acorazados y cuatro portaaviones de la “US Navy”, con las que sus unidades deberían coordinar esfuerzos. En Londres, no podían saber que, en el curso de unas pocas horas del 7 diciembre de 1941, todos los acorazados norteamericanos quedarían fuera de combate y sus propios buques capitales terminarían en el fondo del mar unos pocos días después. Sólo los portaaviones de la “Pacific Fleet” estadounidense y una heterogénea fuerza de cruceros y destructores de cuatro naciones quedarían a flote para evitar una victoria japonesa total en el invierno de 1941-1942.

El puño alemán sigue hundiendo su golpe en las entrañas del animal herido soviético que, sin embargo, todavía no colapsa del todo. El 24 de octubre de 1941, Belgorod cae en manos del Grupo de Ejércitos Centro, mientras que el Grupo de Ejércitos Sur captura la importante ciudad ucraniana de Jarkov. El 27, los soviéticos intentan detener el avance alemán a Moscú amenazando sus flancos, pero los ataques rusos están mal coordinados y la moral de las tropas soviéticas todavía es baja. El 29, elementos de la 4ª División Panzer capturan Tula, a 110 kilómetros al sur de Moscú. Desde Tula, los alemanes intentan cerrar la tenaza sur sobre la capital soviética, pero el empeoramiento del clima y una mayor determinación de algunas unidades rusas evitan que los atacantes consigan romper el frente defensivo.

Al momento de lanzarse la “Operación Tifón”, nombre clave dado al asalto final sobre Moscú, en septiembre de 1941, la “Wehrmacht” estaba en la cima de su prestigio y sus hombres, aunque estaban cansados, tenían la moral por los cielos. Una y otra vez habían deshecho gigantescos ejércitos soviéticos, que se rendían por cientos de miles en cada oportunidad. Muchos generales germanos se inquietaban al ver que, no obstante derrotas catastróficas, la URSS se las arreglaba siempre para lanzar nuevas divisiones a la batalla y el país parecía tener reservas inagotables de soldados. Además el gigantesco territorio soviético parecía inabarcable para un ejército invasor, sin importar lo competente que éste fuera. Pero sus victorias habían convencido a los alemanes de ser superiores a sus enemigos, de modo que estaban confiados en que pasarían el invierno confortablemente acomodados en Moscú, bañados en la gloria de haber conquistado la capital rusa.

Las tenazas que se cerrarían sobre la capital daban el mayor protagonismo a los cuerpos Panzer, que habían probado su letalidad, pero que estaban muy desgastados, luego de tres meses de lucha sin interrupción. Muchos de los tanques alemanes necesitaban reparaciones, pero Hitler había ordenado que toda la producción de tanques debía destinarse a la fabricación de vehículos nuevos y no a recambios de los existentes, de modo que el Grupo de Ejércitos Centro sólo recibió el equivalente a 350 motores de tanques para reponer la movilidad perdida de sus blindados dañados o destruidos.

La infantería también estaba agotada luego de las grandes batallas de cerco, aunque había sufrido bajas relativamente escasas, especialmente si se las compara con las desproporcionadas bajas sufridas por los soviéticos. Hasta la Batalla de Moscú, en la mayoría de los casos, la resistencia soviética se hundía con rapidez, lo que explica que la cantidad de prisioneros soviéticos haya sido tan alta, en comparación con sus propios muertos y heridos y en comparación con las escasas pérdidas alemanas.

El apoyo artillero, al igual que en todos los frentes donde había actuado el Ejército Alemán, era deficiente, pero se compensaba con el reconocido profesionalismo de los oficiales, suboficiales y clases alemanes y el excelente entrenamiento de sus soldados. La mayor presencia del cañón de asalto “Stug III” se convertiría en una importante adición a la potencia de fuego y, con el paso del tiempo, sería también un excelente arma contracarro.

El apoyo aéreo alemán había sido clave en el avance alemán, al menos, en los sectores donde contaba con dominio de los cielos. Al comenzar “Tifón”, fue la primera vez que los alemanes disponían de un mayor número de aviones que los soviéticos. Sin embargo, para octubre, las fuertes pérdidas y el inadecuado mantenimiento de los aeródromos avanzados habían mermado la capacidad de esta temible fuerza.

Con todos sus problemas y ante el considerable desafío de conquistar Moscú y derrotar al “General Invierno” que se acercaba, las unidades alemanes habían probado su capacidad de conseguir objetivos que parecían imposibles para cualquier otro servicio armado del mundo. Pero necesitaban suministros y un servicio logístico capaz de hacérselos llegar hasta el lejano frente. En la logística justamente estaría el talón de Aquiles de la ofensiva contra Moscú y, en sus carencias, se explicaría que la victoria final sobre Rusia se escapara de las manos alemanas en 1941.

 En la fotografía, un grupo de soldados alemanes hace una pausa, mientras sufre el rudo clima ruso. Los alemanes calcularon que, al llegar lo peor del otoño-invierno boreal de 1941, habrían cumplido todos los objetivos militares planteados para ese año, de modo que la nieve, el barro y el frío cogieron a los alemanes sin la ropa adecuada. Como además se dio prioridad a las municiones y a los combustibles en la sobreexigida logística alemana, gran parte de la ropa de invierno destinada a las unidades del Frente Oriental se quedó en depósitos en Polonia. Los soldados tuvieron que improvisar para protegerse de los elementos, tal como hacen los de la foto, que agregan telas debajo de sus uniformes de verano.





 

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