Hace 75 años. 29 de noviembre de 1940. Segunda Guerra Mundial
Hace 75 años
29 de noviembre de 1940
Segunda Guerra Mundial
El 23 de noviembre, Rumania firma
el Pacto Tripartito. Al día siguiente, se repite la ceremonia con Eslovaquia.
Es la tragedia de Europa Central, acorralada entre la tiranía nazi y la tiranía
comunista. Occidente no supo auxiliarlos a tiempo, con valentía, y ahora, desde
Londres, se ve con pesar cómo media Europa cae en una época de oscuridad sin
precedentes en la historia continental. Las tinieblas no se irán sino hasta
1990.
La “Luftwaffe” y la “RAF” prosiguen
su épica batalla sobre los cielos de Europa. El 29 de noviembre, Liverpool es
masivamente bombardeada y el día 30, Southampton recibe el primero de dos
grandes ataques nocturnos consecutivos, que causarían enormes pérdidas a la
infraestructura y a la aviación británica. Las pérdidas de los alemanes, sin
embargo, se vuelven cada vez mayores y no parece que la campaña aérea esté
convenciendo al pueblo británico, al Rey Jorge VI o a Winston Churchill de
negociar la paz con Hitler.
El 25 de noviembre, la Unión
Soviética presenta los términos en que aceptaría unirse oficialmente al “Eje Roma-Berlín-Tokio”.
Dichos términos incluyen grandes ganancias territoriales para Stalin. Las
demandas de Moscú son intencionadamente exorbitantes, a sabiendas de que Hitler
las rechazará. Stalin no tiene interés en firmar alianzas formales con nadie,
por el momento. En realidad, la única alianza formal de los comunistas es
consigo mismos. El “país de los soviets” lleva años preparándose para la guerra
y, en sus cuarteles generales y salas de mapas, los altos mandos del Ejército
Rojo han ideado planes para ir a la guerra casi con todo el mundo.
El plan original de la guerra para
la que se estaba preparando Stalin consideraba a Gran Bretaña como principal
enemigo, seguramente apoyada por Francia, en caso de que la poderosa izquierda
francesa no consiguiera desmarcar a su gobierno de ir a la guerra contra el
“paraíso socialista.” Una serie de documentos, estudiados principalmente por
Viktor Suvorov y Mark Solonin, entre otros, han develado que la Unión Soviética
decidió apoyar a Alemania al comienzo de la Segunda Guerra Mundial porque, a
juicio de Stalin, los alemanes parecían como el bando más débil y susceptible,
por tanto de ser derrotado con rapidez por las fuerzas combinadas del poderoso
Ejército Francés y de la poderosa Marina Británica. El estallido de la guerra
en 1939 era sólo una nueva oportunidad para aprovechar las “contradicciones
entre las sociedades capitalistas”, sacar partido de sus torpes rivalidades y
avanzar luego sobre las cenizas de una Europa devastada, cuyas cenicientas
ruinas caerían como fruta madura en el regazo de Iosif Stalin y Cía.
La industrialización forzada, las
grandes hambrunas surgidas de la colectivización agrícola, las purgas del
decenio de 1930, el asesinato de millones, los campos de trabajos forzados, la
persecución genocida de pueblos enteros, en fin, todas las horrendas facetas de
la tiranía marxista apuntaban al mismo objetivo de convertir a la vieja Rusia
en un gigantesco cuartel del socialismo, desde donde saldrían los imparables
soldados de Stalin a conquistar el mundo para la dictadura global del proletariado,
partiendo por Europa.
El 5 de marzo de 1940, un alto
oficial de la NKVD (transliteración de la sigla rusa de “Comisariado del Pueblo
para los Asuntos Internos”), la siniestra policía represiva de Stalin, de
apellido Osetrov, enviaba un memorándum de queja a Kliment Voroshilov,
Comisario del Pueblo para la Defensa. En el memorándumn, el camarada Osetrov se
quejaba de la imprudencia de un tal general Kalinin, comandante de las fuerzas
del distrito militar de Siberia, quien había pronunciado un discurso el 31 de
enero de ese mismo año, afirmando la inevitabilidad de una “guerra mayor en la
primavera de 1940, una guerra en la cual la Unión Soviética estará aliada con
Alemania, Japón e Italia, contra la alianza anglo-francesa.” A pesar de las
quejas de Osetrov, sobre la falta de tacto político del general Kalinin, este
último no sólo no fue castigado, sino que siguió al mando de su distrito y
pronto fue ascendido a teniente general. El alto mando naval soviético también
se preparaba para la guerra con Occidente. En un documento fechado no antes de
marzo de 1940, el mando de la Fuerza Aérea de la Flota del Mar Negro indicaba
que “el posible enemigo es: Inglaterra, Francia, Rumania y Turquía. Las tareas
de la Fuerza Aérea son: atacar blancos en aguas del Mar de Mármara y el
Bósforo, y sembrar barreras de minas en el Bósforo.” Los documentos preparados
por el cuerpo aéreo del Ejército Rojo señalaban como blancos militares-industriales
a una serie de locaciones en colonias o en territorios con influencia británica
o francesa: Turquía, Irán, Afganistán, Irak, Siria, Palestina, Egipto e India.
El 10 de julio de 1940, el contraalmirante Nesvitskiy, comandante de escuadrón
de la Flota del Mar Báltico, elevó un memo proponiendo “resolver la cuestión de
la existencia independiente de Suecia y Finlandia para beneficio de la Unión
Soviética y convertir el Mar Báltico en un mar interior.” Los planes de
desarrollo naval también son significativos. En 1938, se decidió construir, en
el plazo de 10 años, 15 acorazados, 35 cruceros pesados, 20 cruceros ligeros y
145 destructores. El programa fue más tarde recortado a “sólo” 6 acorazados, 21
cruceros ligeros y 98 destructores, a ser completados en un plazo de siete
años. Estas fuerzas navales no podían tener otro enemigo en mente que no fuera
la poderosa “Royal Navy”, apoyada por la “Marine Nationale” de Francia. Al
estallar la guerra en 1939, Gran Bretaña tenía 58 submarinos, Alemania tenía
57, Italia tenía 68 y Japón tenía 63. La Unión Soviética, una potencia
tradicionalmente continental, al ser atacada en junio de 1941, poseía una
impresionante fuerza de submarinos que alineaba 267 unidades ¿Quién, si no Gran
Bretaña, podía ser el enemigo a ser hostigado con semejante flota de
sumergibles?
Otro indicativo del delirio de
conquista estalinista se refleja en los tanques. Alemania reunió poco más de
3.000 tanques para conquistar Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo, quienes
serían apoyados por el Cuerpo Expedicionario Británico. Según documentos del
Archivo Central del Ministerio de Defensa de Rusia, en junio de 1941, la Unión
Soviética disponía, en los cinco distritos militares fronterizos que miraban hacia
el territorio conquistador por los nazis, de 12.782 tanques. Un número
importante de los blindados soviéticos estaba representado por los potentes
“T-34” y “KV-1”, los más poderosos de su tiempo, para los cuales Alemania no
tenía rival, tal como comprobarían cruelmente las tropas de la “Wehrmacht”
cuando se dieran cuenta de que eran casi inexpugnables para su armamento
antiblindaje. El resto de los tanques eran modelos más ligeros y antiguos, como
los “T-26”, los “BT-5” y los “BT-7” que, no obstante, habían probado ser
excelentes en su categoría, siempre que fueron desplegados en los campos de
batalla. Durante la Guerra Civil Española, los “Panzer I” alemanes y los “carro
veloce” italianos, operados por los “nacionales”, no tenían esperanza al luchar
frontalmente contra los T-26, operados por los “republicanos”, que eran
vencidos sólo gracias a que los oficiales profesionales españoles, en su gran
mayoría, se plegaron a la sublevación, mientras que las unidades republicanas a
menudo eran lideradas por jefes políticamente entusiastas, pero tácticamente
legos. Los BT también lucharon en España, pero sus mayores hazañas se vieron en
mayo de 1939, en el abrasador desierto de Mongolia, donde derrotaron
completamente a las tropas japonesas, en la breve guerra fronteriza que
enfrentó al Imperio Japonés con la Unión Soviética. En suma, los soviéticos
llevaban años preparando una fuerza de tanques sin rival, lista para saltar
sobre Europa apenas Stalin diera la orden.
Para fines de 1940, con Francia
derrotada y con el Ejército Alemán revelado como el más poderoso del mundo, los
planes de Stalin habían variado, de modo que ya se alistaba para atacar a
Hitler, con la esperanza de adelantarse a la jugada, antes de que Hitler lo
atacase a él. Pero incluso si no conseguía dar el primer golpe, el líder
soviético descansaba tranquilo en la abrumadora superioridad numérica y
tecnológica de sus fuerzas armadas. Lo que no había calculado era hasta qué
punto los hombres y mujeres de la Unión Soviética estaban dispuestos a luchar
por el Partido Comunista y por su jefe. La campaña contra la pequeña Finlandia,
a la que costó tanto doblegar, luego de humillantes derrotas para los
comunistas, debió poner en guardia a Stalin, pero éste, encerrado en la lógica
de su megalomanía y su régimen de terror, no sacó mayores lecciones de la
llamada “Guerra de Invierno”. Las consecuencias para la “Patria de los
Trabajadores” serían trágicas.
Abajo, un póster propagandístico de
1935, que muestra a Stalin y Voroshilov saludando una gigantesca parada
militar. En el pie de la imagen, se lee, “larga vida al Ejército Rojo de los
Trabajadores y los Campesinos – Leales guardias de las fronteras soviéticas”.

Etiquetas: Guerras Mundiales, Historia
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