Hace 75 años. 12 de junio de 1941. Segunda Guerra Mundial
Hace 75 años
12 de junio de 1941
Segunda Guerra Mundial
La lucha por el control del Mediterráneo no conoce pausa. Malta sigue
asediada, Rommel mantiene el cerco sobre Tobruk y, el 8 de junio de 1941, se
inicia la invasión de Siria y Líbano por parte de las tropas de la “Commonwealth”
y de la Francia Libre de De Gaulle.
Siria y Líbano se habían convertido en mandatos, bajo la autoridad
francesa, tras la Primera Guerra Mundial. Luego de la derrota francesa de mayo
de 1940, el gobierno del mariscal Pétain siguió controlando la mayor parte del
Imperio Colonial Francés, incluyendo Siria y Líbano. En rigor, Siria había
recibido su autonomía en 1936, pero Francia había conservado el derecho a
mantener tropas en el país, incluyendo dos aeródromos, que fueron usados por
los alemanes para asistir a los rebeldes iraquíes que se levantaron en armas
contra el protectorado británico. De modo que los británicos tenían buenas
razones para suponer que la presencia de la Francia de Vichy en Siria podía ser
una amenaza para las tropas que defendían Egipto de las fuerzas de Rommel y
para la posición británica en el Mediterráneo en general.
En Europa, la guerra entre Alemania y la Unión Soviética es inminente. El
9 de junio, Finlandia ordena la movilización, con la certeza de que sus
fronteras serán violadas nuevamente por los soviéticos en cualquier momento. Stalin,
que llevaba años preparándose para invadir Europa, había apoyado inicialmente a
Alemania en su guerra contra Gran Bretaña y Francia, suponiendo que Hitler era
el rival más débil. La idea del tirano marxista era dar a Hitler los medios
para desangrar Europa y debilitar al Imperio Británico, para luego quedarse con
los despojos. La estrepitosa caída de Francia en mayo de 1940 y las
subsecuentes victorias alemanas, ahora aliada también de Italia, obligaron a
Stalin y sus colaboradores a cambiar sus planes militares. Salvo que pasara
algo muy fuera de lo común, el enemigo inmediato ya no sería Gran Bretaña, sino
Alemania, que se había transformado en dueña de Europa continental en poco más
de un año de lucha. Hay una serie de documentos estudiados, entre otros, por el
historiador ruso Mark Solonin, que permiten reconstruir el plan de Stalin para
atacar por sorpresa la Europa ocupada por los nazis, en algún momento del
verano de 1941. Se trata de documentos desclasificados en la década de 1990,
originados en el Comisariado del Pueblo para la Defensa, el Estado Mayor del
Ejército Rojo, el Distrito Militar Especial de Kiev, el Distrito Militar
Especial Occidental, el Comité Central del Partido Comunista y las oficinas de Josif
Stalin y Viacheslav Molotov, Ministro de Relaciones Exteriores y, en 1941,
posiblemente el hombre más influyente de la Unión Soviética, sólo por debajo de
Stalin.
De los documentos, se concluye que existía un plan para atacar Alemania,
con independencia del Pacto Ribbentrop-Molotov, desde agosto de 1940, al menos.
Gran Bretaña ya no es mencionada como el enemigo principal; ahora es Alemania,
apoyada por Italia, Hungría, Rumania y Finlandia. Todas las versiones del plan,
halladas en estos documentos, coinciden en preparar una operación ofensiva
contra los territorios ocupados por Alemania desde 1939, más allá de las
fronteras de la URSS, al punto que todos los lugares y accidentes geográficos mencionados
están en Prusia Oriental, Polonia y Eslovaquia. El primero en presentar al
mundo evidencia de que la Unión Soviética intentaba atacar Alemania por
sorpresa fue Viktor Suvorov, capitán del Ejército Soviético y agente del
Departamento Central de Inteligencia, organismo encargado de proveer
inteligencia de tipo militar dentro de la comunidad de espionaje soviético. En junio
de 1978, Suvorov solicitó asilo en el Reino Unido. Al terminar la Guerra Fría,
publicó su best-seller, “Icebreaker: ¿Quién Inició la Segunda Guerra Mundial?”,
donde detallaba los planes de Stalin.
Suvorov, así como Solonin, han expuesto minuciosamente estos planes
ofensivos del Ejército Rojo. Ambos han hallado fuerte resistencia de parte de
muchos historiadores rusos y occidentales, que han defendido, durante décadas,
la visión de un Stalin que, sin saber lo que Hitler preparaba contra él,
intentaba cumplir lealmente los términos del Pacto Ribbentrop-Molotov. Los muchos
detractores de Suvorov, no obstante, hasta el momento, no han hallado un solo
documento que desmienta los muchos otros que reafirman la idea de que el tirano
nazi sólo se adelantó al tirano comunista, ambos ignorantes de los preparativos
ofensivos de su adversario.
Los planes fueron ensayados en dos juegos de guerra ejecutados en enero
de 1941, en los que participó todo el alto mando de las Fuerzas Armadas
Soviéticas, incluyendo todos los generales que debían dirigir tropas en combate
durante esta guerra ofensiva. El primero de los juegos de guerra demostró que
un ataque por el norte, desde los países bálticos hacia Prusia Oriental, se
entramparía en los bosques y los pantanos, incluso contando con aplastante
superioridad. El segundo juego, en cambio, demostró que existían condiciones
para que, en un lapso de cinco semanas, las tropas soviéticas avanzaran entre
250 y 300 kilómetros desde sus fronteras hacia territorio alemán (polaco y
prusiano), eslovaco, húngaro y rumano.
Es muy curioso el marco cronológico mostrado por los documentos asociados
a este segundo juego de guerra, que pareció tan prometedor. En vez de hablarse
del usual “primer día”, “segundo día”, etc., en el juego de guerra, las
referencias fueron hechas a fechas concretas, específicamente desde el “8 de
agosto de 1941”. Más que un simple ejercicio teórico, el juego de guerra parece
sugerir que Stalin ya había decidido una fecha para atacar la Europa ocupada
que padecía bajo la cruel bota nazi, para poder oprimirla con su propia bota,
no menos cruel.
Sin embargo, no es posible fijar una fecha específica para el inicio de
la planificada invasión soviética de Europa. Es seguro que la URSS estaba
preparándose para una operación ofensiva a gran escala y que tuvo que ajustar
sus tiempos a una situación internacional muy volátil creada por las
impresionantes victorias militares de la Alemania Nazi. Stalin esperaba que, en
el verano de 1941, Hitler intentara la invasión de Inglaterra. La inteligencia
soviética había detectado los inmensos movimientos militares en la Europa
ocupada, pero la conclusión de Stalin era que los alemanes preparaban el asalto
anfibio a las Islas Británicas. El tirano del Kremlin, por tanto, tuvo que
adaptar sus planes y disponer lo necesario para dar el golpe antes de que
Hitler se animara a darlo.
Un documento es muy importante a este respecto, se titula “Consideraciones
para el Despliegue Estratégico para las Fuerzas Militares de la Unión
Soviéitca, en Caso de Guerra con Alemania y sus Aliados”. De hecho, este
documento tiene varias versiones, que actualizan las anteriores, según
cambiaban las circunstancias internacionales. En la versión de mayo de 1941, cuando
faltaba un mes para la invasión alemana, se menciona la posibilidad de que
Alemania se adelante a la jugada soviética y realice su propio ataque sorpresa
sobre Rusia. El mando soviético solicitaba a Stalin tomar todas las medidas “sin
las cuales es imposible lanzar un ataque inmediato sobre el enemigo, desde el
aire y desde tierra.” Los generales del totalitarismo comunista no parecían del
todo seguro en ganar la carrera de dar el primer golpe a los generales del
totalitarismo nazi. Dadas las condiciones climáticas de Europa Central, donde
el Ejército Rojo planeaba dar su golpe, y los datos hallados en los archivos
soviéticos desclasificados, la fecha posible de inicio de la ofensiva soviética
estaría entre mediados de julio y fines de agosto de 1941.
Se ha dicho que los servicios de información soviéticos se percataron de
los preparativos militares de Hitler y empezaron una carrera frenética para
fortalecer las defensas de la “Patria del Proletariado”. Sin embargo, es una
versión poco probable. Si el espionaje soviético hubiese sabido con suficiente
detalle de los planes de Hitler, habría sabido que la primera fecha propuesta
para atacar la URSS era el 15 de mayo. Esa fecha de inicio se tuvo que
posponer, cuando las aventuras militares de Mussolini obligaron a la “Wehrmacht”
a desviar su atención hacia los Balcanes y Creta. Si los soviéticos hubieran
estado haciendo preparativos para reaccionar ante un ataque fijado para el 15
de mayo, el documento de las “Consideraciones” estaría planificando
irremediablemente tarde, pues las fuerzas que iniciaran su despliegue en mayo,
no estarían listas hasta julio.
Otra hipótesis con la que se especula es que Stalin y sus generales no
sabían nada de un ataque alemán hasta mayo (en realidad, no lo esperaron nunca
y lo que pasó en la madrugada del 22 de junio fue una desagradable sorpresa en
Moscú). Consecuentemente empezaron a realizar preparativos frenéticos desde
fines de mayo, de modo que el documento de las “Consideraciones”, de fines de
ese mes, sería reflejo de una especie de gigantesco procedimiento militar de
emergencia. Pero esta hipótesis también se derrumba fácilmente. Las tropas
soviéticas se estaban moviendo hacia las fronteras occidentales de su
gigantesco país a fines de mayo, eso es cierto; pero no lo estaban haciendo en
modalidad de emergencia. Ni siquiera se realizó un anuncio de movilización. Las
tropas estaban avanzando hacia las fronteras occidentales haciendo recorridos
breves, siguiendo procedimientos de camuflaje y los ejércitos del segundo
escalafón estratégico, provenientes desde el interior de la URSS, estaban
siendo transportados según el régimen ferroviario de tiempos de paz. Tómese en
cuenta que, para implementar la “Operación Barbarroja”, que es como Hitler
bautizó su proyecto de invadir la URSS, los trenes controlados por Alemania
cambiaron al régimen de transporte militar el 23 de mayo, todo un mes antes de
iniciarse la campaña. Los mismos soviéticos habían implementado medidas
especiales en su sistema ferroviario para preparar la invasión de una
semidestruida Polonia en 1939. Nada de esto se hizo para enfrentar la inminente
guerra contra Alemania en 1941. Lo opuesto es cierto. Más que emergencia,
Stalin estaba desplegando sus ejércitos en régimen de secreto, para no alarmar
a Hitler antes de tiempo y mantener el secreto de lo que era, a todas luces,
una campaña de conquista no menos ambiciosa que la planeada por su ambicioso y
tiránico colega de Berlín.
En la fotografía, un tanque “Kliment Voroshilov”, más conocido como “KV-1”.
Bautizado en honor del Comisario del Pueblo para la Defensa, el KV-1 tenía un
blindaje impenetrable para todo el arsenal artillero alemán, con la sola
excepción del “Flak” antiaéreo de 88 milímetros, que necesitaba igualmente
disparar en algunos ángulos específicos para sortear la coraza en declive. Sumado
a su potente pieza de 76 milímetros, los alemanes no tenían nada ni remotamente
capaz de derrotar un KV-1 mano a mano. La ingeniería soviética fue capaz de
sortear el problema técnico de incluso acomodar un obús de 152 milímetros
dentro de la torreta, en una versión especialmente pensada para machacar posiciones
fortificadas enemigas, bautizada como “KV-2”. Para comprender el logro, baste tomar
en cuenta que los ingenieros del poderoso Estados Unidos no fueron capaces de
acomodar una pieza de 75 milímetros en sus “Grant”, que lucharían a fines de
1941 en el desierto africano y debían contentarse con un curioso diseño de dos
cañones principales en un mismo vehículo. Al empezar la guerra con Alemania, alrededor
de 500 tanques “KV” esperaban a los alemanes que, entre todos sus tipos de
tanques, totalizaban poco más de 3.000 unidades, incluyendo los todavía mayoritarios
Panzer I, II y III, que no tendrían la más mínima oportunidad contra un KV.
Imagen tomada de http://www.eurasia1945.com/wp-content/uploads/2015/12/KV-1-sobre-el-Frente-Oriental..jpg

Etiquetas: Guerras Mundiales, Historia
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