domingo, 11 de diciembre de 2016

Hace 75 años. 11 de diciembre de 1941. Segunda Guerra Mundial. Pearl Harbor

Hace 75 años
11 de diciembre de 1941
Segunda Guerra Mundial

Pearl Harbor

Para diciembre de 1941, el Ejército Alemán está comprometido en dos frentes terrestres: África del Norte y la Unión Soviética. En ambos teatros de operaciones, el último mes del año será escenario de dudas y retrocesos para Berlín. En África, Rommel es forzado a retirarse, aunque la “Commonwealth” no se decide a perseguir sus tropas de inmediato, recelosos de que el “Zorro del Desierto” esté preparando una de sus famosas trampas. Pero toda la genialidad de Rommel no basta para compensar el hecho de que, mientras Gran Bretaña domine los mares, alemanes e italianos siempre recibirán suministros más tarde y en menor cantidad que sus enemigos. El 10 de diciembre de 1941, el sitio de Tobruk puede considerarse oficialmente levantado. El uso intensivo de los vehículos, la carencia de repuestos y la escasez de combustible han reducido el otrora poderoso “Deutsches Afrika Korps” a 40 tanques operacionales, que se aferran a una nueva línea defensiva, que mantienen en su extremo sur, mientras los italianos se encargan de sostener el extremo norte con sus fuerzas, también muy mermadas. Rommel ya ha sido notificado de que, con la campaña rusa en un punto crítico, todo el esfuerzo logístico del “Reich” será concentrado en el Frente Oriental, así que no debe esperar ayuda desde la otra orilla del Mediterráneo en las siguientes semanas. Puede considerarse muy afortunado si llega al verano de 1942 sin haber perdido la campaña africana por falta de abastecimientos y reemplazos.

En las inmensidades de la Unión Soviética, un rudo invierno se acerca para la “Wehrmacht”. Al comienzo de la campaña, el Frente Oriental había sido dividido en cuatro sectores por el Ejército Alemán. En el extremo norte, una agrupación relativamente pequeña de tropas alemanas, mandadas por el general Eduard Dietl, apoyada por fuerzas finlandesas, tenía la misión de cortar el ferrocarril que conectaba el importante puerto de Murmansk, en la costa soviética del Ártico, y posteriormente capturar el puerto mismo. Un poco más al sur, operaba el “Grupo de Ejércitos Norte”, encargado de conquistar la costa báltica y avanzar sobre Leningrado, tomar o aislar la ciudad y enlazar con los finlandeses y con las tropas que luchaban en el Ártico. Estas agrupaciones septentrionales nunca recibieron la cantidad de tropas y equipamiento necesarios.

Las fuerzas de Dietl lo más cerca que llegaron del ferrocarril a Murmansk fueron 30 kilómetros de distancia. Al mismo puerto, nunca pudieron siquiera aproximarse. El puerto era un objetivo importante, que llegó a recibir hasta la cuarta parte de la ayuda enviada desde Estados Unidos y Gran Bretaña, pero los alemanes nunca destinaron más que algunas divisiones de montaña y algo de las tropas que ocupaban Noruega, totalizando poco más de 20.000 hombres, un número que se ve ridículo, si lo comparamos con las enormes agrupaciones de hombres que lucharon en otros sectores de Rusia.

El “Grupo de Ejércitos Norte”, cuyo objetivo era Leningrado, era una unidad mayor, pero notoriamente más pequeña que sus similares del Centro, destinado a atacar Moscú, y del Sur, encargado de Ucrania y el Cáucaso. Las agrupaciones septentrionales del Ejército Alemán tuvieron que librar una “guerra de pobres” y sus objetivos siempre fueron considerados secundarios por el alto mando en Berlín. Y aunque no hubiera sido así, Alemania simplemente no tenía suficientes hombres y armas para abarcar por igual toda la extensión del Frente Oriental, además de luchar en África y ocupar gran parte de Europa. Por último, los finlandeses nunca se comprometieron con una ofensiva que profundizara en territorio soviético y su objetivo se limitaba a restaurar las fronteras existentes antes de la Guerra de Invierno de 1939-1940.

El “Grupo de Ejércitos Sur” había protagonizado algunas de las victorias alemanas más espectaculares, con la Batalla de Kiev destacando en primerísimo lugar. No obstante, a pesar de contar con recursos considerables, para fines de 1941, la logística de sus unidades estaba exigida al máximo y ya había tenido que ver cómo el Ejército Rojo se daba el lujo de reconquistar Rostov del Don. En el mapa, los avances del “Grupo Sur” se veían impresionantes, pero no había conseguido conquistar Crimea, no había llegado hasta el petróleo del Cáucaso y tampoco Ucrania estaba del todo segura, como quedaba demostrado por la pérdida de Rostov.

Pero los problemas de verdad, para la “Wehrmacht”, estaban en el sector asignado al “Grupo de Ejércitos Centro”. Para diciembre de 1941, esta agrupación era la mayor de las tres, reuniendo la mayoría de las divisiones “panzer”, para dar apoyo a lo que se esperaba fuera la conquista de Moscú antes de la llegada del invierno ruso. Para el 5 de diciembre de 1941, sin embargo, el avance alemán se había detenido. Los generales alemanes se resignaron a que no pasarían el invierno en el Kremlin y el mismo Hitler accedió a que el ejército se detuviera y adoptara posiciones defensivas en todo el frente. Para inicios del último mes del año, se habían dado 130.000 casos de congelamiento entre las filas y los vehículos debían ser calentados con fogatas durante horas, antes de poder darles arranque. La logística alemana ya no daba más de sí misma y no era capaz de entregar la suficiente cantidad de municiones, repuestos y otros suministros, especialmente la ropa de invierno que, en cambio, los soviéticos tenían en abundancia.

El 8 de diciembre, Hitler ordenó oficialmente detener la ofensiva sobre Moscú, reconociendo que la “Operación Tifón” había fallado en su objetivo. Los alemanes, con todo, esperaban pasar un invierno relativamente tranquilo y reponer gradualmente sus fuerzas, pues calculaban que la URSS no podía tener más reservas disponibles, al haber perdido casi 3,5 millones de soldados desde el inicio de las hostilidades. Los alemanes pensaban, con toda lógica, que si ellos mismos no eran capaces de seguir atacando, los soviéticos tampoco deberían ser capaces de lanzar un ataque. Pero estaban muy equivocados.

Los días 5 y 6 de diciembre, el general Georgi Zhukov lanzó a la batalla 58 divisiones de reserva, que incluían 1.700 tanques nuevos y el apoyo de 1.500 aviones transferidos desde el Asia soviética. Los soviéticos estaban casi en paridad numérica con los alemanes, pero muchas de sus tropas estaban descansadas y sus líneas de comunicaciones eran mucho más cortas que las alemanas, de modo que la logística operaba a la perfección. Al comienzo, los avances soviéticos fueron escasos y muy costosos, pero pronto el desgastado Ejército Alemán empezaría a ceder ante la presión y comenzaría una dolorosa retirada por el mismo terreno sobre el que había pasado triunfante en octubre y noviembre.

En el Pacífico, los acontecimientos se precipitan. El 7 de diciembre de 1941, más de 300 aviones japoneses, lanzados desde seis portaaviones, atacan la base naval norteamericana de Pearl Harbor, empujando a Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial. La incursión fue planificada como un golpe preventivo que mantuviera anulada a la Flota del Pacífico de Estados Unidos y le impidiera osbtaculizar las campañas de conquista planificadas por los japoneses para los siguientes meses y cuyos objetivos eran las posesiones de ultramar británicas, estadounidenses y norteamericanas. Los japoneses consiguieron absoluta sorpresa y el balance, al final del día, era impresionante. Sus pequeños aviones habían dañado seriamente a los ocho acorazados anclados en la base, cuatro de los cuales se hundieron a consecuencia del ataque. Muchos otros cruceros, destructores y embarcaciones menores fueron dañados o hundidos. En tierra, las bases aéreas fueron muy castigadas y 188 aviones fueron destruidos, la mayoría en sus pistas, sin la oportunidad de despegar y dar pelea. Más de 3.500 norteamericanos murieron o fueron heridos en la acción. Los japoneses, en cambio, apenas perdieron 29 aviones, cinco submarinos enanos, 64 muertos y un prisionero.

Al día siguiente, Estados Unidos declaraba la guerra a Japón. Antes de que pasara una semana, Washington intercambiaría declaraciones de guerra con Alemania e Italia.

Además de atacar las posesiones norteamericanas, Japón inició una ofensiva simultánea contra las posesiones coloniales holandesas y británicas. Gran Bretaña estaba esperando hacía tiempo una agresión japonesa contra sus colonias de Asia. Para reforzar su presencia naval en el área, el Almirantazgo en Londres ensambló la “Fuerza Z”, estructurada en torno a dos poderosos navíos: el acorazado “HMS Prince of Wales” y el crucero de batalla “HMS Repulse”, apoyados por un número de destructores y cruceros. Para dar cobertura aérea, se les debería haber unido el nuevo portaaviones “HMS Indomitable”, pero éste sufrió un accidente en el Caribe antes de poder llegar y no pudo unirse a tiempo.

Al mismo tiempo en que sus portaaviones machacaban Pearl Harbor, los japoneses despachaban una fuerza que desembarcó tropas en la Península de Malaya el 8 de diciembre, con el objetivo de avanzar hacia Singapur, una de las plazas más importantes del Imperio Británico. Los mandos británicos entendían que un acorazado, un crucero de batalla y sus buques de apoyo eran poca cosa contra los nueve acorazados, seis portaaviones y decenas de cruceros y destructores de la Marina Imperial Japonesa. Pero en Londres contaban con que sus buques se unirían a las unidades navales norteamericanas, una vez que Japón iniciara su ofensiva. Sin embargo, la mañana del 8 de diciembre, además de enterarse de que el Ejército Imperial Japonés desembarcaba en Malasia, los jefes de la defensa de Singapur recibieron la desagradable noticia de que cuatro de los ocho acorazados de la Flota del Pacífico Norteamericana habían sido hundidos y los otros cuatro estaban demasiado dañados como para poder navegar.

El almirante Thomas Phillips, comandante de la “Fuerza Z”, sabía que estaba solo ante el dominio japonés del mar y del aire. La prudencia aconsejaba esperar en el puerto y retirarse si Singapur llegaba a caer. Pero la “Real Fuerza Aérea” y el “Real Ejército” estaban luchando una batalla desesperada para defender Singapur, una fortaleza diseñada para ser inexpugnable si se la atacaba por mar. El problema para los británicos era que los japoneses habían tenido la descortesía de desembarcar tropas y estaban avanzando hacia su objetivo por tierra.

El 9 de diciembre de 1941, el “Prince of Wales” y el “Repulse” zarparon para atacar los convoyes japoneses que llevaban tropas y suministros a la Península Malaya. Su presencia logró descalabrar momentáneamente los planes japoneses, pero no pudieron hallar los transportes nipones, que fueron retirados del sector. Al día siguiente, el almirante Phillips se convenció de que había perdido el factor sorpresa, de modo que decidió retornar a Singapur. Mientras lo intentaba, fue interceptado por torpederos y bombarderos japoneses basados en tierra, que mandaron al fondo del mar a las dos poderosas unidades británicas.

Al terminar el día 10 de diciembre de 1941, los Aliados contaban apenas con cuatro buques capitales en todo el Pacífico: el acorazado “USS Colorado”, que estaba en California, y tres portaaviones norteamericanos, que escaparon providencialmente del ataque a Pearl Harbor y que serían claves para convertir el sombrío panorama de diciembre de 1941 en las victorias que pondrían de rodillas a la poderosa Marina Japonesa.

Abajo, una fotografía tomada desde uno de los aviones japoneses. El humo procede de la violenta explosión que acaba de sacudir al acorazado “USS Arizona”, que se hunde rápidamente. Los acorazados están alineados, de modo que ofrecen un blanco perfecto con sus enormes siluetas. Los acorazados “Oklahoma”, “West Virginia”, “California” y “Nevada” quedaron ese día también fuera de servicio. El “Pennsylvania”, el “Tennessee” y el “Maryland” sufrieron daños de diversa consideración. Sus numerosos y potentes cañones nada pudieron hacer ante los pequeños aviones que, con unos cuantos torpedos o bombas los convertieron en chatarras humeantes.




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