viernes, 7 de octubre de 2005

En la balanza de Osiris

Casi todos los pueblos han asimilado alguna noción de vida ultraterrena, asociada a alguna clase de juicio previo, que determinaba el destino del alma del difunto y, por tanto, su recompensa o castigo a las acciones y omisiones de su existencia mortal.

Para los griegos, el espíritu del difunto se presentaba ante un tribunal de tres magistrados: Éaco, Minos y Radamanto, de cuya sentencia podía concluir la condenación al Hades o el paso a la Isla de los Bienaventurados, que algunos han querido identificar con la leyenda de la Atlántida, mencionada en los diálogos platónicos.


Antes que ellos, los egipcios desarrollaron una riquísima escatología, de la que nos ha quedado un valioso testimonio en el Libro de los Muertos, que constituía una guía para el alma del difunto en el Más Allá. El interés del don del Nilo por la vida después de la vida, queda testimoniado por los prodigios arquitectónicos que nos legó esa cultura en sus necrópolis y, sobre todo, en esas pirámides que, desde su altura de maravillas del mundo, contemplan los cuarenta siglos que han transcurrido sobre la planicie desértica de Gizeh.

El alma era conducida al tribunal divino por Anubis, el dios de los muertos con cabeza de chacal. Éste la presentaba a Osiris, quien aparecía revestido con las insignias reales del faraón y acompañado de su esposa Isis y su hermana Neftis. Ante el excelente Osiris, el enjuiciado realizaba sus descargos, según las fórmulas rituales. A continuación, el corazón del difunto era extraído de las vasijas en que se dejaban las vísceras antes de la momificación y era pesado en una balanza por Maat, la diosa de la verdad y la justicia.

Sobre un plato de la balanza, Maat depositaba una pluma de avestruz, que representaba la verdad, la bondad, la justicia y el bien. Si se equilibraba con el corazón del difunto, Horus, el dios halcón, lo conducía a su morada eterna. Si el resultado era negativo, el alma era aniquilada por un monstruo, mezcla de cocodrilo, león e hipopótamo.

Cuando se cumplen plazos importantes, es inevitable pensar en qué condiciones podría uno aparecer ante un tribunal de ultratumba ¿Qué podría presentarle a Dios si hoy muriera, pasada ya una determinada (y nada despreciable) cantidad de años de mi vida? ¿Qué podría llevar ante el Señor, para decirle: “estas cosas buenas he logrado en tu nombre”?

Quién sabe. Tal vez, muy poco o, seguramente, menos de lo que corresponde a las oportunidades y talentos recibidos o menos de lo que uno honradamente sabe que debió hacer… y que no fue capaz de conseguir.

El tiempo debe ser considerado como el más valioso de los tesoros y el más grave de los encargos. Es un capital que, una vez dilapidado, no vuelve. No vuelve el tiempo pasado, así como no lo hace la flecha lanzada, la palabra dicha, ni la oportunidad perdida.

A menudo, la vida otorga segundas oportunidades, incluso cuando parece que ya no hay tiempo de sacarles partido. Pero el desaprovechamiento de oportunidades, cuya consecución era nuestra responsabilidad, SIEMPRE TIENE CONSECUENCIAS. Y esas consecuencias son definitivas, de una u otra manera, dejando huella en la historia de nuestro tiempo, que también de manera definitiva, se va para no retornar jamás.

Si tuviera que pesar mi corazón en la balanza de Osiris, es posible que fuera mucho más pesado que la pluma. No tendría, tal vez, mucho que presentar y tendría que recurrir a una licencia de procedimiento. Para vislumbrar alguna opción de salir airoso del tribunal, me vería obligado a presentar esos testigos buenos que, en el día de ayer, cuando finalmente cumplí 30 años, llenaron mi celular, mi buzón de voz y mi casilla de correo de las más significativas muestras de afecto. Esos testimonios, claro está, son parciales y su objetividad cede grandemente ante el cariño, que no permite ver lo real muchas veces, pero a lo mejor, podrían hacer pensar a Osiris que, efectivamente, en unos pocos aspectos, el corazón que se pesa en su balanza, fue el de una vida más o menos buena y medianamente decente.


Frase de Hoy: Malgasté mi tiempo, ahora el tiempo me malgasta a mí. (William Shakespeare)

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10 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Se me ocurre que Shakeaspeare dijo eso porque no sabía que era Shakespare o al menos la importancia que tendría despues. Y tocamos un tema importante o no. ¿ Puede ser cierto que algunos " iniciados" dictaron su doctrina por medio de hombres normales.?
Según algnos Shakespeare fue un logoti`po. Otros escribieron por él aunque firmara él. ¿ Sabes algo del tema? También se habla del filósofo Francis Bacon como un ser privilegiado. Al igual que Newton y otros. ¿ Podrías ampliar o desmentir estas dudas? Saludos y adelante con tu página. Me gusta.

08 octubre, 2005 18:59  
Anonymous Anónimo said...

Llegué a tu blog por simple casualidad y curiosidad,.. me atrae mucho la cultura griega y egipcia, haz leído El Kibalión?... Bueno, con respecto a Dios, creo,.. no apunta con aquel dedo acusador, ni tampóco tiene semejanza humana, mas bien, desde mi perspectiva, creo en la inteligencia universal y creo que para ingresar a lo que se conoce como "el paraíso", no basta con autolimitarse en el actuar a causa de un posible castigo divino,.. mas bien creo que uno está listo cuando los sentimientos de compasión, benevolencia y verdad, y querer al prójimo desinteresadamente, nacen sin esfuerzo, es mas, no lo notas en lo absoluto, (Jesús, Ghandi, Teresa De Calcuta, Padre Hurtado, Pio y una enormidad de seres anónimos que han dejado su magna precencia, en ésta imperfecta escuela, "La Tierra")... da para mucho el tema...

Muy didáctico tu blog...

Saludos del sol, Atcharya Utthita

08 octubre, 2005 22:34  
Anonymous Anónimo said...

Legabal: efectivamente, hay debates a nivel académico en torno a la autoría de las obras del maestro del teatro isabelino. Su obra es tan eminente, tan artisticamente acabado, tan sublimemente bello, que casi asusta que un solo hombre haya sido capaz de tanto talento.
En todo caso, la opinión general apunta a que, efectivamente, existió don William y fue el autor de las piezas por él firmadas.
Una controversia similar existe en torno a Homero, el poeta que compuso Ilíada y Odisea y, como en el caso del dramaturgo inglés, también los tratadistas mayoritariamente concluyen en su veracidad histórica y en la autoría de sus poemas.

09 octubre, 2005 10:53  
Anonymous Anónimo said...

Eres bastante culto querido amigo... Siempre es grato visitar tu pagina porque sin duda, saldré con mayor conocimiento al que tenía... Respecto a eso de malgastar el tiempo, generalmente actualizo mi blog en la mañana, en mi oficina.. por lo tanto esas horas "malgastadas" son las que me han faltado al final del día para concluir mis pendientes.. por lo tanto.. "termino malgastandome"..
Buena frase..
Que tengas un buen día vecino..

11 octubre, 2005 09:29  
Anonymous Anónimo said...

te invito no a un confesionario sino a compaatir con calen y tona
gracias

11 octubre, 2005 09:38  
Anonymous Anónimo said...

Me gusto la frase final, y vaya vaya después de leer lo que escribes me parece tan extraño que te des el tiempo de leerme, por eso se agradece aún más

11 octubre, 2005 12:44  
Anonymous Anónimo said...

Yo no creo que el tiempo se malgaste...siempre se gasta...pero malgastarse??? no me parece.

Saludos

11 octubre, 2005 13:13  
Anonymous Anónimo said...

Le tengo miedo al tiempo "malgastado", y no hay peor manera de gastar el tiempo que hacer cosas que uno no siente o dejar de hacer cuando se tiene al alcance lo que a uno si le gusta..., no sé pero como verás este post tuyo y mi dilema de hoy...mmmmmmmmm, ¿ que hago con mi balanza?!!!!!!!!!!!.
Me encantó, te mando un beso!!!!

11 octubre, 2005 14:04  
Anonymous Anónimo said...

que bueno sos post.. con todas las historias que cuentas...

lo de malgastar el tiempo... bien shakaspeare..¡¡

11 octubre, 2005 17:16  
Anonymous Anónimo said...

Sí, tu corazón pesa más, pero no porque te queremos sino porque sencillamente pesa en oro, que es de lo que está hecho.

13 octubre, 2005 15:21  

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