Hace 100 años. 11 de diciembre de 1916. Primera Guerra Mundial. La Austria-Hungría de Carlos I
Hace 100 años
11 de diciembre de 1916
Primera Guerra Mundial
La Austria-Hungría de Carlos I
Los Balcanes fueron el polvorín que incendió toda Europa en 1914 y luego
el mundo. Casi al terminar 1916, la península sigue siendo una región muy
intranquila.
En Grecia, han seguido desarrollándose los incidentes entre los realistas
y los venizelistas, luego de la desafortunada incursión de tropas de la Entente
en la capital, Atenas. Es lo que se conoce como “Noemvriana” (los “Sucesos de
Noviembre”, en el calendario juliano, que Grecia todavía seguía en 1916) y que significará
un fractura decisiva en la convivencia política de los griegos. El Rey
Constantino es un protegido del Zar Nicolás de Rusia, de modo que Francia y
Gran Bretaña no se atreven a producir su derrocamiento de manera directa, pero
aprietan la soga en torno a su cuello todo lo que pueden, de modo que el 8 de
diciembre, las flotas francesa y británica inician un bloqueo de Grecia.
El 5 de diciembre, puede darse por finalizada la Batalla del Río Arges,
en Rumania. Fue éste el último contraataque rumano sobre las fuerzas
germano-búlgaras, antes de que las últimas marcharan directamente sobre
Bucarest. Los ejércitos de los Imperios Centrales, mandados por el alemán
August von Mackensen, desde fines de noviembre, habían iniciado el cruce del
Río Arges, la última barrera natural antes de la capital rumana. Los rumanos, a
sugerencia de sus asesores franceses, lanzaron una contraofensiva que caería
sobre el flanco de la fuerza invasora. En la operación, los rumanos utilizaron
todo lo que quedaba de sus reservas y fueron apoyados por las tropas rusas que
se habían desplegado en Rumania, una vez qué ésta entró en la guerra.
El ataque rumano comenzó prometedoramente, pero la lentitud de las
reservas para entrar en acción y la rápida reacción de alemanes y búlgaros,
convirtieron la batalla en un desastre para Rumania y para la Entente. Para el
4 de diciembre, los rumanos se retiraban en todos los sectores del frente y
pronto sus fuerzas quedaron partidas en dos. Los restos del ejército en
retirada tuvieron cuidado de incendiar los ricos pozos petrolíferos de
Ploiesti, para evitar que cayeran en manos de los alemanes. Pero no pudieron
evitar que Bucarest capitulara el 6 de diciembre, luego de que el Rey Fernando
y su gobierno abandonaran la ciudad. Los rumanos dejaron alrededor de 150.000
muertos y heridos en el campo, además de perder otros 150.00 soldados, que
terminaron prisioneros de los búlgaro-alemanes. Eran pérdidas que un país
pequeño, como Rumania, aislado de sus más poderosos aliados, simplemente no
podía reponer. La campaña rumana estaba, de hecho, decidida, y la derrota
rumana no se precipitó de inmediato, sólo porque la llegada del invierno evitó
que los alemanes y los búlgaros siguieran avanzando.
Desde hace unos días, tras el fallecimiento de Francisco José, Carlos I
es Emperador de Austria y Rey Apostólico de Hungría. Carlos tiene buenas
intenciones, pero no tiene experiencia política y nunca tuvo oportunidad de
formar un círculo de asesores propios. No le queda más remedio que recurrir al
círculo de allegados del anterior heredero, Francisco Fernando, cuyo magnicidio
desencadenó la Gran Guerra en 1914. El asesinado archiduque, sin embargo, se
distinguía por sus ideas marcadamente autoritarias y tal vez, en un momento tan
crítico para la vieja monarquía habsburguesa, el autoritarismo no era la mejor
opción.
Apenas ascendido al trono, Carlos destituyó al Ministro-Presidente de
Austria, Ernest von Koerber, quien había sido designado en octubre de 1916 por
Francisco José, luego del asesinato de Karl von Stürgkh. Además de la mutua
antipatía de Carlos y Von Koerber, monarca y ministro mantenían importantes
diferencias de opinión. Koerber defendía el retorno a un estado constitucional
normal y el restablecimiento del “Reichsrat”, la asamblea legislativa
austriaca. Carlos, influido por los asesores heredados de Francisco Fernando,
quiso demostrar mano firme. Además deseaba implementar ciertos cambios, que
serían más fáciles de echar a andar si no había un parlamento estorbando en el
medio. En reemplazo de Koerber, Carlos designó a un miembro de la aristocracia
germano-bohemia, el conde Heinrich Clam-Martinic, que había pertenecido al
círculo de allegados de Francisco Fernando.
En la mitad húngara del Imperio, Carlos optó por la continuidad del conde
István Tisza como Ministro-Presidente. Tisza garantizaba la estabilidad de
Hungría, pero su elección también significaba reforzar la “magiarización” del
reino, en detrimento de las otras nacionalidades que lo poblaban y que pudieron
abrigar alguna esperanza de mayor autonomía con la llegada de un nuevo
soberano, tras el largo reinado de Francisco José.
Tisza, un viejo y hábil participante de los pasillos del poder, convenció
al nuevo y joven monarca de hacerse coronar Rey de Hungría lo antes posible,
con la idea de que el potente simbolismo de la ceremonia fortalecería los
ideales dinásticos en un momento en que el Imperio enfrentaba la crisis de la
guerra. Pero Carlos no calculaba que aceptar la coronación como Rey Apostólico
de Hungría lo obligaba a jurar la actual constitución y preservarla sin cambios,
de modo que restringía el espacio político que podía tener el nuevo soberano,
con vistas a las reformas que quisiera introducir en Hungría. La ceremonia de
coronación en Budapest fue programada para el 30 de diciembre. Se preparaba,
así, un despliegue de pompas y formalidades arcaicas que se veía ridículo ante
el fondo de la guerra mundial en desarrollo.
La conducción militar tampoco quedaría inmune a los cambios. El 2 de
diciembre, Carlos tomó en persona la comandancia en jefe de las fuerzas
armadas. Francisco José había preferido renunciar al mando de sus ejércitos,
debido a su avanzada edad. No obstante, la tradición imponía que los ejércitos imperiales
fueran mandados en batalla por un varón de la casa imperial. Al estallar la
guerra, el honor recayó en el archiduque Friedrich, un hombre pasivo y bonachón,
que no tenía deseos de conducir una guerra y que tampoco sabía cómo hacerlo,
pero que desempeñó el cargo en términos formales y honoríficos desde 1914,
dejando el mando efectivo de las operaciones al Jefe de Estado Mayor, el
general Franz Conrad von Hötzendorf. Entre otros apodos, el archiduque era
llamado “K. u. K. Grosspapa”, “Real e Imperial Abuelo”. Para no herir su
orgullo, ni mancillar el nombre de la dinastía, Carlos pasó a retiro al
archiduque Friedrich con todos los honores y condecoraciones habidas en el
nutrido protocolo de la vieja e imperial Austria. El Emperador tampoco se
entendería con el general Von Hötzendorf, que también sería dado de baja
algunos meses más tarde.
Abajo, el nuevo monarca Austrohúngaro conversa con uno de sus oficiales.
De fondo, un tren militar. La fotografía fue tomada a principios de diciembre
de 1916 en Ozydow, Galitzia, uno de los sectores más activos del Frente
Oriental.
Etiquetas: Guerras Mundiales, Historia
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