domingo, 16 de agosto de 2015

Hace 75 años. 16 de agosto de 1940. Segunda Guerra Mundial



Hace 75 años

16 de agosto de 1940
Segunda Guerra Mundial

El 14 de agosto de 1940, Sir Henry Tizard, connotado científico británico, parte hacia Estados Unidos, en la llamada “Misión Tizard”, cuyo objetivo era ofrecer a los estadounidenses, aún oficialmente neutrales, numerosos secretos militares y tecnológicos, a cambio de aprovechar el potencial industrial norteamericano para el esfuerzo de guerra británico.

El día 16 de se hace público un primer borrador de lo que se convertiría en el “Acuerdo de Destructores por Bases”, entre Estados Unidos y Gran Bretaña. El acuerdo consistía en dar al Reino Unido cincuenta destructores canadienses y norteamericanos obsoletos, a cambio de bases en territorios del Imperio Británico.

Entre el 11 y el 15 de agosto, italianos y británicos luchan en la Batalla de Tug Argan, en Somalia. Para evitar ser rodeados, los defensores británicos deben retirarse y seguir cediendo territorio a los italianos.

El 13 de agosto de 1940 es el “Adler Tag”, el “Día del Águila”, que es como los alemanes llamaron la primera jornada de asalto masivo, por parte de la “Luftwaffe”, para destruir, en tierra y en el aire, la Aviación de Caza de la “Royal Air Force”. Para muchos historiadores, el 13 de agosto es considerado el auténtico inicio de la Batalla de Inglaterra.

A mediados de agosto de 1940, el Reino Unido estaba acorralado en sus islas y su ejército sólo había conocido la derrota. Pero estaba mucho mejor preparado que los alemanes para una batalla aérea a gran escala. La aviación alemana tenía excelentes aparatos y sus pilotos habían demostrado contarse entre los mejores del mundo, pero estaba concebida para prestar apoyo a sus ejércitos que avanzaban en tierra, no para ganar una campaña completa por sí sola. Los bombarderos Heinkel, Dornier, Stuka y JU-88, carecían de la autonomía y del armamento necesarios para realizar ataques a larga distancia y defenderse de los “Spitfire” y “Hurricane” que defendían Gran Bretaña. La tarea de escoltar a los bombarderos alemanes recaía en dos modelos alemanes de caza. Uno era el “Messerschmitt Bf-110”, introducido en 1937 como caza pesado y de largo alcance. Al aparecer en escena, era uno de los aparatos más avanzados del mundo, pero para 1940, ya era superado en aspectos críticos por los cazas británicos, que le causaron enormes pérdidas. El otro modelo era el excelente “Messershcmitt Bf-109”, ágil, robusto y poderosamente armado, pero que carecía de autonomía suficiente para cruzar el Canal de la Mancha y combatir sobre Inglaterra el tiempo suficiente como para proteger adecuadamente a los bombarderos. En promedio, el combustible de un “109” no alcanzaba más que para 20 minutos de combate aéreo; expirado ese tiempo, el piloto debía empezar el regreso a sus bases en el continente o arriesgarse a quedar sin combustible en pleno vuelo o, peor aún, en pleno combate.

Al estar a la ofensiva sobre territorio controlado por el enemigo, a las pérdidas de pilotos muertos o heridos en acción, los alemanes debían sumar a todos los prisioneros que hicieran aterrizajes forzosos o descendieran en paracaídas sobre suelo británico. Estos hombres, como es obvio, no volverían a pilotar un avión hasta el final de la guerra. Los pilotos de la RAF, en cambio, si se lanzaban en paracaídas o eran obligados a aterrizar, simplemente retornaban a sus bases y tomaban otro avión para luchar al día siguiente. Para los alemanes, se hizo cada vez más difícil reemplazar a los pilotos y tripulaciones entrenadas que se perdían en la lucha. A los británicos tampoco se les hizo fácil conseguir reemplazos apropiados, pero contaban con los enormes recursos humanos de su Imperio y con los cientos de pilotos que huyeron desde las naciones ocupadas por Alemania. Canadienses, sudafricanos, polacos, checos, franceses y un largo etcétera, se embarcaron en los aparatos de la RAF para defender las Islas Británicas en ese momento clave de la guerra, que fue la Batalla de Inglaterra y que significó, en última instancia, salvar a la Europa Occidental (y tal vez a las libertades occidentales en general) de verse aplastada por una de las dos perores tiranías concebidas por el hombre: el nazismo y el comunismo.

Es posible que los alemanes, con su tradicional determinación, hubieran sido capaces de superar las debilidades que los colocaban en desventaja, pero siempre estuvieron atrás de los británicos en cuanto al manejo de la información. Los servicios alemanes de inteligencia no estuvieron a la altura del desafío y muchas veces hicieron que la “Luftwaffe” perdiera tiempo y recursos preciosos en acciones con poco o nulo efecto. Al contrario, el “Mando de Caza” británico, gracias a innovaciones notables, como el radar, y a una excelente organización, casi siempre estaba de antemano informado de la dirección y cantidad de aviones atacantes que se acercaban a su espacio aéreo. De este modo, los cazas británicos no necesitaban perder tiempo y combustible patrullando a la espera de los alemanes, sino que eran enviados directamente por los centros de control hacia los aviones atacantes.

Finalmente, para agosto de 1940, a pesar de la caída de Francia y de las otras derrotas aliadas, ya era claro que los Aliados eran el bando más dinámico en lo que se refería a la capacidad industrial y económica. El hecho de que, al terminar la Batalla de Inglaterra, Gran Bretaña fuera capaz de producir más aviones que Alemania, mostraba hasta qué punto la “guerra total”, propia del Siglo XX, se ganaba en las fábricas, tanto como en el campo de batalla. Y la historia enseña, una y otra vez, que es en sociedades libres donde se produce más y mejor.

Abajo, la representación artística del ataque de un grupo de Junkers JU-87 “Stukas” (por el alemán “Sturzkampfbomber”, es decir, “bombardero en picado”) a las instalaciones portuarias y a las naves atracadas en los muelles de Dover, en algún momento del verano boreal de 1940. Alrededor del Stuka en primer plano, aparecen otros bombarderos en picado, además de los Hurricanes que los acosan y los Bf-109 que aparecen desde lo alto para protegerlos de los ágiles cazas británicos.

La obra es del artista Robert Taylor y ha sido tomada de la presentación “Awesome Aviation Art”.



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