domingo, 15 de enero de 2017

Hace 100 años. 15 de enero de 1917. Primera Guerra Mundial. Una paz esquiva

Hace 100 años
15 de enero de 1917
Primera Guerra Mundial

Una paz esquiva

En estos días de enero, los británicos hacen los primeros esfuerzos para retomar Kut en Mesopotamia, actual Irak. La rendición de las tropas británicas en Kut, en abril de 1916, había sido una de las peores humillaciones sufridas por el “Royal Army” en su historia. La imposibilidad de levantar el asedio y la rendición resultarían ser mucho más costosas que sólo el honor de los mandos británicos. Más de 13.000 hombres pasaron a un cautiverio del que un alto porcentaje no sobreviviría y retomar Kut costaría un enorme esfuerzo a las fuerzas imperiales británicas, que tendrían que empeñarse en una batalla de varias semanas para recapturar la plaza y de varios meses para recuperar la iniciativa en el teatro de operaciones de Irak.

Durante los días 10 y 11 de enero de 1917, los gobiernos europeos involucrados en la guerra declinan los esfuerzos de paz hechos a través del Presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson. Esta última tentativa de paz había surgido por iniciativa de Alemania, en diciembre de 1916, cuando el “Reich” y sus aliados llamaron públicamente a negociaciones de paz, sin precisar demandas o condiciones específicas. A primera vista, la postura alemana parecía basarse en su confianza en la victoria final y en su posición militar. Las motivaciones eran, sin embargo, más complicadas.

El principal promotor de la iniciativa, dentro del gobierno alemán, era el canciller, Theobald von Bethmann-Hollweg, quien se daba cuenta que el reloj corría en contra de Alemania. En el interior del país, a medida que avanzó 1916, la postura del Partido Socialdemócrata, entonces mayoritario, aunque nunca se restó del esfuerzo bélico, se volvió cada vez más vehemente en exigir seguridades de parte del Káiser y de su gobierno, en el sentido de que el Imperio Alemán luchaba por la paz y en legítima defensa, no con ánimo de conquista. Austria-Hungría, el principal aliado de Alemania, estaba crecientemente desmoralizado y, si bien es cierto que las tropas alemanas y sus aliados ocupaban considerable territorio enemigo en los dos mayores frentes europeos, los Imperios Centrales enfrentaban una coalición que contaba con mayores recursos y era capaz de imponer un bloqueo que estaba estrangulando la economía alemana de manera lenta, pero inexorable.

Desesperados por romper el estancamiento de la guerra, muchos altos mandos alemanes querían relanzar la guerra submarina sin restricciones, un curso que Bethmann-Hollweg temía podía empujar a Estados Unidos a la guerra contra Alemania. El intento de paz de Bethmann-Hollweg, que encontró buen eco en el Presidente Wilson, buscaba liberar al “Reich” de estas presiones internas y externas. Si los Aliados aceptaban la oferta de paz, la guerra submarina sin restricciones sería evitada y las negociaciones se entablarían a partir del status quo de fines de 1916, que favorecía ampliamente a una Alemania que ocupaba, junto con sus aliados, gran parte del norte de Francia, casi toda Bélgica, toda Serbia, gran parte de Rumania y gran parte de la Rusia europea. Si la oferta era rechazada, Berlín podía gritar a los cuatro vientos que la responsabilidad de continuar la guerra recaía en la Entente. Con el escenario político resultante, el canciller germano esperaba asegurar el apoyo de la izquierda alemana para un mayor sacrificio de guerra y revigorizar la voluntad de lucha de la dubitativa Monarquía Dual.

Bethmann-Hollweg también esperaba que subrayar el deseo de paz alemán y la intransigencia de la Entente podía hacer más tolerable la guerra submarina sin restricciones para las naciones neutrales, especialmente Estados Unidos. Finalmente, el Jefe de Gobierno de Guillermo II esperaba que un rechazo público a una posible paz acrecentaría los sentimientos antibélicos entre la población de Francia y Rusia, que podría terminar obligando a sus respectivos gobiernos a llegar a una paz por separado.

Las repercusiones del rechazo de la Entente a sentarse a negociar fueron mucho menos dramáticas que lo esperado por Bethman-Hollweg. El canciller alemán incurrió en un error que Alemania venía cometiendo desde el inicio de la guerra en 1914, consistente en subestimar la voluntad de lucha de las potencias de la Entente, que apostaban demasiado en la lucha, como para aceptar cualquier cosa que no fuera una victoria total. El año 1917 traería nuevas victorias tácticas para los Imperios Centrales, pero el panorama estratégico mundial se haría más sombrío para Berlín, incluso con el Imperio Ruso hundido en la locura de la Revolución.

La ilustración de abajo representa la forma en que el Almirantazgo británico en Londres controlaba las unidades de su principal arma, la “Royal Navy”, que le permitía controlar las comunicaciones mundiales, las líneas de suministro y, en última instancia, a diferencia de Alemania, soportar una guerra prolongada.




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