Hace 75 años. 15 de enero de 1942. Segunda Guerra Mundial. El Terror Rojo (III)
Hace 75 años
15 de enero de 1942
Segunda Guerra Mundial
El Terror Rojo (III)
A las 15.00 horas del 9 de enero de 1942, los japoneses lanzan la
ofensiva principal contra la Península de Bataán, donde se refugian las tropas
filipino-estadounidenses, mandadas por el general Douglas MacArthur. La
veterana 48ª División del Ejército Japonés había sido reemplazada hace poco por
la inexperta 65ª Brigada de Infantería, cuyos primeros ataques son rechazados
por las defensas. El 10 de enero, el Imperio Japonés declara la guerra a los
Países Bajos, nación contra la que estaba ya, de hecho, luchando. Al día
siguiente, tropas niponas inician la campaña terrestre contra las Indias
Orientales Holandesas, al desembarcar en la Isla de Tarakan, frente a Borneo.
Enfrentados a fuerzas muy superiores, los comandantes holandeses se retiran,
luego de destruir los 700 pozos petroleros de Tarakan, para evitar que caigan
en manos japonesas.
El mismo día en que desembarcan en Tarakan, tropas japonesas entran en
Kuala Lumpur, capital de la Malasia Británica, sin encontrar oposición y
capturando abundantes municiones y suministros abandonados por las tropas
británicas y coloniales en retirada. El 13 de enero, llega hasta Singapur el
convoy DM1, que había partido desde Durban, Sudáfrica. Los buques transportan
9.100 soldados de la “Commonwealth”, armas antiaéreas y 52 cazas “Hawker
Hurricane”.
En los cielos de Europa Occidental, la “Luftwaffe” y la “RAF” siguen
empeñadas en una guerra de desgaste que es peor negocio para Alemania que para
Gran Bretaña. Los alemanes perdieron la Batalla de Inglaterra en el otoño de
1940 y el “Blitz” no consiguió poner al Reino Unido de rodillas; de hecho,
fortaleció la voluntad británica de lucha. De todos modos, los alemanes
realizan incursiones aéreas cada vez que pueden sobre las Islas Británicas,
pero son cada vez menos frecuentes y cada vez causan menos daño. En cambio,
hace meses que los británicos se sienten más seguros de sus capacidades aéreas
ofensivas y hacen blanco de las ciudades del “Reich”. El 14 de enero, Hamburgo,
la segunda ciudad de Alemania, que cuenta con uno de los mayores puertos de
Europa, es bombardeada por primera vez por las fuerzas principales de ataque de
la “Royal Air Force”. La incursión es nocturna y dura hasta las primeras horas
del día 15. A lo largo de la guerra, la ciudad sería objeto de 17 grandes
bombardeos y un 75% de la misma quedaría convertido en ruinas.
En el Frente Oriental, los alemanes intentan estabilizar sus líneas, pero
la arremetida del Ejército Rojo, aunque ha perdido el primer impulso, todavía
ejerce mucha presión sobre las castigadas unidades de la “Wehrmacht”. Por el
momento, al menos hasta que termine el invierno, la Unión Soviética está
salvada del colapso, aunque le esperan casi cuatro años más de grandes
sacrificios para reconquistar su propio territorio y terminar la guerra en
Berlín, ante las mismísimas oficinas que usaran Hitler y sus asesores en la
Cancillería.
La URSS que está recién empezando a devolver los golpes del nazismo es un
gigantesco estado multinacional, cohesionado durante 25 años gracias al terror,
usado como instrumento principal de gobierno desde el mismo nacimiento del
nuevo estado totalitario. A fines de 1920, Lenin y sus seguidores cerraban
victoriosamente las últimas batallas de la Guerra Civil, pero enfrentaban
graves crisis de gobernabilidad interna. A fines de 1920, los abusos de los
destacamentos de requisa causaron una gran revuelta campesina en la Provincia
de Tambov, que contagió a muchas otras zonas campesinas, que resistieron a las
tropas especiales de seguridad has bien entrado 1921. La respuesta de Lenin y
su gobierno fue imponer medidas tan drásticas, como escarmentar a las familias
sospechosas de ayudar o simpatizar con las sublevaciones, fusilando sin juicio
a los hijos mayores o a toda persona que no se identificara apropiadamente.
El asalto constante a la gran mayoría campesina de la población rusa,
combinado con el efecto de la guerra civil, produjo una gran hambruna, que
empezó a dejarse sentir a mediados de 1921. En lo más álgido, durante el verano
de 1922, la hambruna afectó a unas 30 millones de personas. El régimen obtuvo
ayuda internacional, gracias al respaldo recibido de miembros de lo que quedaba
de la “intelligentsia” rusa con buenos contactos en el extranjero, quienes
formaron un Comité Pan-Ruso para enfrentar el hambre, que unió fuerzas con la
Iglesia Ortodoxa Rusa. Cuando la Cruz Roja y otros organismos internacionales
empezaron a enviar ayuda, Lenin ordenó disolver el comité y arrestar o exiliar
a sus miembros, demasiado llamativos para lo que podía tolerar el gobierno
bolchevique. A pesar de la ayuda, más de 5 millones de personas murieron por
efecto de la hambruna de 1921-1922.
Las últimas víctimas de la tiranía de Lenin fueron la Iglesia y los
intelectuales que pudieran ser considerados sospechosos o potencialmente
peligrosos para el gobierno bolchevique. Entre marzo de 1923, cuando Lenin fue
apartado del gobierno luego de sufrir un tercer ataque cerebral, y finales de
1927, cuando Stalin consolidó su poder en el Kremlin, el enfrentamiento entre
el régimen y la sociedad experimentó una tregua, que permitió recuperarse de
sus heridas a la sociedad, especialmente a los campesinos, que representaban un
85% de la población rusa. Pero tras la expulsión de Trotsky y sus partidarios,
a inicios de 1928, el nuevo hombre fuerte de la ahora Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, Iosif Stalin, decidió que era tiempo de consolidar los
“logros” revolucionarios y reemprender su ataque contra todos los que pudieran
representar un peligro para el partido de gobierno, que iba abandonando su
nombre revolucionario de “bolchevique” y se institucionalizaba como Partido
Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Igual que diez años antes, el enemigo
principal del régimen era el campesinado. Pero ahora los campesinos estaban
mucho más debilitados y no tenían la fuerza para resistir. Para fines de 1929,
Stalin decidió romper la tregua contra esa gran nación de campesinos rusos y
proceder a la colectivización forzosa del campesinado ruso, bajo el pretexto de
“erradicar a los kulaks”, es decir, a los “campesinos ricos”, supuesto el caso
de que existieran en verdad.
El enfrentamiento entre gobierno y campesinado significó deportar más de
2 millones de campesinos y provocar la muerte por hambre de unas 6 millones de
personas en 1931-1933, en una segunda hambruna, aún peor que la de los años ’20
y que golpeó especialmente a Ucrania, al punto de considerársela un intento
genocida del pueblo ucraniano. Es lo que se conoce como el “Holodomor”, el
sometimiento de las masas campesinas mediante el arma del hambre, bajo el
pretexto de despojar a los campesinos acomodados y aplicar la “igualdad”
socialista.
La mayoría de los campesinos habían sufrido un profundo empobrecimiento
desde la Revolución, de modo que no había forma de identificar a un “kulak”
siguiendo reales signos exteriores de riqueza. Un campesino podía ser detenido
y deportado a un campo de concentración o a una región aislada, junto a su
familia, por haber vendido en el mercado algunos kilos de grano, por haber dado
trabajo a un obrero agrícola o por haber dado muerte a un cerdo “con la
finalidad de consumirlo y sustraerlo a la apropiación socialista”, como rezaba
una orden de la época. De modo que cualquiera podía ser víctima de una
situación de abusos y arbitrariedad generalizada, que se prestaba para ajustes
de cuentas y para el saqueo.
Decenas de miles fueron ejecutados y cientos de miles fueron arrancados
de sus lugares de origen, para ser enviados a campos de trabajo o como “colonos
especiales”, a zonas particularmente inhóspitas y apartadas, donde también,
muchas veces, eran obligados a trabajar forzadamente en obras públicas
faraónicas y absurdas, como el canal proyectado entre el Báltico y el Mar
Blanco, que se esperaba fuera excavado en roca granítica usando sólo brazos,
picotas y carretillas. Familias y comunidades enteras eran subidas a vagones de
ganado, para emprender interminables viajes, que solían hacerse más largos,
debido a la lenta burocracia del sistema, incapaz de clasificar a los cientos
de miles de personas deportadas, que podían quedar varadas durante semanas en
centros de clasificación. En condiciones espantosas de falta de higiene y
hacinamiento, las enfermedades se esparcían y los prisioneros morían como
moscas. Si sobrevivían al horrible viaje en tren, los deportados debían
soportar una marcha de la muerte a pie, adonde les esperaba el campo de
trabajos forzados o una zona de colonización especial, donde las condiciones
eran de pesadilla. Un informe de la región de Arcángel, en el Ártico ruso, de
septiembre de 1930, reconocía que, de las 1.641 habitaciones que deberían
haberse construido para los deportados, sólo 7 habían sido terminadas cuando
éstos llegaron. Los recién llegados debían recurrir a una “zemlianka”, es
decir, un agujero en la tierra, tapado con unas ramas. Desde luego, además de
carecer de techo, no tenían comida suficiente, ni calefacción. Es lo que muchos
autores han llamado “deportación-abandono”, pensada como un modo de someter y exterminar
poblaciones completas.
La hambruna provocada y no socorrida de las regiones más fértiles de la
vieja Rusia terminó por quebrantar toda estructura que pudiera resistir al
régimen comunista en el mundo campesino. En 1934, fue significativo que la
policía política cambiara su nombre a “NKVD” (“Comisariado del Pueblo para el
Interior”, siguiendo su sigla en ruso). El escenario estaba listo para que el
régimen comunista iniciara la siguiente fase de su asalto contra la sociedad,
que sería conocido como “El Gran Terror” estalinista y que estaría dejando
sentir sus efectos todavía al iniciarse la guerra contra la Alemania Nazi.
Para el pueblo soviético, el terror y el abuso no eran, por desgracia,
algo nuevo, aparecido con la bárbara agresión de Hitler.
En la fotografía, se ve una familia “kulak”, frente a la que fuera su
vivienda, en el momento en que es despojada, para ser enviada a la deportación.
Etiquetas: Derechos Fundamentales, Guerras Mundiales, Historia
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