Hace 75
años
9 de abril
de 1942
Segunda
Guerra Mundial
La rendición de Bataán
El 3 de
abril de 1942, los portaaviones “Shokaku” y “Akagi”, de la Armada Imperial
Japonesa, entran en el Océano Índico, acompañados de un grupo de batalla. Desde
el siglo XIX, el Índico se había convertido en un “lago británico”. La
dependencia francesa de Madagascar era la única presencia colonial importante
en sus orillas, sobre la que no ondeaba la “Union Jack”. El resto, desde el
Cabo de Buena Esperanza, hasta las Indias Orientales Holandesas, era una zona
de decidido predominio británico. La múltiple ofensiva japonesa de diciembre de
1941-abril de 1942 cambió esa relación de fuerzas a favor de los japoneses.
Tras amenazar Australia, conquistar Singapur y penetrar en Birmania, el Japón
prácticamente barrió la presencia naval británica en el Extremo Oriente y se
dio el gusto de incursionar en el Índico, casi sin hallar oposición de la
otrora todopoderosa “Royal Navy”.
Mientras
el “Shokaku” y el “Akagi” ponían rumbo hacia Ceilán, fueron avistados el 4 de
abril por un “Catalina”, a unas 400 millas marinas al sur de la isla. Un “Zero”
despegó y derribó rápidamente al “Catalina” que, no obstante, pudo enviar por
radio la ubicación de la flota japonesa. Pero los británicos no tenían los
medios para hacer frente a la poderosa formación japonesa, que lanzó 89
bombarderos en picado y torpederos hacia la base naval de Colombo, Ceilán,
causando destrozos en el puerto y hundiendo un mercante. Alrededor del mediodía,
un hidroavión lanzado por el crucero japonés “Tone”, detectó a los cruceros
británicos “HMS Cornwall” y “HMS Dorsetshire”, que fueron atacados por 53
aviones japoneses y resultaron hundidos. El 8 de abril, el portaaviones
británico “HMS Hermes” abandona Triconmalee, escoltado por el destructor
australiano “HMAS Vampire”, ante la cercanía de la flota japonesa. Al día
siguiente, 9 de abril de 1942, los portaaviones japoneses lanzaron sus
aeronaves contra el puerto y, más tarde, detectaron al “Hermes” y al “Vampire”,
que fueron hundidos esa misma jornada.
En el
Frente Oriental, el 3 de abril, un grupo de 62 “Stukas” y 70 bombarderos
horizontales, escoltados por 59 cazas “Bf-109”, atacan la flota soviética
anclada en Kronstadt. Como resultado del ataque, resultan con diversos daños
los acorazados “Revolución de Octubre” y “Petropavlovsk”, los cruceros “Gorki”
y “Kirov”, y los destructores “Silny” y “Grozashchi”. En el Este, la guerra
está a punto de recobrar el ritmo vertiginoso de 1941. El 5 de abril, Hitler
emite la Directiva Número 41, que ordena atacar la región de Stalingrado y el
Cáucaso, ambos en el sur de la URSS. El 6 de abril, la “Luftwaffe” consigue una
exitosa misión de suministro aéreo a las tropas alemanes que quedaron rodeadas
en Kholm, luego de la contraofensiva soviética de fines de 1941. La “bolsa de
Kholm” y la “bolsa de Demiansk” demostraron que la aviación podía ser muy útil
para abastecer a tropas cercadas. Sin embargo, el suministro aéreo a las
fuerzas encerradas en Kholm y en Demiansk provocó un exceso de confianza en la
capacidad de sostener una batalla de asedio sólo con material entregado desde
el aire. Cuando se produjera una situación similar en Stalingrado, a fines de
1942, ese exceso de confianza resultaría catastrófico para los alemanes.
Malta
continúa bajo asedio. El 3 de abril, aviones alemanes hunden el submarino
griego “Glavkos”. El 5 de abril, bombarderos italianos hunden el dragaminas
“HMS Abingndon” y el destructor “HMS Gallant”. El destructor “HMS Lance”
también fue dañado. El frente norteafricano, que tan conectado está con la
suerte de Malta, está en una fase de relativa calma, mientras ambos bandos
reponen fuerzas, a la espera de un momento favorable para nuevas ofensivas.
Luego de su fulgurante éxito de la “Operación Crusader”, los británicos fueron
empujados por Rommel hasta la Línea de Gazala, donde el frente se estabilizó
debido al agotamiento de los ejércitos contendientes.
En las
Filipinas, el 3 de abril de 1942 partió con un intenso bombardeo aéreo y
artillero de los japoneses sobre las posiciones estadounidenses en Bataán.
Entre las 9.00 y las 15.00 horas, cientos de piezas artilleras y aviones
dejaron caer su carga mortal sobre los defensores. Con las defensas reblandecidas
por el bombardeo, los japoneses se lanzaron al asalto y ese mismo día penetraron
las líneas defendidas por la 41ª División de Infantería Filipina. El 9 de abril
de 1942, las tropas filipinas y estadounidenses que defendían la Península de
Bataán son obligadas a rendirse. Sólo queda el reducto insular de Corregidor,
donde algunos miles de soldados seguirán negando a los invasores japoneses,
durante algunas semanas, la conquista total de Filipinas y el aprovechamiento
de Manila, la mejor bahía del Pacífico asiático.
Para el
Japón, controlar las Filipinas era clave en su esfuerzo de dominar el Pacífico
Sudoccidental, proyectarse hacia las Indias Orientales Holandesas y defender su
flanco asiático sudoriental. Para fines de diciembre de 1941, los japoneses
habían destruido o reducido al mínimo la presencia de aeronaves y buques
norteamericanos alrededor de las Filipinas, efectivamente aislando el
archipiélago de toda posibilidad de refuerzos y haciendo muy difícil la llegada
de pertrechos. Los planes de defensa estadounidenses establecían que las
fuerzas del “US Army” y las tropas de la “Mancomunidad de Filipinas” librarían
una primera batalla para demorar el avance de los invasores japoneses, para
tener tiempo de almacenar lo necesario en Bataán y Corregidor, pensando en
resistir un asedio de seis meses. Los planificadores de preguerra suponían que,
durante ese lapso, la flota norteamericana del Pacífico se habría abierto
camino y habría destruido a la Marina Imperial Japonesa, permitiendo un flujo
libre de hombres y material de guerra hacia el archipiélago. Sin embargo, luego
del ataque sobre Pearl Harbor y las derrotas en torno a las Indias Holandesas,
la presencia naval estadounidense prácticamente desapareció del teatro de
operaciones filipino. El general Douglas MacArthur estimaba que estos planes
eran derrotistas y prefirió implementar un curso de acción más agresivo,
intentando defender todo el archipiélago de desembarcos japoneses. Sin embargo,
al final, las tropas defensoras fueron obligadas a retroceder y la dispersión
de recursos impidió que los sitiados en Bataán tuvieran suficientes suministros
para un largo asedio.
Entre
diciembre de 1941 y marzo de 1942, las tropas filipino-estadounidenses lucharon
batallas defensivas en una serie de líneas fortificadas, que terminaron en la
Península de Bataán, donde se planteó la resistencia final, menos de cuatro
meses después de iniciada la invasión y sin que existiera posibilidad, en el
corto plazo, de que la “US Navy” y las marinas aliadas pudieran recuperar el
control de las líneas de comunicación marítima. Los defensores de Bataán, salvo
por la esporádica llegada de algunos submarinos con suministros, estaban solos.
MacArthur
recibió la orden de abandonar su comando y partió hacia Australia a fines de
marzo de 1942, quedando el general Jonathan Wainwright a cargo de lo que
quedaba de las fuerzas defensoras. Durante marzo y hasta los primeros días de
abril, la línea de defensa fue machacada con decenas de piezas de artillería y
bombardeos de aviación. El 3 de abril, 300 cañones y 100 aviones precedieron el
avance de la 65ª Brigada y de la 4ª División del Ejército Imperial Japonés, que
empezó a ganar terreno en todo el frente. El teniente general Masaharu Homma,
comandante del 14º Ejército Japonés, ya había intentado dos veces tomar la
posición al asalto y había sido rechazado. Basado en su experiencia inmediata,
Homma suponía que le tomaría una semana romper la primera línea de defensa y un
mes completo para limpiar otras dos líneas defensivas que suponía debía
encontrar en su camino. Sin embargo, para el 6 de abril, los japoneses habían
destrozado el centro de la línea norteamericana y rechazado todos los
contraataques de los desesperados defensores.
Para el 7
de abril, la defensa empezó a derrumbarse, con los comandantes habiendo perdido
contacto con muchas de sus unidades, que se retiraban en desorden. Durante los
dos últimos días de batalla, el II Cuerpo y lo que quedaba del I Cuerpo filipino-estadounidense
se desintegraron, con los pocos caminos disponibles llenos de refugiados y de
unidades que huían del avance japonés. El 9 de abril de 1942, comprendiendo que
la resistencia resultaba inútil, el comandante de la defensa de Bataán, general
Edward P. King, se presentó ante el general Kameichiro Nagano, para discutir
los términos de la capitulación.
Era la
mayor rendición de tropas estadounidenses desde la Guerra de Secesión. Para
60.000 soldados filipinos y 15.000 soldados norteamericanos, se iniciaba la
tristemente célebre “Marcha de la Muerte de Bataán”, hacia sus lugares de
reclusión como prisioneros de guerra. Alrededor de 10.000 hombres consiguieron
escapar del cerco y formaron una guerrilla en las montañas, hasta que, dos años
más tarde, MacArthur cumplió su promesa de regresar.
En la
fotografía, un grupo de prisioneros filipinos y estadounidenses son vigilados
por soldados japoneses, tras la rendición de Bataán.
Etiquetas: Guerras Mundiales, Historia