domingo, 30 de octubre de 2016

Hace 100 años. 30 de octubre de 1916. Primera Guerra Mundial. Verdún: Francia al contraataque



Hace 100 años

30 de octubre de 1916
Primera Guerra Mundial

Verdún: Francia al contraataque

El 25 de octubre de 1916, tropas búlgaras capturan Cernavoda, en la Dobruja rumana. El Ejército Rumano, aislado de sus poderosos aliados, que no son capaces de prestarle la asistencia prometida al momento de entrar la guerra, es exprimido desde tres frentes por búlgaros, alemanes, turcos y austrohúngaros. Es sólo cuestión de tiempo para que Rumania sea sacada de la guerra. Lo que parecía una resonante victoria diplomática de la Entente, cuando Rumania declaró la guerra a los Imperios Centrales, se ha ido convirtiendo en un nuevo fiasco en los Balcanes para Francia y Gran Bretaña.

En la noche del 26 al 27 de octubre, se produce la Batalla del Estrecho de Dover. Los alemanes, a comienzos del mes, habían aumentado su presencia en la zona del Canal de la Mancha, con el refuerzo de dos flotillas completas de lanchas torpederas. Hasta ese momento, la Flotilla de Flandes había estado equipada con tres lanchas torpederas mayores y algunas lanchas torpederas pequeñas “Clase A”. Tras el refuerzo, los alemanes podían alinear 23 lanchas torpederas mayores, capaces de desafiar en combate a la Patrulla de Dover británica. Como no habían tenido recursos suficientes, hacía tiempo que los alemanes no se aventuraban en el Canal, de modo que la vigilancia británica se había relajado.

Con tan considerables fuerzas a su disposición, el almirante Ludwig von Schroeder decidió lanzar una incursión contra la llamada “Barrera de Dover”, que fue la denominación dada a una serie de obstáculos levantados por los británicos en el Canal y cuyo propósito era evitar el ingreso en éste de navíos alemanes, especialmente submarinos. Al momento del ataque alemán, la barrera estaba custodiada por el antiguo destructor “HMS Flirt”, el yate armado “Ombra” y el arrastrero armado “H.E. Straud”. Los 28 remolcadores encargados de manipular las redes antisubmarinas de la Barrera tenían un fusil cada uno por toda defensa. Adicionalmente, en el puerto de Dover, seis destructores de la clase Tribal estaban disponibles para ser llamados en caso de necesidad.

El ataque tomó a los británicos tan por sorpresa, que más de una vez, durante el enfrentamiento, los defensores tomaron a los buques alemanes por unidades propias y se dieron cuenta de su error, recién cuando recibieron nutrido fuego de torpedos y artillería de calibre pequeño y mediano. Cuando los alemanes decidieron regresar a sus bases, habían sufrido apenas algún daño en una de sus lanchas torpederas, a cambio de hundir un destructor, 6 remolcadores y un transporte de tropas, además de dañar 3 destructores, un arrastrero armado y 3 remolcadores.

El 28 de octubre, Ernest von Koerber es nombrado Ministro-Presidente de Cisleitania, es decir, jefe del gobierno de la mitad austriaca del Imperio Austrohúngaro. Fue designado en reemplazo del asesinado Conde Karl von Stürgkh. Sería el último jefe de gobierno de Francisco José I. El anciano Emperador de Austria y Rey de Hungría estaba a punto de entrar en el último mes de su reinado. Con casi 68 años en el poder, sólo Luis XIV de Francia, en el siglo XVII, fue rey durante más tiempo que él en alguna monarquía europea y ninguno otro europeo ejerció el cargo de emperador por más tiempo. Su deceso, que ocurriría a fines de noviembre, sería sintomático del fin de una época y un estilo de vida, despedazado por la peor guerra que había conocido el género humano.

El 29, Huseyn Bin Alí, Jerife de la Meca, es proclamado “Rey de los Árabes”. Para conseguir su apoyo contra los turcos, el Jerife había recibido de la Entente la promesa de un estado panárabe a ser establecido en los dominios otomanos, una vez que la guerra terminare con la victoria franco-británica. En su momento, es posible que la proclamación de Huseyn como rey haya tenido el propósito de convocar más tribus árabes a la revuelta lanzada contra el Sultán de Turquía. Pocos días antes, el 16 de octubre, había llegado hasta Yida, donde se concentraban las tropas del jerife, el teniente Thomas Edward Lawrence. Entusiasmado con la causa nacional árabe y antes de haber cumplido los 30 años, a fines de noviembre, consiguió ser nombrado oficial de enlace británico con las fuerzas de la revuelta, dirigidas militarmente por Faisal, hijo del Jerife. Al terminar la contienda, sería conocido en todo el mundo como “Lawrence de Arabia” y fascinaría al público con “Los Siete Pilares de la Sabiduría”, el vibrante recuento autobiográfico de sus peripecias en el Medio Oriente.

En el Frente Occidental, la acción se concentra en Verdún por estos días, donde los franceses lanzan lo que su historiografía denomina “1ère Bataille Offensive de Verdun”, “Primera Batalla Ofensiva de Verdún”. Los alemanes están golpeados y han tenido que extremar recursos para sostenerse en las grandes batallas de Verdún y el Somme al mismo tiempo. Además, el “Deutsches Heer” está también empeñado en Rumania, en Salónica, en el Frente Ruso y pronto lo estará en el Frente Alpino. El final de 1916 será complicado para Berlín. Los franceses, en cambio, que tenían concentradas las mayoría de sus fuerzas en las trincheras del oeste de Europa, habían podido reemplazar siete de las veintidós divisiones del área de Verdún y habían procedido a una completa reorganización de la infantería, para adaptar sus pelotones a las necesidades de una batalla de asalto contra las posiciones alemanes, especialmente los simbólicos fuertes de Vaux y Douaumont, que habían caído en manos alemanas al comienzo de la batalla, en febrero de 1916. Durante el bombardeo preliminar, los franceses dispararon en seis días más de 855.000 proyectiles de artillería sobre los alemanes, incluyendo las piezas súper pesadas “Saint-Chamond”, de 400 milímetros y de casi una tonelada de peso. No menos de 20 de estas enormes bombas alcanzaron el interior del Fuerte Douaumont y una de ellas penetró hasta el subsuelo, donde empezó un incendio junto a un depósito de granadas de mano. El efecto fue devastador.

El 21 de octubre, por fin los franceses se lanzaron al asalto, usando una nueva táctica, que consistía en ir lanzando andanadas artilleras, que se movían luego de unos pocos minutos de golpear el mismo sector, seguidas de cerca por la infantería. De este modo, los defensores no podían abandonar a tiempo sus refugios contra la artillería y eran asaltados por los atacantes mientras seguían confundidos por el fuego de los cañones. El 24 de octubre, el Fuerte Douaumont fue recapturado por los “poilus”. Para el 25, la ofensiva francesa había tomado 6.000 prisioneros y dislocado seriamente las líneas alemanas, aunque un primer intento de tomar el Fuerte Vaux fue rechazado por los alemanes, que se mantendrían en el fuerte hasta los primeros días de noviembre.

En la fotografía, se aprecia el estado en que quedó el Fuerte Douaumont tras sufrir las atenciones de la poderosa y precisa artillería de “L’Armée de Terre”. Los innumerables cráteres dan al paisaje un aspecto inquietantemente lunar.


 

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Hace 75 años. 30 de octubre de 1941. Segunda Guerra Mundial. La “Wehrmacht” hacia Moscú



Hace 75 años

30 de octubre de 1941
Segunda Guerra Mundial

La “Wehrmacht” hacia Moscú

La lucha en los mares del mundo es intensa, con los submarinos alemanes como protagonistas. En la noche del 23 al 24 de octubre de 1941, el “U-563” ataca el convoy HG-75, mientras navegaba 450 kilómetros al oeste de Gibraltar. La incursión deja 159 muertos entre los tripulantes de los transportes y consigue encajarle un torpedo a uno de los escoltas, el destructor británico “HMS Cossack”, que puede, no obstante, seguir cumpliendo su tarea, a pesar de los daños. Algunas horas más tarde, el “U-564” se une al acoso, hundiendo tres transportes británicos más.

El 24 de octubre, el buque de pasajeros “Tatsuta Maru” deja Hawaii, con destino a San Francisco. Había salido desde Japón algunos días antes, con ciudadanos norteamericanos y de otras naciones neutrales, ante el rápido deterioro de las relaciones entre Japón y Estados Unidos. Cuando la nave llegue hasta California, emprenderá el viaje de regreso con pasajeros nipones, igualmente preocupados de quedar atrapados en el territorio de un país que podría convertirse en enemigo del suyo. Tokio y Washington no han abandonado la mesa de negociaciones, pero ambos gobiernos, de hecho, ya están realizando preparativos para el inicio de lo que será una durísima guerra.

El Primer Ministro Británico, Winston Churchill, y el Almirantazgo suponían que la entrada de Japón en la guerra sería inminente. La mayor parte del esfuerzo bélico británico había estado concentrado en Europa hasta el momento, de modo que la presencia de la “Royal Navy” en el Pacífico y en Asia estaba relativamente disminuida. Con la idea de disuadir a los japoneses de una agresión contra las colonias británicas, el 25 de octubre de 1941, el acorazado “HMS Prince of Wales” fue despachado desde la “Home Fleet” hacia Singapur, acompañado de una escolta de modernos destructores. En el camino, se le uniría el crucero de batalla “HMS Repulse” y el nuevo portaaviones “HMS Indomitable”, que venía desde el Atlántico, pero que encalló en un arrecife el Caribe y no tuvo tiempo de unirse a la fuerza a tiempo.

Incluso si el poderoso “Indomitable” hubiera llegado a tiempo, el refuerzo naval británico era escaso si se lo compara con el enorme poder que era capaz de desplegar la “Nippon Kaigun”, la Marina Japonesa, a la que debía enfrentar en caso de estallar la guerra en el Pacífico. Churchill en realidad contaba con el modesto pero valiente refuerzo de las unidades navales holandesas, que defendían Indonesia y, sobre todo, en los ocho acorazados y cuatro portaaviones de la “US Navy”, con las que sus unidades deberían coordinar esfuerzos. En Londres, no podían saber que, en el curso de unas pocas horas del 7 diciembre de 1941, todos los acorazados norteamericanos quedarían fuera de combate y sus propios buques capitales terminarían en el fondo del mar unos pocos días después. Sólo los portaaviones de la “Pacific Fleet” estadounidense y una heterogénea fuerza de cruceros y destructores de cuatro naciones quedarían a flote para evitar una victoria japonesa total en el invierno de 1941-1942.

El puño alemán sigue hundiendo su golpe en las entrañas del animal herido soviético que, sin embargo, todavía no colapsa del todo. El 24 de octubre de 1941, Belgorod cae en manos del Grupo de Ejércitos Centro, mientras que el Grupo de Ejércitos Sur captura la importante ciudad ucraniana de Jarkov. El 27, los soviéticos intentan detener el avance alemán a Moscú amenazando sus flancos, pero los ataques rusos están mal coordinados y la moral de las tropas soviéticas todavía es baja. El 29, elementos de la 4ª División Panzer capturan Tula, a 110 kilómetros al sur de Moscú. Desde Tula, los alemanes intentan cerrar la tenaza sur sobre la capital soviética, pero el empeoramiento del clima y una mayor determinación de algunas unidades rusas evitan que los atacantes consigan romper el frente defensivo.

Al momento de lanzarse la “Operación Tifón”, nombre clave dado al asalto final sobre Moscú, en septiembre de 1941, la “Wehrmacht” estaba en la cima de su prestigio y sus hombres, aunque estaban cansados, tenían la moral por los cielos. Una y otra vez habían deshecho gigantescos ejércitos soviéticos, que se rendían por cientos de miles en cada oportunidad. Muchos generales germanos se inquietaban al ver que, no obstante derrotas catastróficas, la URSS se las arreglaba siempre para lanzar nuevas divisiones a la batalla y el país parecía tener reservas inagotables de soldados. Además el gigantesco territorio soviético parecía inabarcable para un ejército invasor, sin importar lo competente que éste fuera. Pero sus victorias habían convencido a los alemanes de ser superiores a sus enemigos, de modo que estaban confiados en que pasarían el invierno confortablemente acomodados en Moscú, bañados en la gloria de haber conquistado la capital rusa.

Las tenazas que se cerrarían sobre la capital daban el mayor protagonismo a los cuerpos Panzer, que habían probado su letalidad, pero que estaban muy desgastados, luego de tres meses de lucha sin interrupción. Muchos de los tanques alemanes necesitaban reparaciones, pero Hitler había ordenado que toda la producción de tanques debía destinarse a la fabricación de vehículos nuevos y no a recambios de los existentes, de modo que el Grupo de Ejércitos Centro sólo recibió el equivalente a 350 motores de tanques para reponer la movilidad perdida de sus blindados dañados o destruidos.

La infantería también estaba agotada luego de las grandes batallas de cerco, aunque había sufrido bajas relativamente escasas, especialmente si se las compara con las desproporcionadas bajas sufridas por los soviéticos. Hasta la Batalla de Moscú, en la mayoría de los casos, la resistencia soviética se hundía con rapidez, lo que explica que la cantidad de prisioneros soviéticos haya sido tan alta, en comparación con sus propios muertos y heridos y en comparación con las escasas pérdidas alemanas.

El apoyo artillero, al igual que en todos los frentes donde había actuado el Ejército Alemán, era deficiente, pero se compensaba con el reconocido profesionalismo de los oficiales, suboficiales y clases alemanes y el excelente entrenamiento de sus soldados. La mayor presencia del cañón de asalto “Stug III” se convertiría en una importante adición a la potencia de fuego y, con el paso del tiempo, sería también un excelente arma contracarro.

El apoyo aéreo alemán había sido clave en el avance alemán, al menos, en los sectores donde contaba con dominio de los cielos. Al comenzar “Tifón”, fue la primera vez que los alemanes disponían de un mayor número de aviones que los soviéticos. Sin embargo, para octubre, las fuertes pérdidas y el inadecuado mantenimiento de los aeródromos avanzados habían mermado la capacidad de esta temible fuerza.

Con todos sus problemas y ante el considerable desafío de conquistar Moscú y derrotar al “General Invierno” que se acercaba, las unidades alemanes habían probado su capacidad de conseguir objetivos que parecían imposibles para cualquier otro servicio armado del mundo. Pero necesitaban suministros y un servicio logístico capaz de hacérselos llegar hasta el lejano frente. En la logística justamente estaría el talón de Aquiles de la ofensiva contra Moscú y, en sus carencias, se explicaría que la victoria final sobre Rusia se escapara de las manos alemanas en 1941.

 En la fotografía, un grupo de soldados alemanes hace una pausa, mientras sufre el rudo clima ruso. Los alemanes calcularon que, al llegar lo peor del otoño-invierno boreal de 1941, habrían cumplido todos los objetivos militares planteados para ese año, de modo que la nieve, el barro y el frío cogieron a los alemanes sin la ropa adecuada. Como además se dio prioridad a las municiones y a los combustibles en la sobreexigida logística alemana, gran parte de la ropa de invierno destinada a las unidades del Frente Oriental se quedó en depósitos en Polonia. Los soldados tuvieron que improvisar para protegerse de los elementos, tal como hacen los de la foto, que agregan telas debajo de sus uniformes de verano.





 

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domingo, 23 de octubre de 2016

Hace 100 años. 23 de octubre de 1916. Primera Guerra Mundial. La Marina Rusa



Hace 100 años

23 de octubre de 1916
Primera Guerra Mundial

La Marina Rusa

El 18 de octubre termina la Batalla de Le Transloy, en el sector del Somme. Aunque los alemanes han sido obligados a retroceder sus líneas, los británicos no obtienen un éxito decisivo y deben lamentar algunas miles de bajas, a cambio de ganar unos pocos cientos de metros. A fines de octubre, las trincheras alemanas siguen ahí y no se ha producida la tan ansiada ruptura. El mal tiempo golpea más duramente a los británicos, que están a la ofensiva y han debido abandonar posiciones preparadas durante su ataque, alargando sus líneas de suministro, que deben recorrer trechos más largos bajo las atenciones de la artillería alemana, que está, por su parte, más cerca de sus depósitos. Para los atacantes, el mal clima además impide la observación aérea, que se ha hecho tan imprescindible para ajustar las andanadas artilleras, que preparan los avances de la infantería. Los soldados de ambos bandos soportan condiciones miserables en sus respectivas trincheras, que el otoño convierte en ataúdes lodosos, caldos de cultivo de ratas y enfermedades. Pero los alemanes, al menos, saben que el invierno obligará a los británicos  a suspender los ataques y el sacrificio no habrá sido totalmente en vano.

El 21 de octubre, es asesinado el conde Karl von Stürgkh, quien se desempeñaba como Ministro Presidente de la Cisleitania, es decir, de la mitad austriaca del Imperio Austrohúngaro, respecto de la cual funcionaba como Jefe de Gobierno del Emperador Francisco José. Desde ese cargo, fue firme partidario de realizar un ataque punitivo contra Serbia, al producirse la crisis del verano de 1914, que llevó al estallido de la Primera Guerra Mundial. Desde marzo de 1914, mantenía suspendidas las reuniones del Consejo Imperial, es decir, la legislatura austriaca, que no volvió a ser convocada bajo su mandato. Fue asesinado, mediante un disparo, mientras almorzaba en un hotel de Viena. Su asesino era Friedrich Adler, hijo del Presidente del Partido Social Demócrata, Victor Adler. El magnicida alegó que su motivación fue protestar contra la prolongada suspensión de la asamblea.

Francisco José nombró a Ernest von Koerber como sucesor de Von Stürgkh. Von Koerber se convertirá en su último Jefe de Gobierno austriaco, pues el anciano Emperador de Austria y Rey de Hungría fallecería a las pocas semanas y sería sucedido por Carlos I, el último de su linaje en llegar al trono, antes de la disolución del Imperio, en 1918.

Las cosas van empeorando para Rumania. Los rumanos han pasado desde el papel de invasores de Austria-Hungría, a defender desesperadamente su territorio, aislados de sus aliados de la Entente y contra fuerzas muy superiores en número y equipamiento. El 22 de octubre, fuerzas alemanas y búlgaras toman Constanza, el mayor puerto rumano en el Mar Negro y la mayor ciudad de la Dobruja. Francia y Gran Bretaña dominan los mares, pero Turquía, aliada de Alemania, controla los estrechos que unen el Mar Negro y el Mediterráneo. Y aunque los estrechos estuvieran abiertos para la Entente, de poco le serviría el dominio naval franco-británico, si no tienen puertos donde recibir ayuda. Y Rusia, que debería haber sido el gran poder naval de la región, se aleja cada vez más de la victoria y está cada día más cerca de la revolución. Y su marina no está en las mejores condiciones operativas.

El 20 de octubre de 1916, una explosión destruye el acorazado ruso “Emperatriz María”. El buque era uno de los nuevos “dreadnought”, construidos para la Marina Imperial, luego de la catastrófica derrota naval sufrida frente a Japón en la Guerra de 1905. En la madrugada del 20, mientras estaba anclado en la base de Sebastopol, Crimea, se declaró un incendio en uno de los polvorines de la nave, explotando antes de que pudiera ser sofocado. Un grupo de marinos, liderados por un tal ingeniero guardiamarina Ignatyev, consiguió inundar el compartimento de los proyectiles de artillería, antes de que se produjera la explosión, al costo de sus vidas. Su heroica acción evitó posiblemente una detonación aún peor. Sin embargo, una nueva explosión se produjo cuarenta minutos más tarde, cerca del compartimento de los torpedos. El buque no resistió el segundo estallido, se volteó y terminó yéndose al fondo de la bahía, con 228 de los 1.213 hombres que componían su dotación. Las investigaciones posteriores determinaron que la explosión se originó por ciertos propelentes de nitrocelulosa, que combustionan espontáneamente al descomponerse.

El “Emperatriz María” había sido fruto del enorme esfuerzo hecho por el Imperio Ruso en tratar de reconstruir su Marina, luego del desastre de 1905. Al mismo tiempo, era ejemplo de las contradicciones en la política que Rusia seguía en cuanto al poder naval. En 1900, Rusia tenía tres grandes flotas: en el Báltico, en el Mar Negro y en el Pacífico. En número de unidades, la Marina del Zar era superada sólo por Gran Bretaña y Francia. Hasta fines del siglo XIX, Rusia había calculado que su enemigo en los mares, algún día, sería Gran Bretaña. Sin embargo, la víspera de la Gran Guerra encontró a la “Autocracia” convertida en aliada del Imperio Británico y Francia; enfrentada, por tanto, a Alemania. Al iniciarse el siglo XX, los planes de expansión naval de Rusia debieron haberse centrado en mantener una fuerte presencia en el Mar Negro, para hacer valer sus derechos sobre lo que iba quedando del moribundo Imperio Turco-Otomano. En este sector, los zares esperaban, algún día, imponer el dominio ruso sobre los estrechos que dan acceso al Mediterráneo.

Una segunda tarea obvia de la Marina tenía que ser proteger la costa de los países bálticos, Finlandia y San Petersburgo. En el Báltico, sin embargo, encontraba el poderoso contrapeso de la Marina Alemana, que se iba transformando rápidamente en la segunda fuerza naval del planeta. Luego de la guerra de 1905 con Japón, la balanza de poder naval en el Báltico quedó abrumadoramente inclinada en favor de Alemania.

La guerra de 1905 fue resultado de un imprudente intento de expandir la influencia rusa hacia el Extremo Oriente, donde chocó con el emergente Imperio Japonés. Sobreextendida y obligada a mantener presencia naval en tres teatros de operaciones, la contienda de 1905 sorprendió a Rusia mal preparada en los tres mares donde sus buques debían operar. Pocas veces, en la historia naval, una derrota ha sido tan completa como la sufrida por Rusia en 1905. El número de buques perdidos llegó a 69 unidades, con casi toda la Flota del Pacífico destruida y gran parte de la Flota del Báltico también perdida, que fue enviada a dar la vuelta al mundo, para luego entablar batalla contra los japoneses en un intento por evitar la derrota.

Luego del desastre, Rusia podría haber optado por limitar la capacidad de su marina a la defensa costera, pero optó por reconstruir su poder naval, de modo de poder proyectarlo por todo el mundo de ser necesario, manteniendo así su estatus de gran potencia naval. El caso del “Emperatriz María” es paradigmático de los resultados del plan de reconstrucción del poder naval ruso. El buque era un moderno acorazado tipo “dreadnought”, capaz de medirse con los mejores barcos de guerra del mundo y, desde luego, fue carísimo de construir. Las nuevas unidades navales rusas servían para imponer respeto y para afirmar el prestigio internacional del Imperio de los Zares, lo que no era descabellado en una época donde la competición entre las grandes potencias tomaba características depredatorias de tipo darwiniano. Era la época de Alfred T. Mahan y de “La Influencia del Poder Naval en la Historia”, una obra que marcó a varias generaciones de políticos y estrategas navales. Por otro lado, dadas las limitaciones impuestas por la geografía, Rusia era relativamente fácil de bloquear por mar y era poco probable que tuviera el tiempo de edificar un poder naval capaz de forzar la salida del Báltico, pasando por sobre la potente “Kaiserliche Marine”, o de forzar la salida del Bósforo, controlada por los fuertes turcos que daban tranquilidad a Constantinopla, la capital otomana. E incluso, si hubiera tenido el tiempo, habría tenido que dedicar tal cantidad de recursos en la carrera naval contra Alemania y sus aliados, que resultaría ruinoso intentarlo.

Aun así, Rusia gastó en sus nuevos buques más de lo que podía y debía. Para hacer el esfuerzo de construirlos, los sucesivos gobiernos decidieron ahorrar en otras áreas, como el entrenamiento de las tripulaciones y el mantenimiento del material, omisiones que tal vez explican desastres como el accidente ocurrido en el “Emperatriz María”. Y, más importante, nunca se hizo un intento serio por disminuir la enorme brecha social existente entre los oficiales y la marinería. En la flota, al igual que en las fuerzas de tierra, se iba haciendo cada vez mayor el abismo entre los oficiales y sus hombres, que solían entablar relaciones de tipo amo-siervo. En las tripulaciones, se incubaba nuevamente el caldo de la revolución, que ya se había dejado sentir en 1905 y que explotaría, con decisiva fuerza, a comienzos del año siguiente.

Abajo, un grupo de marinos rusos posan a bordo del “Emperatriz Catalina la Grande”, de la misma clase del “Emperatriz María”, armado con las mismas cuatro torretas triples de 305 milímetros, como la que se ve en la fotografía. Los restos del “Emperatriz María” fueron recuperados y, aunque la revolución impidió que la nave fuera reconstruida del todo, dos de sus torretas fueron reubicadas en tierra y reutilizadas como baterías de defensa costera en la base de Sebastopol. Ahí combatirían nuevamente durante la Segunda Guerra Mundial, en el curso de la gran batalla que alemanes y soviéticos sostuvieron en el puerto en 1942.





 

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Hace 75 años. 23 de octubre de 1941. Segunda Guerra Mundial. Tobruk, la rutina del asedio



Hace 75 años

23 de octubre de 1941
Segunda Guerra Mundial

Tobruk, la rutina del asedio

El 17 de octubre de 1941 fue un mal día para los Aliados en la Batalla del Atlántico. Los submarinos alemanes, “U-432” y “U-558”, hunden tres transportes del convoy “SC-48”, que atravesaba el Atlántico Norte. Algunas horas antes, el submarino “U-568” había dañado a uno de sus escoltas, el destructor estadounidense “USS Kearney”, luego de impactarlo con uno de sus torpedos. Estados Unidos y Alemania están a un paso de la guerra abierta. Ese paso será dado en diciembre de 1941, cuando el ataque japonés contra Pearl Harbor precipite las respectivas declaraciones de una guerra que se desarrollaba, de hecho, hacía tiempo en los mares. Al día siguiente, 18 de octubre, el convoy es nuevamente atacado por submarinos alemanes, que dañan gravemente al destructor británico “HMS Broadwater”, que debe ser hundido por los mismos británicos, tras determinar que no era factible seguir navegando con la nave en esas condiciones.


El 17, el siniestro Ministerio de Propaganda Nazi anuncia que Luxemburgo ha quedado “Judenfrei”, “libre de judíos”. Ese mismo día, los primeros judíos checos son deportados desde la que había sido su patria durante varios siglos hacia diversos campos de concentración en Europa Oriental. Es la antesala de la consumación total del Holocausto.

En el Frente Ruso, se sigue desarrollando la Batalla de Moscú. La división “Das Reich” de las “Waffen-SS” y la 10ª División Panzer de la “Wehrmacht” avanzan hacia la capital soviética por la carretera que la une con Minsk. El avance se hace cada vez más difícil, por la creciente resistencia soviética y por el empeoramiento del clima. Aun así, el 18, sus tanques capturan Mozhaysk. El 19, el Ejército Rojo sufre un nuevo desastre, cuando cesa la resistencia en la bolsa de Vyazma. Los alemanes capturan 670.000 prisioneros, más de 1.000 tanques y 4.000 piezas de artillería. En Volokolamsk, al extremo noroeste de la línea defensiva de Mozhaysk, la recién llegada 316ª División de Infantería consigue detener el avance la 4ª División Panzer por un tiempo. En el Kremlin, el día 19, Stalin ordena que el Politburó abandone la capital, excepto por él mismo, Lavrenti Beria, jefe del NKVD, y Gueorgui Malenkov, uno de los más cercanos colaboradores del tirano marxista.

Además de la lucha en los distintos frentes de batalla abiertos, los alemanes deben destinar considerables fuerzas a luchar contra los partisanos que, en los distintos países ocupados, hacen lo posible por entorpecer la presencia del invasor. Una de las resistencias más efectivas fue la desarrollada en Yugoslavia. Como reactivo, a menudo causó brutales represalias por parte de los alemanes. El 20 de octubre de 1941, las tropas de ocupación alemanas ejecutaron 2.324 hombres y niños en el pueblo serbio de Kragujevac, incluyendo 300 muchachos de un colegio secundario local, que fueron asesinados junto con los hombres adultos. Las autoridades locales de ocupación declararon que la masacre era una respuesta a un ataque partisano que había dejado 10 alemanes muertos y 26 heridos el pasado 10 de octubre. Hitler estaba furioso con la actividad de los partisanos y había dispuesto que 100 civiles yugoslavos fueran ejecutados por cada soldado alemán muerto y 50 por cada alemán herido.

En Francia, las operaciones de la resistencia generan represalias similares. El 20 de octubre, es asesinado el coronel alemán Karl Hotz, en Nantes. Dos días después, la respuesta alemana es pasar por las armas 48 partisanos que estaban prisioneros. Los alemanes además prometen otros 50 muertos, si no se captura pronto al responsable de la muerte de Hotz. En tanto, el 22, en Burdeos, un mayor alemán muere a manos de la resistencia, causando la respuesta de 50 ejecuciones.

El 18 de octubre, el general Hideki Tojo asume como Primer Ministro de Japón. Desde esa posición, ordenaría el ataque japonés sobre Pearl Harbor, llevando a su país a la carnicería de la Segunda Guerra Mundial.

En el Mediterráneo, los submarinos alemanes también actúan, apoyados por los sumergibles de la “Regia Marina Italiana”. El mismo día 17, el “U-97” hunde el carguero griego “Samos” (31 muertos, 3 sobrevivientes) y el tanquero británico “Paso de Balmaha” (20 muertos, sin sobrevivientes), 80 kilómetros al oeste de Alejandría. El 18, tres destructores y un crucero británico parten desde Alejandría hacia Tobruk, desde donde retornarían al día siguiente, contribuyendo a llevar suministros hasta el asediado puerto y realizando el reemplazo de las tropas australianas, que estaban desde mayo resistiendo a las fuerzas combinadas del “Regio Esercito Italiano” y del “Deutsches Afrika Korps”. Para proteger al convoy, dos cruceros británicos, un crucero australianos y dos destructores bombardean las baterías de defensa costera alemanas cerca de Tobruk.

El tránsito entre Alejandría y Tobruk se repetirá muchas veces en estas últimas semanas de asedio al puerto-fortaleza de la Cirenaica. Mientras las unidades navales de la “Commonwealth” apoyan la acción de sus tropas de tierra, éstas han entrado en una especie de empate con los ítalo-germanos que las rodean. Las defensas de Tobruk estaban vertebradas en dos líneas principales. Las defensas italianas originales conformaban la llamada “Línea Roja”. Cada uno de sus puestos había sido reacondicionado y lo habían ocupado una docena de hombres, armados con armas automáticas y fusiles. Tres kilómetros más atrás, estaba la “Línea Azul”, formada por posiciones rodeadas de una zanja antitanques y alambradas de púas, reforzadas por posiciones de morteros y armas antiblindaje. Además de de ser la segunda posición defensiva, en caso de tener que abandonar la primera, la Línea Azul tenía el específico objetivo de proteger la artillería defensiva del perímetro. Con el paso de los meses, las defensas fueron reforzadas con numerosos campos de minas.

Luego de que los alemanes e italianos renunciaran a tomar la fortaleza por asalto y luego de que los británicos fracasaran dos veces en su intento de relevar a la plaza, la interacción entre sitiadores y sitiados se concentró mayormente en las patrullas realizadas en la “tierra de nadie”. Las patrullas variaban mucho en número y función. Algunas eran regulares y su objetivo era controlar los movimientos rutinarios de los adversarios; en otros casos, eran pequeños grupos de reconocimiento, que investigaban algún cambio en la línea, como la aparición de nuevas posiciones; otras estaban destinadas a capturar prisioneros para interrogatorio. En ocasiones, a la infantería, se sumaban carros de combate. El teniente general australiano, sir Leslie Morsehead, jefe de la plaza, estuvo siempre determinado a que la “tierra de nadie” le perteneciera a sus tropas y los hombres de Rommel aprendieron que los australianos podían ser adversarios muy peligrosos en los ocasionales encuentros que tuvieron durante las noches africanas.

La artillería había sido uno de los puntos fuertes del Ejército Alemán durante la guerra anterior. No obstante, para la Segunda Guerra Mundial, Alemania simplemente no tuvo tiempo de fabricar todo el equipamiento militar que hubiera deseado, habiendo partido el rearme muy atrasada, en relación con los que serían sus enemigos, debido a las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles y que fueron desconocidas oficialmente por Hitler recién en 1935. En comparación con el notable desarrollo de la aviación y los tanques, la artillería alemana era escasa y de inferior calidad a la que poseían los Aliados. Cuando las victorias alemanas dependieron de rápidas penetraciones motorizadas, protegidas por enjambres de “Stukas”, la insuficiencia de la artillería fue poco importante, pero el estancamiento del frente africano en Tobruk obligó a empeñar las piezas de artillería al acoso de la fortaleza sitiada. Un inconveniente adicional era que  la gran mayoría de las piezas artilleras que tenían las fuerzas del Eje eran armas de campaña o cañones como el “Flak” de 88 milímetros, muy útiles acompañando un ejército en movimiento, pero inapropiados para asediar una fortaleza.

En la fotografía de más abajo, se ve al “Bardia Bill” que es como los australianos bautizaron al cañón de asedio de la imagen. Era una pieza francesa de 159 milímetros, capturada al derrotado Ejército Francés, especial para el asedio, operada por artilleros italianos que participaban del cerco de Tobruk. Entre el “Bardia Bill” y los artilleros defensores se desarrolló un intenso duelo, pues estos últimos se afanaban en responder a sus atenciones apenas aquél hacía unos pocos disparos.

Imagen tomada de https://www.awm.gov.au/images/collection/items/ACCNUM_SCREEN/040453.JPG


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