domingo, 28 de agosto de 2016

Hace 100 años. 28 de agosto de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
28 de agosto de 1916
Primera Guerra Mundial

El 22 de agosto de 1916, Kilosa, en el África Oriental Alemana (actual Tanzania), cae en poder de los británicos. Aunque las tropas de la Entente ocupan el territorio, el pequeño ejército de la colonia alemana lleva dos años escabulléndose de sus perseguidores, más numerosos y mejor armados. Los “askaris” y sus camaradas alemanes ahora están luchando contra las fuerzas de cuatro Imperios coloniales: Británico, Francés, Portugués y Belga. A pesar de la desproporción, las fuerzas germanas, al mando del general Paul von Lettow-Vorbeck, lograrán llegar hasta el final de la contienda sin ser obligadas a rendirse.

El 23 de agosto, vuelve a puertos alemanes el submarino comercial “Deutschland”. El viaje del sumergible había resultado rentable, pero era insostenible, en el largo plazo, soportar el esfuerzo económico de la guerra con estas travesías, muy llamativas para la prensa, pero incapaces de obtener el volumen de recursos necesario. Alemania, desde el mismo comienzo de la lucha, necesitaba de una victoria rápida; todo su plan de guerra se basaba en una veloz y victoriosa conclusión de la contienda. Al terminar el verano de 1914, quedó claro que eso ya no sería posible. El tiempo juega en contra de Alemania y a favor de sus enemigos, que controlan las rutas de comunicación marítima.

El 25 de agosto, tropas rusas cruzan el Danubio, hacia la Dobrudja, para apoyar al Ejército Rumano, que se alista para entrar en la carnicería. Dos días después, se confirma lo que ya era un secreto a voces, cuando el Gobierno Rumano ordena la movilización general y declara la guerra a la Monarquía Dual Austrohúngara. Al comienzo, el Káiser Guillermo se horroriza, porque Fernando, el Rey de Rumania, es alemán y pertenece a la casa dinástica de la que él es jefe. Espantado ante la aparición de un nuevo frente que debe ser atendido por el ubicuo “Deutsches Heer”, se oirá al Káiser exclamar: “la guerra está perdida”. Pero sus generales, aunque saben que la situación estratégica es difícil, tienen más calma.

Desde todo punto de vista, tener un nuevo enemigo no era bueno para Berlín, pero Rumania no estaba bien preparada para la lucha y accedió a declarar la guerra sólo después de recibir la promesa de suculentas compensaciones territoriales, en caso de victoria, y bajo el compromiso de ser asistida con pertrechos por parte de sus nuevos aliados. Esta última promesa nunca fue cumplida a cabalidad y los rumanos tuvieron que enfrentar prácticamente solos a las veteranas formaciones alemanas, austrohúngaras, turcas y búlgaras. Además Rumania estaba rodeada de territorio enemigo en tres de cuatro costados. Podía ser asistida, en teoría, por los rusos, pero Rusia había hecho su última gran apuesta de la guerra con la Ofensiva de Brusilov, que ya estaba detenida y no había conseguido el objetivo de noquear a Austria-Hungría. De hecho, antes de que pasaran seis meses, Rusia entraría en el confuso capítulo de la revolución y dejaría de ser un aliado efectivo. El plan de Rumania contemplaba una inflexible defensa del frente búlgaro y una vigorosa ofensiva hacia Transilvania, bajo dominio austrohúngaro, pero este proyecto no era realista sin la debida asistencia militar y económica del resto de la Entente.

En su proclama hecha a la nación el mismo día de la declaración de guerra a Austria-Hungría, el Rey Fernando de Rumania declaraba:

“Este es el día de la unión de todas las ramas de nuestra nación. Hoy podemos completar la tarea de nuestros antecesores y establecer para siempre lo que Miguel el Grande fue capaz de establecer sólo por un momento, es decir, una unión rumana en las dos laderas de los Cárpatos.

Nos esperan las montañas y planicies de la Bukovina, donde Esteban el Grande ha dormido por siglos. En nuestra energía moral y en nuestro valor descansan los medios de devolver su derecho de nacimiento a una gran y libre Rumania, desde el Tisza hasta el Mar Negro, y de prosperar en paz, de acuerdo con nuestras costumbres y nuestras esperanzas y sueños.”

En la fotografía, tropas rumanas avanzan por un camino de Transilvania. Esta región constituía la principal  reivindicación territorial y sería el primer objetivo de las fuerzas rumanas. Luego de unas primeras semanas de avance, los rumanos experimentarían severos apuros en lo que restaría de 1916.




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Hace 75 años. 28 de agosto de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
28 de agosto de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 25 de agosto de 1941, tropas soviéticas y británicas invaden conjuntamente Irán, que había mostrado signos de apoyar al Eje. De manera similar a cómo había pasado con Irak algunos meses antes, algunos sectores de la población iraní veían con buenos ojos una derrota británica, que les permitiera sacudirse la tutela europea. Irán no era propiamente una colonia, pero los intereses británicos en mantener el control de los pozos petroleros y la importancia de la ubicación de Irán para conectar la India con Gran Bretaña, habían llevado a Londres a mantener al país en un régimen de protectorado. En cosa de pocos días, la resistencia sería aplastada por las fuerzas invasoras e Irán volvería a la zona de influencia británica. Gran Bretaña aseguraba así el suministro de petróleo y la Unión Soviética dejaba abierta la ruta del sur para recibir ayuda de las potencias occidentales.

La “Operación Barbarroja”, ese sangriento choque de las dos tiranías totalitarias, sigue su curso inexorable. El 22 de agosto de 1941, el barco soviético de pasajeros “Pomorie” impacta una mina en el Mar Blanco, al norte de Rusia. Mueren 60 personas y otras 20 sobreviven para ser rescatadas de las gélidas aguas árticas. En tierra, la campaña es también ampliamente favorable a los alemanes. Hitler decide posponer el ataque a Moscú, que considera un objetivo secundario y, contra el consejo de sus generales, transfiere gran parte de las fuerzas del Grupo de Ejércitos del Centro hacia el frente del sur, donde los soviéticos intentan coordinar un contraataque. En Odesa, los rumanos resisten el embate del Ejército Rojo, aunque sufren muchas pérdidas. Las tropas soviéticas todavía se ven poco motivadas y, a veces, regimientos enteros se rinden al más mínimo rumor de estar rodeados o a la primera vista de un “panzer”.

El 27, Talin, capital de Estonia, es ocupada por los alemanes, con la ayuda de la población local, que busca la forma de sacudirse de encima la tiránica bota comunista, sin adivinar que la bota nazi no se siente mucho mejor, especialmente en el caso de la amenazada comunidad judía. La Flota Soviética del Báltico deja el puerto de Talin al día siguiente, con destino hacia la base de Kronstadt, pero su avance se hace muy lento, al pasar por los campos minados, convirtiéndose en excelente blanco de la artillería alemana basada en tierra, de los aviones alemanes y de las lanchas torpederas finlandesas. Al final del trayecto, la Flota Roja había perdido 30 unidades, contando buques de guerra y unidades auxiliares. Carente de sus bases, las unidades navales soviéticas no pudieron desafiar, sino hasta el final de la guerra, a la “Kriegsmarine” en el dominio del Báltico, que fue un “lago alemán” hasta fines de 1944.

El 28 de agosto, en su primera misión tras retornar de una licencia, tomada para recuperarse de disentería, el piloto alemán, Hans Joachim Marseille, derriba un “Hurricane” de la Real Fuerza Aérea Sudafricana, que surcaba los cielos sobre África del Norte. Fue la 14ª victoria de este descendiente de refugiados hugonotes franceses, quien llegaría a ser uno de los mayores “ases” de la guerra, a los mandos de su Messerschmitt Bf-109. Marseille era un aviador dotado de extraordinario talento, pero muy indisciplinado. Más de alguna vez pilotó su avión estando borracho y, en una ocasión, aterrizó en una autopista, porque necesitaba orinar. Era rebelde y poco amigo del trabajo en equipo, de modo que solía abandonar a sus compañeros de vuelo, para perseguir derribar cazas enemigos en duelo singular. Mientras estaba destinado en Francia, robó varias veces el auto de su comandante, el teniente primero Herbert Ihlefeld, para ir a buscar chicas. Entre sus conquistas amorosas en Francia, se contó a la esposa de un alto jefe del Partido Nazi, a la mujer de un general del Ejército, a cierta condesa húngara, a la cantante Nilla Pizzi y a la actriz Zarah Leander. Un nuevo comandante, el teniente primero Johannes Steinhoff logró deshacerse del díscolo Marseille y consiguió que fuera recibido en una unidad de combate en África del Norte.

En África del Norte, Marseille llegó a convertirse en una leyenda viviente. El mismo teniente Steinhoff, años después, llegó a decir, refiriéndose a Marseille, que “si hubiera habido chicas en África, no creo que hubiera tenido tantos éxitos.” Parece que la escasez de chicas, bares y otras distracciones obligaron al dotado piloto a concentrarse en hacer la guerra, cosa en la que era muy bueno, por cierto. No sólo conseguía derribar muchos aviones enemigos, sino que era famoso por gastar muy poca munición. En los duelos aéreos, fue siempre caballeroso. Casi siempre, intentaba apuntar al motor y no a la cabina, en un intento por no causar daño innecesario a los pilotos derribados. En alguna ocasión, se puso al lado del ala de un avión al que había alcanzado, para guiarlo hasta un aterrizaje de emergencia seguro. Cuando derribó al teniente australiano Pat Byers, sobrevoló sobre un aeródromo enemigo, para avisar a sus camaradas que el teniente Byers estaba vivo y bajo el cuidado de los médicos militares alemanes, aún a riesgo de ser derribado por el abundante fuego antiaéreo. Poco después, hizo lo mismo para lanzar un mensaje, avisando a los australianos que Byers había fallecido a causa de sus heridas, adjuntando las debidas condolencias.

Con 158 victorias confirmadas, se ganó el apodo de “Estrella de África”. Habiendo ganado cierta notoriedad y como Marseille tocaba muy bien el piano, se le pidió que se presentara a los grandes líderes del “Reich”, en su calidad de héroe de guerra y de pianista en junio de 1942. Entre la audiencia, estarían el propio Adolf Hitler, Hermann Göring, Joseph Goebbels y Erhard Milch. Habiendo sido condecorado por enésima vez, se sentó al piano y pensó que era divertido tocar una animada pieza de jazz, un género que estaba oficialmente prohibido en Alemania, por considerarse decadente y asociado racialmente a los negros. Pero, como era una celebridad y un héroe nacional, se salió con la suya y escapó impune al insulto lanzado al mismísimo bigote de Hitler.

A pesar de su talento, Hans Joachim Marseille no llegó a ver el final de la guerra. El 30 de septiembre de 1942, su “109” tuvo problemas mecánicos. Marseille intentó, sin éxito, saltar en paracaídas. Mientras lo intentaba, su avión, descontrolado, lo impactó en el aire y le causó la muerte.

En la fotografía, Marseille (a la derecha) saluda a otro genio que Alemania tuvo a su servicio en África del Norte: el mariscal Erwin Rommel, quien tampoco vería el fin de la guerra.




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domingo, 21 de agosto de 2016

Hace 100 años. 21 de agosto de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
21 de agosto de 1916
Primera Guerra Mundial

El 17 de agosto de 1916, finaliza la sexta Batalla del Isonzo, sin que el “Regio Esercito Italiano”, mandado por el general Luigi Cadorna, sepa explotar los éxitos iniciales del ataque y la apurada situación estratégica de sus adversarios austrohúngaros; estos últimos se defienden en los Alpes del empuje italiano, mantienen su presencia en Los Balcanes e intentan recuperarse de los efectos de la gran ofensiva lanzada por el Ejército Ruso desde mediados de junio. Esta última operación rusa, conocida como “Ofensiva Brusilov”, costó muy cara a la “Monarquía Dual”, que sufrió cuantiosas bajas y tuvo que solicitar ayuda a sus aliados alemanes para poder frenar. Sin embargo, por estos días de mediados de agosto, el ritmo de avance de las tropas del general Alexei Brusilov ha bajado lo suficiente, como para considerar que su ofensiva ha llegado a su fin.

Al comienzo, las cosas marcharon bien para Brusilov, que rompió el frente austrohúngaro y se adentró limpiamente en la retaguardia enemiga, sembrando el caos y obligando a la retirada de los súbditos de Francisco José. Pero los éxitos de Brusilov, en el sector sur, contra Austria-Hungría, nunca fueron bien replicados por las fuerzas rusas que, en el norte, mandadas por el general Alexei Evert, debían avanzar contra las tropas alemanas. Los alemanes incluso fueron capaces de trasladar unidades hacia la zona sur del Frente Oriental, más comprometida. Cuando la “Stavka”, el Cuartel General Imperial Ruso, se dio cuenta del estancamiento de Evert, transfirió gran parte de su ejército hacia el sur, contra los deseos de Brusilov. En efecto, Brusilov sabía que el movimiento de tropas desde el norte hacia el sur sólo alertaría a los alemanes, que moverían el centro de gravedad frente a él y, de todos modos, estarían reforzados antes que él, por tener una mejor red de ferrocarriles a su disposición.

Para mediados de agosto, la Ofensiva de Brusilov había costado alrededor de 500.000 soldados a Rusia y drenado alrededor de 375.000 hombres del Ejército “Real e Imperial” de Austria-Hungría. El resultado indeciso de la batalla salvaba a Austria, por el momento, del colapso total, en gran parte, gracias al hábil liderazgo del general alemán Erich Ludendorff y a las excelentes redes ferroviarias de los Imperios Centrales. Por otro lado, ninguno de estos dos viejos Imperios, Rusia o Austria, estaban en condiciones de soportar por mucho tiempo más este nivel de pérdidas en hombres y material. Aquejados de múltiples problemas internos y amenazas externas, Rusia y Austria caminaban hacia una revolución que sólo podía ser evitada por una victoria total, muy improbable en el corto plazo. Estos Imperios, cuya historia abarcaba dos milenios, habrían desaparecido antes de que pasaran mil días.

En Los Balcanes, Bulgaria lanza la llamada Batalla de Florina, también llamada “Ofensiva de Chegan”. Los búlgaros y sus aliados sospechaban con razón que Rumania estaba a punto de entrar en la guerra de parte de la Entente y el ataque búlgaro, apoyado por Alemania, quiso adelantarse a una posible ofensiva de la Entente, destinada a alejar a los Imperios Centrales de las fronteras rumanas. Desde fines de 1915, tropas francesas, serbias y de la Commonwealth ocupaban el norte del territorio griego, contra los deseos del gobierno local, que tuvo que aceptar su presencia a regañadientes. En el flanco izquierdo de su avance, los búlgaros hicieron grandes progresos, en gran parte, porque las tropas griegas recibieron la orden de retirarse sin combatir. Para muchos oficiales contrarios a la política de neutralidad del Rey Constantino y su gobierno, fue la gota que rebalsó el vaso y que los empujaría a la sublevación. Esos territorios habían sido conquistados durante las Guerras Balcánicas de 1912-1913 y ahora los militares griegos debían ver cómo los búlgaros los recuperaban casi sin oposición. El flanco derecho del ataque búlgaro tuvo éxito también al comienzo, pero fue frenado por las tropas de la Entente y no consiguió todos los objetivos que se planteó. Sobre todo, no pudo disuadir a Rumania de entrar en la guerra apoyando a la Entente, como ocurriría formalmente a fin de mes. De hecho, el mismo 17 de agosto de 1916 en que Bulgaria lanzaba su ofensiva, Rumania firmaba, en secreto, el Tratado de Bucarest, que establecía las condiciones para que los rumanos declararan la guerra a Bulgaria, Alemania, Turquía y Austria-Hungría.

Al igual que en Grecia, al interior de Rumania, coexistían visiones diferentes en torno a la guerra. Desde 1866, el país era dirigido por una rama menor de la Casa de Hohenzollern, la dinastía reinante del “Reich” Alemán, de modo que el Rey Carol I (1881-1914) firmó una alianza secreta con la Triple Alianza en 1883, que obligaba a Rumania a entrar en guerra al lado del Imperio Austrohúngaro, en caso de que éste fuera atacado. Cuando se produjo la crisis de agosto de 1914, que condujo al estallido de la Primera Guerra Mundial, Carol quiso honrar esa alianza, pero la mayor parte de los partidos y de la opinión pública eran francófilos y se oponían a entrar en guerra apoyando a Austria. Carol murió en octubre de 1914 y su heredero, Fernando I, se alineó con su gobierno al optar por la neutralidad.

Para mediados de agosto de 1916, el momento parecía favorable para entrar en la guerra del lado de la Entente. Con los alemanes batiéndose en Verdún y el Somme, con los austriacos a la defensiva en los Alpes y los Cárpatos, y con los rusos habiendo ejecutado su mejor ofensiva hasta la fecha, parecía posible que Rumania aprovechara la oportunidad de satisfacer su antiguo reclamo territorial sobre Transilvania, ubicada dentro de las fronteras austrohúngaras hasta la fecha.

Antes de que terminara agosto de 1916, Rumania, el último país balcánico a salvo de la carnicería, entraría en la vorágine de la Gran Guerra. Con el paso de las semanas, se comprobaría como una decisión muy costosa para el país.

Abajo, una fotografía que resume el ambiente de la época. El primero a la izquierda es el Rey Carol I; le sigue su sobrino y entonces príncipe heredero, Fernando. Frente a los dos, en impecable uniforme, el pequeño príncipe Carol, futuro Carol II e hijo de Fernando, se cuadra, haciendo el saludo militar de estilo.





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Hace 75 años. 21 de agosto de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
21 de agosto de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 15 de agosto de 1941, el crucero auxiliar alemán “Orión” entra en aguas territoriales españolas, luego de realizar una patrulla de combate alrededor del mundo. Los cruceros auxiliares eran mercantes armados, destinados a acosar las líneas de comunicaciones enemigas. Fueron usados por ambos bandos en las dos guerras mundiales, pero más por Alemania, que siempre estuvo en una posición de inferioridad frente al poderío de la “Royal Navy” británica y quedaba obligada a recurrir con más frecuencia a estilos de guerra naval más furtivos. El “Orión” fue posiblemente uno de los más célebres cruceros auxiliares. En la que fue su única misión de guerra, había partido el 6 de abril de 1940 desde Alemania, a las órdenes del capitán de corbeta Kurt Weyher. Simulando la identidad de varios barcos mercantes neutrales, pertenecientes a distintas nacionalidades, hundió 10 naves, con un total de 62.915 toneladas, recorriendo 235.828 kilómetros en 510 días. Como una curiosidad, al aproximarse a Japón, el agregado naval alemán ante el gobierno nipón gestionó la compra de un hidroavión modelo E8N, que operó desde “Orión”, en conjunto con el Arado “Ar-196” que ya se encontraba a bordo, de modo que fue el único buque alemán que utilizó una aeronave fabricada por Japón durante la guerra.

El 18 de agosto, la Radio Belgrado reprodujo la grabación de una desconocida canción alemana, hallada en un polvoriento subterráneo de la Radio Viena. La canción, conocida como “Lili Marleen”, tuvo éxito inmediato y las tropas alemanas enviaban peticiones a la estación, para que la tocara una y otra vez. Especialmente insistentes fueron los hombres del “Afrika Korps”, seguramente más melancólicos, por hallarse separados de casa por las aguas del Mediterráneo. Al poco tiempo, la canción tuvo letra en inglés y se volvió muy popular entre las tropas británicas y de la “Commonwealth”. Después de la guerra, casi todos los ejércitos del mundo occidental la adoptaron con sus correspondientes idiomas y quedó muy asociada al recuerdo de la gran cantante y actriz alemana-estadounidense, Marlene Dietrich.

El 18 de agosto, Hitler ordena suspender el programa de eutanasia que se desarrollaba contra personas enfermas o discapacitadas, a modo de recuperar la “uniformidad racial” correspondiente al ideal del “gran rubio ario”, que tan central era en la retorcida ideología nacionalsocialista. Fue el primer plan de asesinato masivo realizado por el “III Reich”, algunos años antes de que la “Solución Final” intentara el exterminio de las comunidades judías de Europa. El plan genocida fue conocido como “Acción T4”, por estar coordinado desde unas oficinas ubicadas en el número 4 de la “Tiergartenstrasse”. Los asesinatos de “T4” eran coordinados directamente desde la dirección de la Cancillería, a cargo de Phillip Bouhler, en colaboración con el médico personal de Hitler, el doctor Karl Brandt. Desde el otoño de 1939 y hasta inicios de 1940, 5.000 niños y adolescentes alemanes fueron asesinados mediante envenenamiento, sobredosis de medicamentos o inanición. Desde enero de 1940, los adultos enfermos empezaron a ser incluidos entre las víctimas, que eran retiradas de las instituciones donde eran atendidas y llevadas en secreto a instalaciones donde eran eliminadas usando gases letales. Para agosto de 1941, más de 70.000 pacientes habían sido asesinados por el nazismo. La masividad del genocidio terminó alertando a las iglesias protestantes y católica de Alemania, que protestaron públicamente para detener la matanza. La suspensión de las eutanasias, sin embargo, fue sólo temporal y, para agosto de 1942, había sido reiniciada, usando métodos más discretos. Cientos de miles de personas serían asesinadas, bajo este “programa”, hasta el final de la guerra.

Como otro signo de los odios nazis, desde el 15 de agosto de 1941, se convierte en delito para los judíos no portar las estrellas de David amarillas en lugar visible. Pocos días después, el 20 de agosto, las fuerzas alemanas de ocupación realizan una redada de judíos en París. Los detenidos sufrieron la requisa de sus pasaportes y fueron luego enviados al Campo de Concentración de Dancy, desde donde serían reubicados en diversos campos de Alemania y Europa Oriental.

En el Frente Oriental, los alemanes siguen imparables. El 16, caen Novgorod y la base naval de Nikolaiev, en la costa ucraniana del Mar Negro. Al mismo tiempo, el Ejército Rumano lanza un nuevo ataque sobre el importante puerto de Odesa, que es bombardeado por la “Luftwaffe” el 18. El 17, en el Norte, los alemanes entran en Narva, Estonia, y el 20, se inicia el sitio de Leningrado. El frente soviético se derrumba, a pesar de los esfuerzos de Moscú para convocar nuevas reservas y producir más armas, que son generalmente abandonadas por las decenas de divisiones soviéticas que se rinden o se dispersan luego de breve lucha, con notables excepciones que, no obstante, se van haciendo paulatinamente más frecuentes.

La vieja Rusia, llamada temporalmente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas tiene hombres de sobra para pelear diez guerras mundiales, posee montañas de armas modernas y una industria capaz de producirlas en abundancia. La auténtica razón de la debacle soviética es moral: es el divorcio entre la gente y la tiranía comunista que lleva decenios gobernando a su pueblo mediante el terror, la cárcel y el asesinato masivo, con el silencio cómplice de muchos líderes occidentales, tal como ocurrió con los nazis al comienzo. En un intento por detener la avalancha de desertores y rendiciones masivas, el 16 de agosto de 1941, es firmada la Orden nº 270 del Estado Mayor Soviético “Sobre Incidentes de Cobardía y Rendición y las Medidas para Prevenir tales Acciones”. La orden fue firmada por el “Hermano Mayor”, Iosif Stalin; Vyacheslav Molotov, Ministro de Relaciones Exteriores y segundo hombre de la URSS, y los cinco generales que, en ese momento, detentaban las mayores responsabilidades estratégicas en la conducción de la guerra: Kliment Voroshilov, Semión Budyonny, Semión Timoshenko, Georgi Zhukov y Boris Shaposhnikov. Redactada por orden de Stalin, el documento rezaba así:

“Ordeno lo siguiente:

1.      Los comandante y oficiales políticos que se arranquen insignias de mando en combate y deserten a retaguardia o se rindan al enemigo, deben ser considerados desertores maliciosos, cuyas familias deben ser arrestadas, como familiares de violadores de juramento y traidores desertores. Todos los comandantes y comisarios deben disparar a tales desertores a primera vista.
2.      Las tropas rodeadas por el enemigo deben luchar desinteresadamente hasta el amargo final y deben preservar el material de guerra como lo más valioso; deben romper las líneas enemigas para llegar hasta el grueso de sus tropas y derrotar a los perros fascistas en el camino.

Todo soldado, sin importar su rango, queda obligado a demandar de sus superiores, en caso de que la unidad quede rodeada por el enemigo, a luchar hasta el amargo final y tratar de huir hacia las fuerzas propias, y aquellos oficiales y unidades del Ejército Rojo que prefieran rendirse, en vez de luchar, deben ser destruidos por todos los medios disponibles, por tierra y por aire, privando de toda asistencia del estado a las familias del personal del Ejército Rojo que se rindan al enemigo.

La orden debe ser anunciada a todas las compañías, escuadrones, baterías, tripulaciones y personal.”

Pero incluso con sus familias rehenes del “NKVD” (sigla en ruso para la policía política comunista), los soldados soviéticos seguían sin sentir el despertar de su “amor por el líder”. De hecho, las peores derrotas de los soviéticos estaban por venir. Millones de hombres vistiendo el uniforme del Ejército Rojo estaban aún por rendirse.

La Alemania Nazi era gobernada por una tiranía tan siniestra como el comunismo marxista, pero siempre contó con tropas muy motivadas. Como contraste con las draconianas medidas que tuvo que dictar Stalin, el siguiente es el texto de la orden del día 15 de agosto, firmada por el general alemán Gerd von Rundstedt, comandante en jefe del Grupo de Ejércitos Sur, que recién había conseguido una gran victoria en la Batalla de Uman:

“Estoy orgulloso de estar al mando de un grupo de ejércitos cuyas tropas llevan a cabo todas sus tareas con la mayor entrega y preparación, y que empeñan al enemigo cada día en feroz combate (…) Expreso repetidamente mis gracias y mi aprecio sin reservas por todos estos esfuerzos sobresalientes (…) Sin embargo, todavía no se ha ganado la campaña. Debemos mantener la presión sobre el enemigo y no darle cuartel, pues dispone de muchas más reservas que nosotros (…) Pido a todos los niveles del mando que encuentren la manera de crear cortas pausas de recuperación para sus exhaustas unidades, durante las que serán retiradas del frente y tendrán un día para el descanso que necesitan. Durante estas pausas de recuperación, no hay que molestar a la tropa con entrenamiento. Debe disfrutar de su cuota de sueño y dedicar tiempo a la higiene personal y el arreglo de su ropa y equipo, y si es posible, hay que proporcionarle raciones más abundantes.”

Von Rundstedt tenía razones para estar orgulloso. Luego de acabar con decenas de miles de tropas soviéticas, se dirigía hacia Kiev, donde le esperaba una victoria aún mayor que la de Uman. Al terminar 1941, el Grupo de Ejércitos Sur, por sí solo, habría conquistado un territorio mayor que el de toda Francia.

En la fotografía, un “Panzerjäger I” hace una pausa durante el avance del Grupo de Ejércitos Sur por Ucrania. Este vehículo fue uno de los tantos frutos de la improvisación alemana, ante la falta de carros de combate apropiados para enfrentar a los tanques enemigos, especialmente los poderosos T-34 y KV-1 soviéticos. Consistía en un cañón antitante checo de 47 milímetros, montado sobre el chasís del ya obsoleto “Panzer I”. Era un avance, pero no estaba suficientemente armado y la tripulación quedaba muy expuesta. Para mediados de 1942, la mayor parte de los modelos habían sido dañados, destruidos o retirados del frente, para ser reemplazados por vehículos de combate más eficientes.

Ya en la Campaña de Francia, se había constatado la fragilidad de los carros alemanes ante los mejores modelos británicos y franceses, que palidecían ante la potencia y blindaje de los tanques soviéticos. Mientras la industria alemana conseguía mejorar los “Panzer III” y “Panzer IV” en existencia, los “Panzerjäger” (“cazadores de tanques”) fueron un intento por, al menos, contar con un vehículo que contara con un arma antitanque más decente que la casi inútil pieza de 37 milímetros con que la “Wehrmacht” entró en la Segunda Guerra Mundial. A la serie de “Panzerjäger” seguirían, con mejores diseños y más éxito operativo, la serie de los “Jagdpanzer” (“tanque cazador”), que verían combate a partir de 1943. Los primeros “Jagdpanzer” eran construidos usando el chasís del “Panzer IV”, montando una gran pieza de 75 milímetros, en un vehículo cerrado por arriba, de modo que las tripulaciones quedaban mucho mejor protegidas que las de los “Panzerjäger”, que además tenían siluetas más altas y eran, por tanto, blancos más fáciles para las tropas enemigas.

Por último, los “Sturmgeshcütz”, especialmente el modelo llamado “Stug III”, aunque fueron concebidos originalmente como artillería de asalto, destinada a apoyar el avance de la infantería, fueron convirtiéndose en excelentes cazacarros. La versatilidad del “Stug III” hizo del mismo el vehículo blindado de combate más construido por las fábricas del “III Reich”.






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lunes, 15 de agosto de 2016

Hace 100 años. 14 de agosto de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
14 de agosto de 1916
Primera Guerra Mundial

El 8 de agosto de 1916, Portugal decide ampliar a Europa su colaboración militar con la Entente. La determinación de Lisboa resultaría en la creación del “Corpo Expedicionário Português”, que llegaría a alinear 55.000 hombres luchando en Francia. Además del “CEP”, los portugueses también desplegaron una unidad más pequeña, conocida como “Corpo de Artilharia Pesada Independente”, destinada a operar piezas de muy alto calibre, montadas en líneas férreas, bajo mando francés.

Las tropas portuguesas ya luchaban en África, donde colaboraban con los efectivos coloniales británicos, franceses y belgas en  reducir la porfiada resistencia de las fuerzas coloniales alemanas y sus “askaris”. Al ofrecer efectivos también para Francia, el Gobierno Portugués quería asegurarse el apoyo de las grandes potencias para que, una vez concluida la guerra, no existiera la tentación de despojar a Portugal de su imperio africano, como se había propuesto en alguna ocasión antes de 1914. Portugal estaba lejos de ser una potencia y sus días de gloria habían pasado hacía siglos, sin embargo, en gran parte, gracias al permanente apoyo británico, se las había arreglado para conservar un Imperio colonial, que era el cuarto en extensión. La Entente, a la larga, ganó la guerra y Portugal conservó sus colonias, pero el envío de hombres causó gran descontento en la población, que no veía con buenos ojos que sus jóvenes fueran masacrados para defender Francia y que se dilapidaran los recursos del país en una aventura militar, que tenía más de búsqueda de imagen política, que de resultados prácticos concretos.

El 9 de agosto, Gorizia, en el Valle del Isonzo, cae en poder de los italianos, que la arrebatan a los austriacos. La ofensiva italiana, que es ya la sexta de las planteadas en el frente del Isonzo, es de las más exitosas planteadas hasta ahora por el alto mando de Roma. Con los austriacos muy presionados por la ofensiva rusa en el Este, el “Regio Esercito” aprovecha de avanzar y establecer una cabeza de puente sobre el río que, sin embargo, no es aprovechada del todo. Al final, el empuje inicial de la ofensiva se va a diluir en la escasa explotación de los éxitos de los primeros días.

Los italianos también están activos en Grecia. El 12 de agosto, desembarca en Salónica la 35ª División del “Regio Esercito”, que pasará a denominarse “Corpo di Spedizione Italiano in Macedonia”, mandado por el general Carlo Petitti di Roreto. Los efectivos italianos se incorporaron así a los “Armées Alliées en Orient”, los “Ejércitos Aliados en Oriente”, comandados por el general francés Maurice Sarrail, que mantendrán la presencia de la Entente en Los Balcanes, a pesar de la caída de Serbia, de las convulsiones internas de Grecia y de la fallida entrada de Rumania en la contienda.

En el Frente Occidental, la carnicería sigue concentrada en las dos grandes batallas de Verdún y del Somme.

En Verdún, los franceses han pasado a la ofensiva, aprovechando que los alemanes todavía no se han podido acomodar a estar sosteniendo las dos grandes batallas de manera simultánea. Por el momento, los alemanes aguantan bien y la ganancia de terreno del Ejército Francés no es significativa, si consideramos el importante sacrificio en bajas que significan estos ataques.

En tanto, en el frente del Somme, se está desarrollando la llamada Batalla de Delville Wood. Lo más duro de esa operación ha pasado y el frente permanece estable. El mayor sacrificio de la lucha en Delville Wood fue soportado por los sudafricanos al servicio del Imperio Británico. La 1ª Brigada de Infantería Sudafricana, que entró a las zonas boscosas con 3.153 efectivos, salió de la zona (que ya no era boscosa, porque la artillería no había dejado un solo árbol en pie) con apenas 780 hombres.  A pesar de que escoceses e ingleses también lucharon en Delville Wood, el precio en sangre pagado por los sudafricanos fue tan alto, que el sector fue convertido en el Memorial Nacional Sudafricano de Delville Wood. Uno de los elementos más llamativos del memorial es un alto pedestal, coronado con la imagen de un caballo de guerra, flanqueado por los legendarios gemelos Cástor y Pólux, que representan a las dos razas que conformaban el contingente sudafricano: ingleses y afrikáneres.

En la fotografía, el cementerio de guerra de Delville Wood, donde descansan eternamente los restos de miles de soldados que rindieron sus vidas defendiendo a sus banderas.






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Hace 75 años. 14 de agosto de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
14 de agosto de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 8 de agosto de 1941, una agrupación de bombarderos bimotor Ilyushin “Il-4” realiza un ataque sobre Berlín, el primero de la aviación soviética sobre territorio alemán. Aunque el bombardeo no tuvo mucho impacto, es una nueva prueba de que no hubo tal cosa como una súbita destrucción de la aviación rusa en un ataque masivo alemán durante las primeras horas de “Barbarroja”. Mucho más destructivo fue el “raid” efectuado por la “RAF” británica en las primeras horas del 12 agosto. Poco antes de la madrugada, aparatos británicos atacaron las vías férreas de Hanover. Tras ponerse el sol, 78 bombarderos, escoltados por 485 cazas, efectuaron el mayor ataque diurno sobre Alemania hasta la fecha, esta vez, sobre la zona en torno a Colonia. Los alemanes pudieron reunir apenas unos cuantos cazas, pero el fuego antiaéreo era intenso.

En el Frente Oriental, el 8 de agosto culmina la lucha en la llamada “Bolsa de Uman”, en Ucrania Occidental. En Ucrania, el mariscal Semión Budionni tenía nominalmente bajo su mando 1,5 millón de hombres al comenzar la campaña. Al igual que en todos los sectores cubiertos por el Ejército Rojo, desde los primeros días de la campaña, una gran parte de los soldados prefirieron desertar o darse prisioneros, abandonando toneladas de excelente material de guerra, que habría causado grandes problemas a los alemanes, en manos de tropas motivadas. Para mediados de agosto, los restos de las unidades más cercanas a la frontera habían recibido refuerzos desde los escalones militares del interior, pero las tropas de refresco tuvieron el mismo comportamiento que sus camaradas de las primeras batallas de junio y julio, aunque se iba haciendo más frecuente para los alemanes tener que cambiar desde formación de marcha a formación de combate.

De los 300.000 hombres que quedaron en Uman, unos 100.000 pudieron escapar del cerco; el resto de lo que alguna vez fueron el 6º y el 12º Ejércitos Soviéticos fueron pulverizados, convirtiéndose en muertos o prisioneros. Tras la rendición de los rusos, las puntas de lanza de los “Panzergruppen” fueron redirigidas hacia Kiev, donde estaba montándose el escenario para otro gran cerco de tropas soviéticas.

Entre el 9 y el 12 de agosto, el Presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, y el Primer Ministro Británico, Winston S. Churchill, sostuvieron varias reuniones a bordo del acorazado británico “HMS Prince of Wales” y del crucero pesado norteamericano “USS Augusta”, frente a la Bahía de Placentia, en Newfoundland, Canadá. Fue la primera de muchas reuniones que ambos líderes protagonizarían durante la guerra. El resultado de esta conferencia fue una declaración conjunta, conocida como “Carta del Atlántico”.

Aunque EE.UU. no entraría a la guerra sino hasta cuatro meses más tarde, uno de los propósitos del encuentro fue asegurar el apoyo norteamericano al Reino Unido, que se había salvado de una invasión nazi, luego de rechazar el asalto de la aviación alemana durante la Batalla de Inglaterra, pero que todavía enfrentaba una situación militar y geopolítica crítica. Después de poner fuera de combate a Francia y a la propia Fuerza Expedicionaria Británica, Alemania había infligido derrotas humillantes a Yugoslavia, Grecia y a las tropas británicas que intentaron asistir a esas naciones balcánicas. En África del Norte, el genial general alemán, Erwin Rommel, tenía sitiada a la guarnición de Tobruk, con la mira puesta en el Canal de Suez y, por tanto, amenazaba la conexión de Gran Bretaña con sus posesiones coloniales, especialmente la India. Alemania también avanzaba rápidamente hacia el interior de la Unión Soviética y la caída de Moscú, en agosto de 1941, parecía cosa de días. Por último, además de lidiar con las agresiones nazis en Europa, el Reino Unido estaba preocupado por la creciente agresividad japonesa en el Pacífico, donde todo parecía indicar que el “Imperio del Sol Naciente” se preparaba para dar un golpe de mano contra los intereses británicos en el Extremo Oriente.

El documento resultante de la conferencia formuló una serie de principios que estarían en la base de la política occidental de posguerra, al menos, a nivel de buenas intenciones, como el rechazo a aumentos territoriales por parte de los vencedores, liberalización del comercio internacional, libertad de los mares y la búsqueda de cierto estándares mínimos en trabajo, economía y bienestar social. Uno de los principios más importante formulados en la Carta del Atlántico era restaurar la autodeterminación de todas las naciones que habían sido ocupadas durante la guerra y permitir a todos los pueblos decidir libremente la forma de gobierno que mejor se acomodara a sus intereses. Es imposible dejar de ver gran similitud entre los “Catorce Puntos” que Woodrow Wilson quiso imponer al término de la guerra anterior y estos principios formulados por los líderes de las democracias occidentales, un cuarto de siglo más tarde. Las propuestas de Roosevelt tendrían mejor fortuna que las de su predecesor, pero su efectividad fue, de todos modos, limitada. Las naciones de Europa Central y Oriental, que habían tenido que soportar la tutela del nazismo o sus agresiones, al terminar la Segunda Guerra Mundial, permanecieron en una era de oscuridad, que no sería superada sino hasta fines del siglo XX, cuando las tiranías marxistas fueran abolidas en casi todos los estados donde llegaron a gobernar.

Los resultados prácticos inmediatos del encuentro tampoco fueron alentadores. Roosevelt esperaba que la Carta alentara al público estadounidense a apoyar la intervención de EE.UU. como aliado militar de los británicos; sin embargo, la mayor parte de la población se opuso a la entrada en la guerra hasta que Japón atacó territorio estadounidense en diciembre de 1941. Churchill esperaba conseguir un compromiso de parte de Roosevelt, en el sentido de cumplir ciertas condiciones o plazos para entrar en la guerra, pero ni siquiera consiguió que el Presidente discutiera el asunto. Para Churchill y para muchos en Gran Bretaña, el Imperio Británico estaba recibiendo poco, a cambio de conceder mucho, especialmente en ciertos puntos que podían ser un peligro para sus mismísima existencia, como el principio de autodeterminación de los pueblos, que podía ser esgrimido por las posesiones coloniales británicas contra la metrópoli, como ocurrió, de hecho, luego de finalizar la guerra. Asimismo, si se llevaba al extremo el principio de libertad de comercio, el sistema de preferencias para el comercio al interior del Imperio no podía seguir existiendo en la forma en que lo había hecho hasta entonces. Churchill sabía que renunciar a esas ventajas comerciales le enajenaría el apoyo de muchos en casa, partiendo por los sectores más proteccionistas en su propio Partido Conservador.

Por otro lado, el sagaz líder británico entendía que el contenido de la Carta era lo mejor que podía obtenerse, dadas las duras condiciones en que estaba siendo acordada. Es por eso que recomendó a su gabinete que lo aceptara, bajo la premisa de que sería imprudente presentar objeciones innecesarias a un poderoso aliado, como EE.UU., tomando en cuenta la severa crisis que enfrentaba Gran Bretaña. Después de todo, la Carta del Atlántico serviría para acercar más a las dos potencias anglosajonas y elevaría la moral de los británicos, que tan faltos estaban de buenas noticias en el verano de 1941. Y, aunque no era un verdadero tratado, era una afirmación pública de la solidaridad entre el Reino Unido y Estados Unidos.

En la fotografía, Roosevelt y Churchill (sentados, a la izquierda de la imagen), asisten a un servicio religioso a bordo del “Prince of Wales”. Este poderoso acorazado había alcanzado fama al enfrentar al acorazado “Bismarck” en la Batalla del Estrecho de Dinamarca y ahora aumentaba su celebridad al ser el escenario de un importante encuentro diplomático. En diciembre de ese mismo año, volvería a hacer historia, pero de manera trágica, cuando fuera el primer buque capital, junto con el crucero de batalla “HMS Repulse”, en ser hundido en alta mar por un ataque aéreo, frente a las costas de Malaca, al inicio de la ofensiva japonesa en el Pacífico.







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sábado, 6 de agosto de 2016

Hace 100 años. 7 de agosto de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
7 de agosto de 1916
Primera Guerra Mundial

El 1 de agosto, llega a su fin la corta y triste carrera del acorazado italiano “Leonardo Da Vinci”. El “Da Vinci”, botado en 1911, fue uno de los tres dreadnought “Clase Conde de Cavour” construidos para la “Regia Marina Italiana”. Era un buque poderoso y moderno que, sin embargo, no alcanzó a ver mayor acción durante la guerra contra su rival tradicional, la “Imperial y Real Marina” de Austria-Hungría. Mientras estaba anclado en el puerto de Tarento, sufrió una explosión del depósito municiones, con la pérdida de 248 hombres. Los italianos culparon a saboteadores austriacos de la explosión, pero el incidente nunca se aclaró del todo y bien pudo haber sido accidental.

El día 3 de agosto, se inicia la Batalla de Romani, que significó la derrota del último intento de los Imperios Centrales de amenazar por tierra el Canal de Suez y dio pie para iniciar la Campaña del Sinaí y Palestina. Fue la primera victoria obtenida contra las tropas turcas, lo que es mucho decir, considerando que la guerra ya llevaba dos años de desarrollo y todos esperaban que los turcos se derrumbaran al primer disparo. Muy al contrario, en 1916, los otomanos habían rechazado la invasión de los estrechos, habían humillado a los británicos en Mesopotamia y, hasta agosto, amenazaban el tráfico comercial de Suez, tan importante para vincular las metrópolis de la Entente con sus colonias asiáticas, especialmente la India Británica. En los últimos días de julio, las tropas británicas que defendían Suez, habían reportado movimiento de fuerzas enemigas, que permitían presagiar un posible ataque. En la noche del 3 al 4 de agosto, una fuerza combinada alemana, austriaca y otomana chocó con la pantalla de la 1ª Brigada Ligera Montada del “Anzac” (“Australian and New Zealand Army Corps”, “Cuerpo de Ejército Australiano y Neozelandés”). Al comienzo, los Anzac fueron forzados a retirarse, hasta que recibieron refuerzos, con los que fueron capaces de contener a los atacantes y forzarlos a luchar  en sectores de arenas profundas, donde perdieron movilidad y quedaron bajo el nutrido fuego de la 52ª División, atrincherada en Romani. Los atacantes lucharon fieramente para mantener el terreno ganado, pero fueron obligados a retirarse hacia la noche del 5 de agosto, perseguidos por las fuerzas de la “Commonwealth” hasta el mismísimo punto de partida de su ofensiva, en Katia. La persecución de las unidades montadas de fusileros neozelandeses no se detuvo ahí y, en los días siguientes, persistirían en su empeño de acosar a los maltrechos efectivos de los Imperios Centrales.

Mientras se desarrolla la Batalla de Romani, la guerra cumple dos años desde su inicio. La primera declaración de guerra fue el 28 de julio, cuando Austria-Hungría ejecutó su ultimátum contra Serbia. Y el 4 de agosto de 1914, Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania, completando el mecanismo fatal de las alianzas que condujeron a la Primera Guerra Mundial.

El 6 de agosto, el general Luigi Cadorna desencadena la sexta Batalla del Isonzo. El desenlace no sería muy distinto a las anteriores, pero lograría, al menos, que el “Regio Esercito Italiano” plantara una cabeza de puente en el río Isonzo (actual río Soca, en Eslovenia), al capturar la localidad de Gorizia, de modo que se la puede considerar como la más exitosa de las muchas batallas planteadas por los italianos en el infausto tío.

El 3 de agosto de 1916, se producen tres acontecimientos vinculados entre sí y especialmente relacionados con Bélgica. Ese día, es ejecutado Roger Casement, británico de origen irlandés, quien se desempeñara brillantemente en el servicio consular del Imperio Británico. En 1911, Casement había recibido el título de caballero por sus esfuerzos en documentar y denunciar las violaciones a los derechos fundamentales en el Perú, por parte de empresas levantadas con capitales británicos, con la complicidad del gobierno local, y las ocurridas en el “Estado Libre del Congo”, manejado por el Rey Leopoldo II  de Bélgica a modo de propiedad privada. El escándalo del informe de Casement levantó tal revuelo internacional y nacional, al interior de Bélgica, que la administración del llamado Congo Belga pasó al estado, por orden del Parlamento, a pesar de los esfuerzos del monarca.

Por sus informes, Casement es considerado pionero en la teorización de los derechos fundamentales. Al regresar a Europa, abrazó la causa independentista y republicana de su país natal, Irlanda, que lo llevó a buscar apoyo material de parte de Alemania. Vinculado al “Alzamiento de Pascua”, fue detenido, juzgado por traición y ejecutado el 3 de agosto de 1916.

El mismo día 3 de agosto de 1916, se cumplían dos años desde que Bélgica, cuya colonia estaba en la mira de las indagaciones de Casement, era invadida por tropas alemanas, luego de negarse a permitir el tránsito de tropas germanas en su invasión de Francia, en 1914. Y este mismo día, las tropas coloniales belgas ocupan Ujiji, durante su participación en la campaña que las tropas de la Entente llevan a cabo contra el África Oriental Alemana. En su guerra colonial africana contra las posesiones ultramarinas alemanas, los belgas usaron la llamada “Force Publique” (“Fuerza Pública”), que consistía en una serie de unidades pequeñas, compuestas por reclutas nativo y mandada por oficiales europeos, muy similar a las fueras de “askaris” alemanes y británicos. Antes de la guerra, la “Force Publique” había sido un elemento de control colonial, usada por Leopoldo, y se la acusó de participar en muchas de las atrocidades denunciadas por Casement en sus reportes.

En la fotografía, tomada en 1916, un grupo de reclutas de la “Force Publique” en formación.







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Hace 75 años. 7 de agosto de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
7 de agosto de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 1 de agosto de 1941, Japón ocupa Saigón, la ciudad de Indochina que, como capital de Vietnam del Sur, dos décadas más tarde, se hará famosa entre todos los aficionados a las muchas películas antibélicas inspiradas en la Guerra de Vietnam. Por el momento, es un paso más hacia la consolidación del imperialismo nipón y hacia el choque militar con las democracias occidentales. Ese mismo día, Estados Unidos impone un embargo de petróleo a todos los estados considerados como “agresores”, lo que incluía, desde luego, a Japón.

Tras dar el paso de la ocupación de Indochina, el Gobierno Japonés se había arriesgado a que Washington tomara una medida restrictiva con materias primas esenciales para la economía japonesa, como es el petróleo. Para obtenerlo, la única posibilidad eran las Indias Orientales Holandesas (actual Indonesia) por medio de la fuerza. Con las reservas de petróleo japonés limitadas a unos cuantos meses y el mercado petrolero americano y árabe cerrado por los anglosajones, el recurso de invadir el archipiélago indonesio era un paso esperable.

La guerra en el Pacífico parece cosa de meses y los norteamericanos hacen grandes esfuerzos por poner al día su arsenal. En este primer día de agosto de 1941, hace su primer vuelo el torpedero Grumman “Avenger” (“Vengador”), un excelente avión que vendrá a reemplazar al ya obsoleto Douglas “Devastator”. El “Avenger” no alcanzará a dotar a los portaaviones hasta la segunda mitad de 1942 y el inadecuado “Devastator” deberá afrontar la Batalla de Midway, donde sufriría fuertes pérdidas a manos del letal Mitsubishi A6M “Zero”.

En el desierto, la lucha sigue entrampada en torno al puerto-fortaleza de Tobruk. El 2 de agosto, dos compañías australianas hacen una salida hacia posiciones del cerco defendidas por los italianos, que rechazan el ataque, causando fuertes pérdidas a los “aussies”. Una vez más, queda demostrado que los italianos, bien mandados, motivados y armados con material medianamente decente, pueden ser adversarios muy peligrosos. El ataque fue el último intento australiano por recuperar el terreno perdido desde mayo de 1941 y seguramente no volverían a subestimar la capacidad combativa del “Regio Esercito”. Benito Mussolini seguramente se siente un poco más satisfecho y esperanzado con la suerte de sus tropas, pero el 7 de agosto, sufre un rudo golpe personal, cuando su hijo, Bruno, muere en un accidente aéreo.

En el Mediterráneo, que es donde se decide la suerte logística de la campaña del desierto, la lucha también es dura. Frente a las costas libias, el 2 de agosto, una formación de “Stuka” acosa un convoy británico. Generalmente los bombarderos alemanes causaban mucho daño a los mercantes de los convoyes y a las unidades de la “Royal Navy” que los escoltaban; sin embargo, esta vez, un grupo de Hawker “Hurricane” está en las cercanías y rechaza a los “Stuka”, ocasionándoles fuertes pérdidas.

En el Frente Oriental, el 4 de agosto, Hitler llega hasta el cuartel general del Grupo de Ejércitos Centro, mandado por el general Fedor von Bock. El general, que simpatiza poco con Hitler y comprende que la invasión de Rusia es un paso peligroso para Alemania, había preparado una conspiración para arrestar al tirano luego de su llegada. Sin embargo, Hitler llegó acompañado de una nutrida guardia personal, que hizo inviable el plan. El “Führer” ya había sufrido intentos de asesinato y derrocamiento por parte de miembros de la “Wehrmacht”, de modo que está más preparado ante esas eventualidades.

En lo estratégico, Hitler se entromete con cada vez mayor frecuencia en lo que deberían ser decisiones privativas del alto mando. Luego de arribar al comando de Von Bock, ordena la dispersión de sus valiosos tanques, enviando el 3er Grupo Panzer del general Hermann Hoth al norte, al frente de Leningrado, y al 2º Grupo Panzer del general Heinz Guderian al sur, a ayudar en el avance del general Paul von Kleist en el sur. Para Hitler, la captura de Moscú, aunque deseable y necesaria, no es prioritaria y prefiere concentrar los esfuerzos militares en conseguir los recursos naturales de Ucrania. El alto mando alemán, que entendía que tomar Moscú sería un golpe decisivo para los soviéticos, ve con desesperación cómo se dispersan las fuerzas entre las enormes extensiones del frente ruso.

A pesar de las intromisiones políticas, las tropas de Von Bock obtienen uno de sus mayores éxitos. El 6 de agosto, se puede dar por terminada la Batalla de Smolensk. A finales de julio, las puntas de lanza del Grupo de Ejércitos Centro se habían cerrado en torno a una gran concentración de tropas soviéticas en torno a Smolensk, ciudad cercana a la frontera que separaba Bielorrusia y Rusia propiamente tal. Aunque un número importante de unidades logró escapar del cerco, los alemanes consiguieron cercar a la mayor parte del 16º, 19º y 20º Ejércitos Soviéticos. Al terminar la batalla, los soviéticos habían sufrido más de 750.000 bajas entre muertos, heridos y prisioneros, además de perder miles de tanques, vehículos y aviones. En suma, más que una derrota, el Ejército Rojo había sufrido el peor desastre de su historia. Y le esperaban otros todavía. Con todo, la dispersión de las unidades “Panzer” y algunas bolsas de resistencia decidida, costaron a los alemanes mucho más tiempo del esperado. Cada día ganado por los soviéticos va a contar al final de la campaña y de la guerra en general.

Además de avanzar por un enorme país que, en muchas áreas, tenía formidables obstáculos naturales que facilitaban la defensa, la “Wehrmacht” tendría que haber lidiado con un potente dispositivo de fortificaciones, construidas por los soviéticos. Otro de los muchos mitos repetidos respecto de la “Operación Barbarroja”, reza que la línea fortificada a lo largo de la vieja frontera (antes de 1939) había sido destruida y que no había existido tiempo para construir nada importante que la reemplazara en la nueva frontera, creada luego de que los comunistas, en complicidad con los nazis, invadieran traicioneramente Polonia, Estonia, Letonia, Lituania y parte de Rumania. Este mito era una excelente explicación para no dañar el orgullo del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), que inventó muchas leyendas como ésta, a fin de no reconocer que, en los primeros meses de guerra, la mayoría de sus ciudadanos prefería dejarle el país a los alemanes, antes que seguir aguantando la tiranía estalinista. Eso duró hasta que se dieron cuenta que, si el comunismo era el infierno en esta tierra, los nazis querían derechamente mandar a los eslavos fuera de esta tierra o esclavizarlos como mano de obra subhumana. Ante dos alternativas muy malas, los pueblos soviéticos, en general, eligieron seguir con su propia tiranía, que podía ser espantosa, pero que les permitía, en algunos casos, seguir con vida y tener alguna esperanza. En ese sentido, el comunismo era más democrático: trataba igualmente mal a todo el mundo y no hacía diferencias raciales a la hora de mandar gente a los campos de concentración.

Los soviéticos llevaban años preparándose para una guerra que les permitiera conquistar Europa hasta el Atlántico. Sabían que concentrar sus fuerzas en ciertas zonas de ataque, debilitaría otros sectores, que el enemigo de turno (Alemania, en este caso) podía aprovechar para contraatacar. Por eso Stalin puso tanto énfasis en las áreas fortificadas, para que fueran capaces de contener y destruir esos contraataques. No hay que imaginarse algo así como una fortificación continua, al estilo del Muro de Adriano en Gran Bretaña o la Gran Muralla de China. Las áreas fortificadas estaban destinadas a cubrir con su fuego sectores muy concretos del territorio cercano a las fronteras. Incluso en los mismos corredores cubiertos por las áreas fortificadas, tampoco hay una serie continua de fortines. Las instalaciones defensivas estaban concentradas en varias agrupaciones, denominadas nodos de defensa. Según Mark Solonin, cada nodo comprendía 10 o más búnkeres, dispuestos a modo de una fortaleza medieval, en que sería imposible aproximarse impunemente a uno de ellos, sin recibir una lluvia de fuego desde un búnker vecino. Estas instalaciones estaban situadas sobre caminos, puentes y vados, igual como se había hecho desde siempre, con la diferencia de que los ejércitos del siglo XX estaban mucho más atados a las carreteras que sus predecesores, debido a la importancia de los vehículos motorizados en el esfuerzo bélico.

Complementando datos de los archivos soviéticos y de los reportes de las fuerzas invasoras alemanas, Solonin afirma que había más 1.000 fortines en la “Línea Molotov”, es decir, en la nueva frontera (donde supuestamente no había existido el tiempo para construir nada) y más de 3.000 en la vieja frontera, la “Línea Stalin” (donde todos los búnkeres habían sido supuestamente volados). Para poder comparar, la imponente “Línea Maginot”, en la que Francia había depositado toda su fe, contaba con 142 “ouvrages” (fortines mayores y menores, artillados), 352 casamatas armadas con ametralladoras, 78 refugios de infantería de reserva, 17 puntos de observación y unos 5.000 puestos de vigilancia camuflados, que permitían detectar ataques, detener por poco tiempo al enemigo y dar la alarma a las líneas de defensa. La afamada “Línea Mannerheim”, que tanta sangre costó a los soviéticos en su primera guerra con Finlandia, en 1939-1940, contaba alrededor de 200 búnkeres, que además estaban construidos con parámetros técnicos muy inferiores a las fortificaciones soviéticas. En todos estos casos, las fortificaciones estaban retiradas de la frontera algunos kilómetros, para que los invasores tuvieran que superar la resistencia de posiciones más ligeras, que los fueran “ablandando”, antes de llegar a la principal línea defensiva.

Si los soldados del Ejército Rojo, en vez de huir a la desbandada, hubieran hecho buen uso de estas formidables fortificaciones, habrían quitado mucho y valioso tiempo a los alemanes. Pensemos en que, para superar la relativamente modesta “Línea Mannerheim”, el Ejército Rojo sacrificó miles de soldados en las rutas de aproximación y demoró tres meses en conseguir el ansiado rompimiento. Los soviéticos alinearon 13 regimientos y 4 batallones de lo que ellos llamaban, en términos técnicos, artillería de “gran y especial poder.” En marzo de 1940, disponían frente a los finlandeses de 7.000 morteros y cañones y más de 3.000 tanques. Dispararon 46.000 rondas de obuses de 203 mm y 6.000 rondas de sistemas de artillería de poder especial. En tres meses de guerra, en todo el frente, el Ejército Rojo usó 79.7 kilotones de munición artillera (la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima en 1945, liberó una potencia de 16 kilotones), mientras que la aviación lanzó otros 22.6 kilotones de bombas sobre Finlandia y su pequeño ejército. Y, a pesar de que los soviéticos rompieron la línea, obligando a Finlandia a negociar, nadie puede decir que el resultado fue otra cosa que una victoria pírrica, que costó 40.000 muertos y 150.000 heridos, sólo en el esfuerzo final de rompimiento en marzo de 1940.

Unas pocas unidades aisladas soviéticas, sin embargo, decidieron resistir desde el primer día de la invasión alemana. Aunque estaban aislados y sin esperanzas de auxilio, unos pocos miles de soldados soviéticos iniciaron el primer día lo que su historiografía llamó la “Gran Guerra Patriótica.” Un tal sargento Ivanovich, destinado a una fortificación cerca de Peremyshl, relata que su posición “era una imponente fortificación, armada con cuatro troneras con dos cañones de 76 mm y dos ametralladores Degtyarev (…) El comandante nos dijo que no debíamos sólo ocuparlo, sino permanecer en defensa 6 meses sin salir o hasta el momento en que voláramos junto con el fortín. La comida y municiones debían alcanzar para esos 6 meses. Tenía dos pisos, era fuerte, con murallas de concreto reforzado de 3.5 metros (…) Los alemanes tomaron nuestro lado de Peremyshl; abrieron fuego sobre el búnker, pero los proyectiles rebotaban como arvejas contra la pared.”

Abajo, una fotografía tomada a un búnker de la “Línea Stalin” en julio de 1941 por corresponsales alemanes.






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