domingo, 27 de marzo de 2016

Hace 100 años. 27 de marzo de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
27 de marzo de 1916
Primera Guerra Mundial

El 21 de marzo de 1916, se puede dar por finalizada la Batalla de Kahe, disputada en los alrededores del Monte Kilimanjaro, cerca de la frontera norte del África Oriental Alemana. Las posiciones alemanas en la zona habían sido rodeadas por tropas británicas y sudafricanas, que obligaron a los alemanes a retirarse, luego de sufrir serias bajas. A pesar del revés sufrido, las tropas coloniales obedientes al Káiser se retiraron al interior de la colonia y siguieron la lucha hasta el armisticio de 1918.

El 24 de marzo, el submarino alemán “SM UB-29” torpedea y daña gravemente el transbordador de pasajeros “SS Sussex”, que enarbolaba bandera francesa, mientras atravesaba el Canal de la Mancha con 325 pasajeros y 53 tripulantes. La nave no se hundió e incluso fue reparada luego de la guerra, pero el ataque costó la vida de 50 personas y muchos heridos, entre los que se contaban ciudadanos estadounidenses. El ataque al “Sussex” causó renovada indignación en Estados Unidos y acrecentó el sentimiento antialemán entre la población. Se sucedió un intenso intercambio de notas diplomáticas entre Washington y Berlín, que condujo finalmente, en mayo de 1916, a la promesa, por parte del gobierno alemán, de suspender la guerra submarina irrestricta. La decisión pasó a la historia como “Compromiso del Sussex” por la obvia relación entre la decisión del gobierno del Káiser y el incidente del transbordador. No sería sino hasta 1917 que los alemanes retomarían la guerra submarina sin restricciones.

El hecho dominante de la guerra en 1916 es la Batalla de Verdún, que sigue cobrando un escalofriante número de muertos y heridos cada día. Para los últimos días de marzo, la ofensiva había costado más de 80.000 bajas a los alemanes y el general Erich von Falkenhayn, Jefe del Estado Mayor Imperial, gestor del plan de ataque original, empezaba a considerar seriamente la posibilidad de detener la batalla y retirar sus fuerzas. Sin embargo, los comandantes del 5º Ejército, que era la fuerza enfrascada en la lucha contra los franceses, se opusieron a la idea y pidieron refuerzos para un nuevo intento a comienzos de abril, seguros de que las tropas francesas estaban al borde del colapso.

El 22 de marzo de 1916, Yuan Shikai abandona el trono imperial de China. En marzo de 1912, había sido elegido Presidente Provisional, una posición que le permitió acrecentar su influencia, en momentos que la destitución de la dinastía Ching, de origen manchú, había dejado un vacío de poder difícil de llenar y amenazaba con hundir a China en la anarquía. Para comienzos de 1914, Yuan había conseguido derrotar o apaciguar a la mayoría de sus rivales políticos, especialmente el “Kuomintang” (“KMT”, Partido Nacionalista Chino), liderado por Sun Yat-Sen, que se vio obligado a huir a Japón. Yuan consiguió reunir en sus manos prácticamente todo el poder político, controlando el inmenso territorio chino a través de gobernadores militares que, de hecho, controlaban a las autoridades civiles y tenían un grado de independencia que, con el tiempo, probaría ser muy perjudicial para la integridad territorial china.

Con todo el poder en sus manos, Yuan comenzó a comportarse de manera muy similar a como lo hacían los antiguos emperadores chinos. Algunos de sus consejeros sugirieron restablecer la monarquía, seguros de que el pueblo chino estaba habituado a la autocracia y de que la República no podía ser más que una fase provisional, necesaria para expulsar a los emperadores manchúes que habían sido considerados por muchos como chinos a medias, a pesar de haber estado en el poder desde 1644. El 20 de noviembre de 1915, Yuan Shikai “aceptó” la corona imperial ofrecida unánimemente por una “Asamblea Representativa”, reunida para tal efecto y adoptó el nombre de Hongxian (“Abundancia Constitucional”). Sin embargo, los cálculos de Yuan y sus asesores más cercanos resultaron erróneos. Mientras las potencias extranjeras se mostraron indiferentes o francamente hostiles hacia el Emperador Hongxian, muchos de los apoyos que Yuan había ido consolidado dentro del país durante años, se volvieron en su contra, especialmente los jefes militares regionales, sobre los que esperaba basar su nuevo régimen.

La creciente oposición a Yuan lo obligó a posponer una y otra vez los ritos tradicionales de ascensión al trono que nunca fueron celebrados. Cada día que pasaba, eran más las provincias que se pronunciaban en contra del pretendiente al trono y lo mismo pasaba con las muchísimas facciones que, a nivel regional y nacional, se disputaban las parcelas de poder en la cada vez más atomizada escena política china. El 22 de marzo de 1916, Yuan Shikai oficialmente renunció a toda pretensión al trono; sin embargo, sus enemigos demandaron también su renuncia a la Presidencia. Siguió aferrado al poder hasta su muerte natural, pocos meses después, el 6 de junio de 1916.

El experimento monárquico de Yuan profundizó las divisiones internas de China y condujo a la llamada “Era de los Señores de la Guerra”, que se extendió hasta 1928, caracterizada porque el país quedó dividido entre muchas coaliciones de jefes militares regionales que se disputaban el poder entre sí. El régimen nacionalista de Chiang Kai-Shek conseguiría unificar nominalmente a China en 1928, pero no sería sino hasta el triunfo de los comunistas, después de la Segunda Guerra Mundial, que el país volvería a tener un solo gobierno y terminarían las luchas internas.

En la fotografía, un entrenamiento de soldados del Ejército de Beiyang, que fue la base desde la que Yuan Shikai consolidó su ascenso al poder. El de Beiyang fue el más poderoso entre los muchos ejércitos regionales, formados a la usanza occidental durante las últimas décadas de la Dinastía Ching. Sin embargo, esos mismos ejércitos fueron una de las causas principales de la caída de la dinastía y de una fragmentación política que se prolongaría durante cuarenta años.





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Hace 75 años. 27 de marzo de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
27 de marzo de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 24 de marzo de 1941, contrariando las órdenes expresas de sus superiores, el general Erwin Rommel desencadena la primera de sus famosas ofensivas en el desierto africano. El “Zorro del Desierto” empieza a escribir su historia y a forjar su leyenda. Antes de finalizar el primer día, los alemanes habían tomado El Agheila, el primero de sus objetivos en Cirenaica. Los británicos habían debilitado sus fuerzas en el área, obligados a reforzar otros teatros de operaciones, como Grecia y Sudán. Además el ataque los tomó por sorpresa, pues suponían que los alemanes necesitarían mucho más tiempo para consolidar su posición en Tripolitania, antes de lanzarse a Cirenaica. Rommel, sin embargo, no estaba dispuesto a sentarse a esperar.

La “Royal Navy” y la “Regia Marina” disputan ferozmente el control del Mediterráneo en estos días finales de marzo. El 25 de marzo de 1941, un grupo de MTM (“Motoscafo Turismo Modificato”, algo así como “Lanchas de Turismo Modificadas”) italianas, acondicionadas para ser llenadas de explosivos y lanzadas contra blancos enemigos, realizan un atrevido ataque en la Bahía de Suda, en Creta. Como resultado de la acción, resultan hundidos el crucero pesado “HMS York”, el gran tanquero noruego “Pericles”, un tanquero pequeño y un carguero. La incursión fue llevada a cabo por elementos de la “Decima Flottiglia MAS”, que se convertiría en una de las más famosas y temidas unidades de comando que actuaron en la guerra.

La respuesta de los británicos llegaría dos días después, el 27 de marzo, cuando la “Royal Navy” consiguiera atraer a buena parte de la flota de superficie italiana a una trampa frente a las costas del Peloponeso, en lo que se conocería como “Batalla del Cabo Matapán”. La batalla se prolongaría hasta el 29 y se convertiría en una resonante victoria británica.

En Yugoslavia, el 21 de marzo, ha renunciado parte del gabinete, en protesta por el pacto acordado entre el regente y la Alemania Nazi. Es sabido que el Príncipe Pablo tomó la decisión con reluctancia y convencido de que era la única manera de ahorrarle dolores a su país. No obstante, la mayor parte de la población serbia, que es la dominante en la federación yugoslava, siente un profundo desprecio por los nazis. De inmediato, se multiplican las protestas y demostraciones callejeras en Belgrado. El 27 de marzo, una parte de las fuerzas armadas organiza un golpe de estado, destituyendo al Príncipe Pablo y su gobierno, y declarando al joven Rey Pedro, de 17 años, con plena capacidad y poderes para asumir el trono. Enfurecido por el golpe y por las protestas antialemanas en las calles de Belgrado, el mismo día del golpe, Hitler despachó la Directiva 25, que ordenaba tratar a Yugoslavia como una nación hostil y preparar su invasión, posponiendo la fecha de inicio del planificado ataque a la Unión Soviética, que sufriría varias semanas de retraso, muy echadas de menos más tarde, cuando las tropas alemanas estuvieran sufriendo el invierno ruso a las puertas de Moscú, algunos meses después. Las órdenes de Hitler incluían a Italia en el desarrollo de las operaciones y en la posterior ocupación militar. Asimismo esperaban atraer a Bulgaria y Hungría en la invasión, ofreciéndoles recuperar algunos territorios perdidos luego de la última guerra.

El 27 de marzo, se puede dar por concluida la Batalla de Keren, con la victoria de las fuerzas de la “Commonwealth” sobre una fuerza mixta de tropas regulares y coloniales italianas que intentaban defender el África Oriental Italiana (AOI). El territorio colonial italiano de la región se componía de Eritrea y la Somalia Italiana, ambas colonizadas a fines del siglo XIX; Etiopía (también llamada Abisinia), invadida en 1935, y la Somalia Británica, ocupada en 1940, tras el ingreso de Italia en la guerra. Entre el AOI y Libia se interponían Egipto y Sudán, ambos controlados por Gran Bretaña. Uno de los objetivos de la intervención italiana en el Norte de África era unir todos los territorios coloniales italianos de África mediante la ocupación de Egipto y el Canal de Suez, a lo que luego seguiría naturalmente la caída de Sudán. Sin embargo, el fracaso de la ofensiva del mariscal Graziani, lanzada a fines de 1940, impidió unir los dispersos territorios italianos. El AOI permaneció aislado de Italia, que estaba impedida de enviar refuerzos o abastecimientos a sus tropas, que plantearon una defensa heroica, pero inútil a la larga.

Por un lado, los italianos estaban rodeados de colonias hostiles y del mar, controlado por la también hostil “Royal Navy”. No tenían manera de recibir ayuda y apenas podían retrasar lo inevitable, salvo que ocurriera un suceso muy fuera de lo común. Por otro lado, los británicos, incluso en uno de los momentos más difíciles de su historia, mientras todavía pudieran dominar los mares con su poderosa armada, eran capaces de movilizar diversos recursos de sus aliados y desde las distintas partes de su gigantesco Imperio para luchar en un teatro de operaciones tan alejado como el Cuerno de África. En efecto, el Comando del Medio Oriente, al mando del general Archibald Wavell, pudo disponer para la batalla de dos divisiones de infantería de la India (4ª y 5ª) y de la Brigada del Oriente de la Francia Libre, además de superiores medios de apoyo naval y aéreo.

La ocupación de Keren permitía a los británicos controlar las rutas que conducían a Asmara, capital de Eritrea, y Massawa, el puerto que servía de base a la “Flotta del Mar Rosso”. Esta fuerza naval de la “Regia Marina” era relativamente pequeña. Consistía de siete destructores, organizados en dos divisiones; un escuadrón de lanchas torpederas y un grupo de ocho submarinos, organizados en dos escuadrones. El aislamiento de las colonias italianas significaba, entre otras cosas, que los buques de la flotilla siempre estaban escasos de combustible, limitando así las posibilidades de emprender acciones ofensivas sobre el tráfico aliado en las aguas cercanas. Sin embargo, los marinos italianos se las arreglaron para emprender algunos ataques a los convoyes y se mantuvieron como una amenaza latente, que rara vez dejaba su puerto, pero que mantuvo preocupado al Almirantazgo británico hasta que el puerto se rindió, luego de una dura resistencia que se prolongó hasta el 8 de abril.

El acoso al efímero Imperio Italiano forjado por Mussolini en África Oriental es múltiple. En Etiopía, una brigada nigeriana de la 11ª División Africana Británica, avanza hacia posiciones italianas que defienden Addis Abeba, capital del Imperio Etíope. Al mismo tiempo, tropas de la 2ª División Sudafricana llegan a reforzar las fuerzas encargadas de reconquistar la Somalia Británica. El sueño imperial de “Il Duce” se desvanece…  

Abajo, una estampilla del servicio postal italiano, que alude a la alianza con Alemania, usada en el África Oriental Italiana, tal como aparece en el impreso. Además de los perfiles de Hitler y Mussolini, quedan representados los símbolos del nazismo y el fascismo (la esvástica y los fasces), junto con la leyenda “due popoli, una guerra” (“dos pueblos, una guerra”).




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lunes, 21 de marzo de 2016

Hace 100 años. 20 de marzo de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
20 de marzo de 1916
Primera Guerra Mundial

En esta segunda mitad de marzo de 1916, los alemanes siguen al ataque en Verdún, pero han perdido toda sorpresa y se enfrentan a un enemigo preparado para recibirlos. La poderosa artillería alemana es capaz de lanzar devastadores ataques sobre las fuerzas francesas, pero no es capaz de silenciar a la artillería francesa, que causa graves bajas entre los alemanes y aísla eficazmente a las columnas de avanzada de sus líneas de suministro. Los bombardeos masivos de la artillería alemana permiten a la infantería germana conseguir pequeños avances, pero la artillería francesa hace lo propio por su infantería, cuando ésta lanza sus contraataques, que siempre causan cuantiosas bajas a los alemanes, incluso si consiguen mantener el terreno conquistado. Incluso si los alemanes consiguen capturar posiciones consideradas vitales, éstas casi siempre resultan neutralizadas por algún accidente de terreno o fortificación que también es necesario ocupar, para defender las posiciones conquistadas en la víspera. De este modo, los alemanes estaban obligados a atacar constantemente, incapaces de consolidar sus avances. La única manera de salir del círculo vicioso en que estaban los alemanes en Verdún habría sido retroceder a la línea del frente de febrero de 1916, un paso que los comandantes germanos no estaban dispuestos a dar todavía.

A partir del 15 de marzo de 1916, Portugal y Austria-Hungría están oficialmente en guerra. La declaración de guerra de Viena a Lisboa no es más que una mera formalidad, en que los austriacos honran su alianza con Alemania, pero es muy improbable que tropas portuguesas y austrohúngaras se enfrenten en el campo de batalla.

En estos días de marzo de 1916, termina de disputarse la Quinta Batalla del Isonzo. El general Luigi Cadorna no ha planificado la ofensiva con mucho detenimiento esta vez. El ataque italiano resulta menos costoso en bajas que en las ediciones anteriores de la batalla y está pensado, más que nada, para ayudar a aliviar la presión que los Imperios Centrales están ejerciendo en otros frentes. Como ha pasado antes, los avances en el Isonzo son insignificantes y aunque, esta vez, las pérdidas son menores, a nadie le sobran soldados en esta guerra, mucho menos a Italia.

El 14 de marzo, presente su renuncia el “Großadmiral” Alfred von Tirpitz, quien se desempeñara hasta entonces como Ministro de Marina. Al día siguiente, es nombrado en su reemplazo el almirante Eduard von Capelle. Tirpitz había conocido a Guillermo II en 1887, cuando este último era príncipe y fue escoltado por las lanchas torpederas mandadas por el entonces capitán Tirpitz, cuando viajaba al jubileo de oro de su abuela, la Reina Victoria de Gran Bretaña. En 1890, cuando se desempeñaba como Jefe del Estado Mayor del Escuadrón del Báltico, Tirpitz participó de una cena ofrecida al Káiser por parte de los oficiales más antiguos de la base naval de Kiel. En la ocasión, Guillermo pidió sus opiniones sobre la manera en que la marina debería desarrollarse. Cuando tocó el turno a Tirpitz, éste manifestó la necesidad de construir grandes acorazados, que dotaran a la “Kaiserliche Marine” de la capacidad de mirarse de igual a igual con las grandes potencias navales del mundo. La opinión de Tirpitz complació al Káiser, que hacía tiempo sopesaba la necesidad de convertir a Alemania en una potencia naval, capaz de proyectar globalmente la considerable influencia que había ganado en Europa desde que consiguiera su unificación en 1871, luego de derrotar a Francia.

La Alemania unificada por Bismarck y por Guillermo I había heredado de Prusia la condición de gran potencia militar, pero sus capacidades navales eran, al comienzo, muy modestas, tal como había sido siempre modesta la Marina Prusiana. Hasta fines del siglo XIX, la hipótesis de conflicto que enfrentaba el Imperio Alemán era una muy probable guerra con Francia. Para defenderse de Francia, Alemania no necesitaba de una marina fuerte, sino de un ejército poderoso y este era un instrumento con el que ya contaba. Para convencer al “Reichstag” y a la opinión pública alemana de la necesidad de invertir millones de marcos en construir una gran flota, era necesario crear un nuevo enemigo al que fuera necesario derrotar en el mar. Ese nuevo enemigo fue el Imperio Británico.

Hasta fines del siglo XIX, las relaciones entre Gran Bretaña y Alemania fueron cordiales. Prusia y el Reino Unido habían sido aliados en más de una guerra y el Káiser Guillermo era nieto de la Reina Victoria. Gran Bretaña también había tenido históricamente muy buenas relaciones con la mayoría de los estados alemanes predecesores del “Reich”, de modo que los británicos no tenían razones para sentir hostilidad hacia el Imperio Alemán cuando nació en 1871. Guillermo I y Federico III mantuvieran las relaciones con Londres en muy buen pie, pero Guillermo II deseaba transformar Alemania en un auténtico poder mundial, ojalá el primero de todos y esa era una posición que debía arrebatar a Gran Bretaña, señora absoluta de los mares del mundo desde Trafalgar. El crecimiento de los dominios coloniales alemanes y el crecimiento de su participación en el comercio internacional también pasaban por competir con los británicos.

En la víspera de la Guerra Anglo-Bóer, Guillermo II apoyó públicamente la posición de la República de Transvaal, que se convertiría en uno de los enemigos del Reino Unido en ese conflicto. En 1897, Gran Bretaña, que veía que la guerra con los bóer se hacía inevitable, amenazó a Alemania con bloquear sus puertos si, en caso de guerra, el Gobierno Alemán  decidía apoyar a los bóer con algo más que declaraciones. El apoyo de Guillermo a los bóer causó indignación en la opinión pública británica, mientras que la amenaza de Londres a Berlín dio al Káiser y a Von Tirpitz, convertido en Ministro de Marina, la excusa perfecta para presionar al “Reichstag” con un programa de construcción naval.

Von Tirpitz delineó un plan para construir una “Hochseeflotte”, “Flota de Alta Mar”, equivalente a 2/3 de la “Home Fleet” británica, con la que tendría que enfrentarse en el Mar del Norte, si es que algún día la guerra estallaba. El plan de Von Tirpitz, en muy pocos años, consiguió implementar una muy potente flota, cuyo poderío era sólo superado por su similar británica. Sin embargo, nunca llegó a tener el tamaño para realmente superarla en una batalla abierta, si es que aquello se producía alguna vez. Es cierto que Alemania se convirtió en una potencia con influencia mundial, pero el costo político e incluso estratégico fue muy alto.

De partida, la expansión de la “Kaiserliche Marine” causó preocupación en Gran Bretaña, que respondió con su propio programa de expansión. Se produjo una vertiginosa carrera naval de armamentos, que costó mucho dinero en ambas naciones y profundizó la desconfianza mutua. Alemania no consiguió nunca la supremacía naval, pero sí se consiguió un poderoso enemigo.

El peligro que suponía la presencia de una potente flota alemana en el Mar del Norte, empujó al Reino Unido a ceder en otras partes del mundo. Luego del llamado “Incidente de Fachoda”, que tuvo a británicos y franceses al borde de una guerra colonial en 1898, ambas naciones avanzaron en resolver sus diferencias, un proceso que terminó en la “Entente Cordiale”, que fue la base de la alianza que luchó contra Alemania en la Gran Guerra. Con Francia convertida en aliada, la “Royal Navy” tenía un rival menos de qué preocuparse.

Otro competidor era el ascendente Imperio Japonés, que se estaba convirtiendo rápidamente en una potencia naval. En 1902, se firmó la Alianza Anglo-Japonesa, que permitió a los británicos retirar todos los acorazados que tenía en el Pacífico y concentrarlos en el Mar del Norte, vigilando a las unidades alemanas. Rusia era finalmente la única otra potencia europea con una flota capaz de preocupar a los británicos. Sin embargo, en 1905, fue inapelablemente derrotada por Japón, que había quedado con las manos libres luego de asegurarse la neutralidad de los británicos mediante el acuerdo de 1902. La pérdida de casi todo su poder naval en la guerra con los japoneses, empujó a Rusia a acercarse a Francia y Gran Bretaña. En 1907, la alianza formal de Rusia y el Reino Unido estableció oficialmente la “Triple Entente”, una poderosa alianza que se convertiría en la némesis de la flota de Von Tirpitz.

Abajo, una postal del “SMS Nassau”, el primer acorazado tipo “Dreadnought” construido para la Marina Imperial Alemana y botado en 1907, diseñado justamente como respuesta a la botadura de su similar británico que dio nombre a la categoría.




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Hace 75 años. 20 de marzo de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
20 de marzo de 1941
Segunda Guerra Mundial

La Batalla del Atlántico, la más larga de la guerra, está en un punto álgido. El 14 de marzo, el poderoso acorazado “Bismarck”, orgullo de la “Kriegsmarine”, empieza a embarcar suministros en Kiel, preparándose para lo que será su primera y última misión. Los buques alemanes están muy superados en número por la todopoderosa “Royal Navy”. Si son sorprendidos por las formaciones de combate británicas, no tienen más oportunidad que huir a toda máquina y ya salir hacia alta mar, burlando la vigilancia de la “Home Fleet”, es un logro difícil de conseguir. Sin embargo, cualquier crucero pesado, crucero de batalla o acorazado alemán que sea capaz de plantarse en el Atlántico a acosar los convoyes británicos, obliga a movilizar tal cantidad de recursos para contrarrestarlo, que el esfuerzo desbalancea todo el sistema de comunicaciones marítimas británico. En suma, para los alemanes, el riesgo vale la pena. Y cuando consiguen dar con un convoy, el efecto que causan es tremendo. El 16 de marzo, los cruceros de batalla “Scharnhorst” y “Gneisenau” interceptan un convoy a 950 millas al este de Nueva Escocia, Canadá. En una sola noche, capturan o echan a pique diez barcos. Contra los submarinos, los destructores y corbetas de escolta bastan, pero es poco lo que pueden hacer contra la potente artillería de dos cruceros de batalla.

Los submarinos alemanes también causan considerable daño en el Atlántico, a los que se han sumado últimamente algunas unidades italianas. La fortuna favorece a veces a un bando y a veces al otro. Pero se puede afirmar que la primera mitad de 1941 es un buen período para los submarinos alemanes. Los alemanes acosan a los británicos también desde el aire. El 19 de marzo, Londres es visitada por 370 bombarderos alemanes, que causan 750 muertos y hunden varias embarcaciones amarradas a los muelles.

En los Balcanes, los italianos deciden cancelar su ofensiva de primavera, luego de varios días de dura lucha, en que han sufrido enormes bajas, sin conseguir muchos avances frente a los griegos, que defienden el terreno conquistado en Albania. Alemania, en tanto, está lista para intervenir en la región, en auxilio de su aliada. Para asegurar el flanco de sus fuerzas invasoras, Hitler lleva varios días exigiendo al gobierno yugoslavo que se una al Eje, tal como lo han hecho Bulgaria, Hungría y Rumania. El 17 de marzo, el Príncipe Pablo, regente en nombre del joven Pedro II, se reúne con el líder nazi en Berchtesgaden, donde se le aclara que la presente es la última oportunidad para evitarle a Yugoslavia una invasión alemana. Hitler prometía no hacer entrar sus tropas en el país, aunque tanto el Príncipe Pablo, como el Primer Ministro Dragisa Cvetkovic, saben que las promesas de los nazis no son precisamente de fiar.

El 19 de marzo, el Consejo de Ministros se reúne para discutir la posibilidad de aceptar la propuesta alemana. Bajo inmensa presión, los ministros y el regente deciden comunicar a Alemania que Yugoslavia adherirá al Eje. Cuatro ministros de estado renuncian en protesta. El país parece a punto de volatilizarse en mil pedazos, bajo la presión de la Alemania Nazi, sin posibilidad de recibir auxilio real de Gran Bretaña y más que nunca sufriendo las fuerzas centrífugas de los variopintos grupos étnicos y religiosos que los conforman. En efecto, croatas católicos, serbios ortodoxos y bosnios musulmanes son algunos de los muchos pueblos que forman Yugoslavia, sólo por mencionar a algunos de los principales.

Sabiendo que el gobierno y el pueblo yugoslavo están muy divididos, los alemanes presentan un ultimátum: o Yugoslavia accede oficialmente a la alianza con Alemania para el 23 de marzo o se atiene a las consecuencias, es decir, es invadida por la “Wehrmacht”. Es el último pueblo eslavo, centroeuropeo o balcánico que había podido mantenerse al margen de la guerra. Como le pasó a tantas otras naciones de Europa Central y del Sudeste, Yugoslavia llevaba demasiados años aguantando entre la espada del nazismo y la pared del comunismo. Y Occidente hacía mucho tiempo que no podía o no quería ayudarles.

Hitler está a punto de lanzar a sus ejércitos en una nueva conquista, esta vez, hacia los Balcanes. En cosa de semanas, los uniformes grises de los alemanes estarán marchando por las calles de Atenas y de Belgrado. Pero ya llega la primavera y los generales alemanes están seriamente preocupados de que sus fuerzas estén preparándose para luchar contra los británicos en Grecia y no se hallen ya en camino a encontrarse con los rusos. Los meses que faltan hasta el invierno se sentirán muy breves cuando éste se deje caer sobre los alemanes a fines de 1941.

Abajo, infantes del Real Ejército Yugoslavo avanzan siguiendo un tanque Renault R35, durante maniobras realizadas en 1940. Este modelo ligero era de los pocos equipos relativamente modernos de que disponían los mandos yugoslavos en la víspera de su entrada en la guerra. El ejército sufría de material muy antiguo, en gran parte, heredado de la Primera Guerra Mundial y, sobre todo, reflejaba la división entre el centro del gobierno, dominado por los serbios, y el resto de las nacionalidades que conformaban el país. De hecho, al momento de producirse la invasión alemana en 1941, de los 167 generales del ejército, 150 eran serbios, 8 eran croatas y 9 eran eslovenos.





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domingo, 13 de marzo de 2016

Hace 100 años. 13 de marzo de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
13 de marzo de 1916
Primera Guerra Mundial

El 8 de marzo de 1916, fracasa un segundo intento de relevar a las tropas británicas sitiadas en Kut por los turcos. La fuerza de auxilio es rechazada en el reducto de Dujaila. Gran Bretaña y sus dominios corren peligro de sufrir una gran humillación en Mesopotamia.

En el Frente Occidental, la mayor parte de la acción se desarrolla en Verdún, que está convirtiéndose en una de las batallas más sangrientas de la guerra. Los alemanes mantienen la iniciativa, pero la resistencia francesa es feroz y cobra muchísimas bajas a los atacantes. Además, cada vez que los alemanes consolidan una posición, se encuentran con que la artillería francesa sigue causando bajas desde posiciones que se creían neutralizadas. La situación obliga a los alemanes a estar permanentemente atacando, sin descanso, a un enemigo bien atrincherado y apoyado por efectiva artillería. En todo caso, para los dos bandos es una sangría.

En el África Oriental Alemana, los británicos toman Taveta y New Moshi. Pese a los pequeños avances, las tropas coloniales alemanas, al mando de Paul von Lettow-Vorbeck, siguen siendo un problema insoluble para la Entente, que suma un nuevo aliado en estos días: Portugal.

Fue justamente el complicado juego político gestado en torno a los intereses coloniales europeos lo que termina llevando a los portugueses a entrar en la guerra. A pesar de ser aliados centenarios, Portugal y Gran Bretaña protagonizaron un serio conflicto colonial en África a fines del siglo XIX. Portugal reclamaba un gran territorio que atravesaba el continente negro de costa a costa. Sin embargo, los intereses comerciales británicos, especialmente el tráfico de diamantes, fueron más fuertes que la vieja alianza y, en 1890, el Reino Unido presentó un ultimátum a los portugueses, conminándolos a abandonar los territorios centrales de su reclamación y conservando la colonia de Angola, en la costa del Atlántico, y la de Mozambique, en la costa del Océano Índico.

El sentimiento de traición en los círculos políticos portugueses y el humillantemente rápido cumplimiento del ultimátum por parte de las tropas lusas, profundizó el descrédito de la monarquía, a la que se hacía responsable de la decadencia nacional. Con el paso de los años, la división entre los republicanos y los partidos políticos tradicionales creció. En 1908, el Rey Carlos I y Don Luis Felipe, el heredero, fueron asesinados a tiros en la Plaza de Comercio de Lisboa. El joven nuevo monarca, Manuel II, aunque contó con la simpatía inicial que despertaba su drama familiar, no pudo, a la larga, frenar la crisis de una monarquía donde el ambiente para la revolución republicana estaba madura. El 5 de octubre de 1910, ante un levantamiento militar, Manuel II tuvo que marchar al exilio en el Reino Unido, donde vivió hasta su muerte, que lo sorprendió en 1932, joven y sin herederos. La que fuera una de las casas reales más poderosas de Europa, iniciadora de los descubrimientos geográficos que dieron a luz el mundo moderno, cabeza del primer imperio colonial europeo, dejaba de existir para dar paso a una muy inestable república, que terminaría dando paso, con los años, al experimento corporativista del “Estado Novo” de Antonio de Oliveira Salazar.

Esa joven república, obligada a seguir las políticas británicas para proteger lo que quedaba de su imperio colonial, aunque se declaró neutral en 1914, tomó varias medidas hostiles hacia Alemania y sus aliados desde el comienzo de la contienda. Los incidentes en la frontera de las colonias alemanas y portuguesas de África y, finalmente, la confiscación de barcos mercantes alemanes en los puertos portugueses llevaron al Imperio Alemán a declarar la guerra a Portugal el 9 de marzo de 1916. En la nota entregada por el embajador alemán al gobierno de Lisboa, Alemania calificaba a Portugal de “vasallo” de Gran Bretaña. Puede que los germanos hayan exagerado en el calificativo, pero no cabe duda de que hacía tiempo que la suerte de Portugal, al menos, la suerte de su imperio colonial, dependía de la voluntad británica de conservarlo.

En la fotografía, tropas portuguesas embarcando hacia África.




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Hace 75 años. 13 de marzo de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
13 de marzo de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 11 de marzo de 1941, el Presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, promulga con su firma la llamda “Ley de Préstamo y Arriendo”, que autoriza al gobierno a entregar armas y suministros a las naciones cuya lucha era considerada esencial para seguridad nacional norteamericana, pagando precios muy bajos, con créditos a largo plazo y recibiendo bases en distintas partes del mundo a cambio.

Alemanes y británicos se bombardean mutuamente. En la noche del 11 al 12 de marzo de 1941, una formación de bombarderos británicos “Handley Page Halifax” atacan Le Havre, en lo que sería la primera misión de este tipo de aparatos. Se trataba de bombarderos pesados, que cargaban un gran peso en bombas y dotados de gran autonomía, capaces de volar hasta el corazón de la Europa ocupada y regresar hasta sus bases, siempre y cuando sus artilleros y escoltas pudieran mantener a raya a los peligrosos pilotos de caza de la “Luftwaffe” y consiguieran soportar el devastador efectos de los “Flak”. Alemania nunca tuvo bombarderos pesados en servicio, lo que probablemente fue decisivo en la derrota que sufrió en la Batalla de Inglaterra. Los Aliados, en cambio, rápidamente perfeccionaron y multiplicaron el número de modelos pesados que, en cosa de un par de años, cubrirían los cielos del “Reich” y tapizarían el territorio alemán con una avalancha de fuego.

La Batalla del Atlántico, la más larga de toda la guerra, muestra especial intensidad en estos días de marzo de 1941. Los submarinos alemanes se anotan muchos éxitos en distintos puntos del  extenso océano. En general, los primeros meses de 1941 son muy difíciles para las comunicaciones marítimas de Gran Bretaña, que pierde miles de toneladas de suministros cada día en el fondo del mar, junto con decenas de naves y cientos de tripulantes.

En tanto, el Mediterráneo se convierte en un lugar especialmente peligroso. Convoyes británicos transportan en estos días las primeras tropas británicas destinadas a los Balcanes. Al acecho, están los submarinos y buques de superficie italianos y alemanes, apoyados por sus aviaciones, ansiosos de hacerse con presas. Esas tropas británicas eran retiradas desde el teatro de operaciones africano hacia Grecia, donde los alemanes están a punto de atacar. Alemania pronto lanzará también un ataque en África del Norte. El 11 de marzo de 1941, la 5ª División Ligera alemana completa su desembarco en Trípoli. Esta división, que será una de las piezas clave del “Afrika Korps”, llegó casi completa, sin sufrir demasiadas pérdidas de parte de la “Royal Navy”, gracias a que los británicos estaban muy ocupados llevando lo mejor de sus tropas del Mediterráneo hacia Grecia y tratando de mantener bien suministrada a la guarnición de Malta, que sufre el inclemente asedio de los ítalo-alemanes.

En lo que se volverá una movida típica del nuevo comandante alemán de África, Erwin Rommel, los ligeros tanques Panzer II y Panzer III desfilan en parada por las calles de Trípoli, la capital de la colonia italiana de Libia. Sabiendo que, entre el público que presencia el desfile, hay muchos espías británicos, los tanques alemanes dan varios rodeos por la ciudad y pasan desfilando varias veces por el mismo punto, para dar la impresión de contar con un mayor número de unidades que las que realmente tienen. Durante casi toda la campaña de África del Norte, Rommel y sus tropas alemanas e italianas estuvieron en franca inferioridad numérica, técnica y de recursos en general, especialmente combustible. El “Zorro del Desierto”, sin embargo, se las arreglaba muchas veces para hacer creer a las tropas de la “Commonwealth” que tenía más tanques y tropas que los que realmente tenía. No fue raro que consiguiera poner a sus adversarios en fuga o los hiciera rendirse simplemente dejándose ver y causando grandes polvaredas en el horizonte, arrastrando lastres amarrados a los vehículos o disfrazando camiones como tanques.

En la fotografía, tanques alemanes esperan el desfile por las calles de Trípoli. Se trata de modelos “Panzer III Ausf. G”. La serie “G” fue el primero de los Panzer III en producirse dotado de un cañón de 50 milímetros, mucho más poderoso que el arma de 37 milímetros del que estaban dotadas las anteriores versiones. El Panzer III se mostró muy efectivo ante los “cruiser” británicos y dominó el campo de batalla hasta que aparecieron los nuevos modelos estadounidenses y británicos que llevarían a los Aliados a la victoria final.




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