domingo, 25 de septiembre de 2016

Hace 100 años. 25 de septiembre de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
25 de septiembre de 1916
Primera Guerra Mundial

El 19 de septiembre de 1916, tropas coloniales belgas ocupan Tabora, capital del África Oriental Alemana. Aunque la Entente conquista ciudades y controla algunos sectores, las tropas coloniales alemanas luchan como guerrilla y evitan que la ocupación se consolide. Los belgas que entraron en Tabora pertenecían a la “Force Publique”, el cuerpo militar creado en 1886 por órdenes del Rey Leopoldo II de Bélgica, para mantener el orden y defender las fronteras del Congo. Hasta 1908, la colonia fue conocida como Estado Libre del Congo y funcionaba, en la mayoría de los aspectos, como patrimonio personal de Leopoldo, que aparentemente toleró muchos abusos contra los nativos, con tal de que la colonia siguiera siendo rentable. El tema suscita mucho debate y falta todavía demasiado camino por recorrer para disponer de suficientes estudios libres de prejuicios ideológicos. En todo caso, cuando el territorio se convirtió en Congo Belga y pasó a control de estado, la situación de las poblaciones locales mejoró y los sucesores de Leopoldo se involucraron mucho más en el manejo de la colonia y especialmente en el bienestar de sus súbditos africanos.

El mismo día 19, la Entente establece un bloqueo naval a la costa griega de Macedonia. Poco después, el 25, Eleftherios Venizelos debe abandonar Atenas y terminará dirigiendo un gobierno rival del Rey Constantino. Mientras el monarca se rehusaba a que Grecia abandonara la neutralidad, Venizelos, su antiguo Primer Ministro, estaba convencido de que entrar en la guerra al lado de la Entente traería grandes beneficios al país. Por el momento, el país estaba profundamente dividido y, de hecho, gran parte de su territorio estaba ocupado por tropas de los dos bandos beligerantes.

Es imposible conocer del todo las motivaciones de Constantino. Su esposa, la Reina Sofía, era hermana del Káiser Guillermo y el mismo soberano había sido educado en Alemania. Por otro lado, tanto él, como Sofía, eran reconocidos anglófilos, solían visitar Gran Bretaña y hablaban un perfecto inglés. Constantino descendía de la Casa Real Danesa de Glucksberg y también tenía ascendencia hacia la Casa Romanov de la Rusia Imperial. Al momento de estallar la Gran Guerra, en 1914, la entrada en guerra era arriesgada, demasiado lejos, como estaba Grecia, del Reino Unido y de Francia para recibir asistencia inmediata. De hecho, Serbia, que llevaba mucho tiempo preparándose para la lucha, no pudo ser salvada por la Entente, que vio impotente a Austria-Hungría, Bulgaria y Alemania ocupar todo el país. Antes de que acabara 1916, Rumania correría la misma suerte. A la larga, Rumania y Serbia serían restauradas, con suculentas compensaciones territoriales, pero el costo material y humano pagado durante la guerra y durante la ocupación fue altísimo. Con Turquía, la enemiga secular de Grecia, aliada de Alemania, era impensable luchar al lado del Káiser, de modo que lo más razonable parecía mantener la neutralidad. Sin embargo, en la segunda mitad de 1916, la situación había cambiado mucho desde el inicio de la contienda y las tropas franco-británicas estaban, de hecho, en territorio griego, luchando contra los búlgaros, los turcos y los austrohúngaros, que también habían penetrado en el país. La guerra había llegado a Grecia, quisiéralo o no el Rey. Faltaba por determinar la mejor manera de entrar en la guerra y, ya en septiembre, lo menos malo parecía alinearse con la Entente.

El 22 de septiembre, puede darse por terminada la Batalla de Flers-Courcelette, desarrollada en el marco de la Batalla del Somme. En general, se la puede considerar una victoria británica, aunque no decisiva. Los británicos conquistaron considerable terreno y quedaron bien ubicados para continuar presionando la línea alemana, pero el frente alemán se retiró, sin romperse. En Flers-Courcelette, tropas canadienses y neozelandesas lucharon por primera vez en el sector del Somme. En los cielos, la aparición del nuevo caza alemán “Albatros D.I” contrarrestó en parte el dominio del que habían gozado el Nieuport 11 “Bébé” francés y el Airco D.H.2 británico, que se habían mostrado superiores al Fokker “Eindecker” alemán. El “D.I” sería el primero de una exitosa serie de “Albatros”, llamados a equipar los “Jagdstaffeln” alemanes y austriacos en los últimos dos años de guerra.

Pero la mayor novedad de todas fue la irrupción del tanque, un invento que tuvo su bautismo de fuego en Flers-Courcelette. Sin embargo, fueron usados a baja escala y no resultaron tan decisivos como se esperaba. Los alemanes retrocedieron, pero no se quebraron y, de los 49 tanques destinados al ataque del 15 de septiembre, sólo tres estaban operativos el 16, la mayoría de los cuales había fallado por problemas mecánicos, más que por acción del fuego enemigo. Aún así, el general Douglas Haig quedó lo bastante impresionado como para ordenar otras 1.000 unidades. En la retaguardia, la prensa exageró el éxito de los tanques, cuya aparición fue celebrada por el público francés y británico.

Por su parte, para los alemanes, la aparición de estos monstruos metálicos fue una sorpresa gigantesca y golpeó seriamente la moral de las tropas. Los servicios de inteligencia y los comandantes tardaron semanas en saber con qué lidiaban exactamente, arrastrados por el alud de rumores llegados del frente, cada vez que un tanque aparecía. Poco a poco, los alemanes desarrollaron contramedidas. Era claro que los fusiles servían de poco contra el blindaje. Las ametralladoras podían causar daño si usaban municiones especiales y se concentraba su fuego en un punto del vehículo, lo que no se lograba con tanta facilidad. La artillería podía penetrar la coraza de los tanques, pero debía ser con un tiro directo y, en general, los cañones no estaban situados en primera línea, donde pudieron haberse usado de ese modo. En la siguiente guerra, el Ejército Alemán llevaría a su máximo esplendor el uso de los tanques, pero en la que nos ocupa ahora, la mayoría de los generales pensaron más en la manera de derrotar al tanque que en la forma de usar la nueva tecnología para beneficio de Alemania.

Los británicos necesitaban aprender mucho sobre el mejor uso de su nuevo invento. Las tácticas para usarlo en coordinación con la infantería no habían sido afinadas y, por largo tiempo, el tanque sería usado como un medio de apoyo para facilitar el avance de los infantes, no como un arma capaz de decidir por sí sola la suerte de una batalla.

En general, la Batalla de Flers-Courcelette puede considerarse un modesto éxito de la Entente. El avance dejó expuestas posiciones vulnerables de los alemanes y, tras una pausa obligada por la logística y el mal tiempo, los británicos reanudaron sus ataques. El 25 de septiembre, los británicos atacaron en Morval y, al día siguiente, el nuevo Ejército de Reserva hizo lo propio con dirección al Risco de Thiepval, duplicando la presión sobre las ya exigidas fuerzas alemanas del Somme. Septiembre fue el momento más costoso para los alemanes, que sufrieron 130.000 bajas durante el mes. Sumado a las pérdidas en Verdún, a los ataques italianos en los Alpes y a los resultados de la ofensiva rusa en el Frente Oriental, los Imperios Centrales estaban enfrentando un momento muy complejo de la guerra.

En la imagen, un tanque “Mark I” de la Compañía “C”, en el frente del Somme, en septiembre de 1916.




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Hace 75 años. 25 de septiembre de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
25 de septiembre de 1941
Segunda Guerra Mundial

Tobruk sigue siendo el punto más importante del frente norteafricano. El 19 de septiembre de 1941, los cruceros británicos “HMS Ajax”, “HMS Neptune” y “HMS Hobart”, regresan al puerto de Alejandría, luego de entregar los tan esperados suministros para la guarnición asediada de Tobruk, en Libia. Inmediatamente los cruceros empiezan a embarcar efectivos de la 70ª División de Infantería británica, que forma parte de las fuerzas que relevarán a las tropas mayormente australianas que han defendido, hasta ahora, la importante fortaleza. Los “aussies”, con su porfiada resistencia, han robado a Rommel su victoria en el verano de 1941 y todo parece indicar que ya no la alcanzará antes de 1942. Como sea, Gran Bretaña domina los mares, tras asestar rudos golpes al poder naval italiano. Con el mar dominado por sus naves, el tiempo correo a favor de la “Commonwealth” y en contra del Eje Roma-Berlín.

El 19 de septiembre, tropas alemanas del Grupo de Ejércitos Sur conquistan Kiev, capital de Ucrania, considerada la tercera ciudad en importancia de la Unión Soviética. El 16, habían hecho contacto los Grupos Panzer del general Heinz Guderian, avanzando hacia el sur, y del general Paul von Kleist, avanzando hacia el norte. Se había cerrado así una gigantesca trampa para medio millón de soldados soviéticos, que protagonizarían una de las peores catástrofes militares de la historia rusa y soviética. A pesar de las amenazas a los soldados y a sus familias, la resistencia de los rusos es mínima. Excepcionalmente, algún comandante lograba motivar un grupo de soldados y daba uno que otro dolor de cabeza a los alemanes, que necesitaban mucho esfuerzo para poner fuera de combate a las excelentes posiciones defensivas soviéticas o a los tanques medianos y pesados soviéticos, por entonces, los mejores del mundo. Pero, en general, la mayoría de las tropas rojas se rendían o huían a la desbandada a los primeros disparos o incluso antes, incluyendo a muchos oficiales que tenían la prudencia de arrancarse las insignias que distinguían su posición, a veces, a la vista de sus hombres. Los ciudadanos soviéticos simplemente se negaban a derramar su sangre por una tiranía tan espantosa como el comunismo.

Sólo una general reluctancia a luchar entre los soviéticos explica que los alemanes estén a punto de conseguir una gran victoria en Kiev, a pesar de estar muy superados en cantidad de hombres y en calidad de armamento. En la gran bolsa que se formó alrededor de Kiev en 1941, quedaron encerrados cuatro ejércitos soviéticos completos: 21º, 5º, 37º y 26º, además de una parte del 38º; en total, unas 40 divisiones, con casi 700.000 hombres, 3.700 piezas de artillería y casi 900 tanques. En tanto, los alemanes llegaron hasta el cerco de Kiev con menos de 500.000 hombres y 325 tanques operativos entre los dos Grupos Panzer, es decir, poco menos de un tercio de su fuerza original de vehículos blindados, incluyendo los ligeros “Panzer I” y “Panzer II”. Esta fuerza alemana, teóricamente escuálida, si se la compara con sus adversarios soviéticos, habrá aplastado toda resistencia antes de que pasara una semana desde la toma de Kiev. Los soviéticos no están luchando mal, ni lo hacen cobardemente: en su mayoría, prefieren no luchar en lo absoluto. Con el tiempo, verán que el nazismo no es la mejor alternativa para la tiranía marxista, pero todavía no se han percatado del cruel dilema puesto ante los sufridos pueblos de la URSS.

En el sur del Frente Ruso, el 19, el crucero ligero soviético Voroshilov bombardea las posiciones alemanas cerca de Sebastopol, en la península de Crimea. El 21, la aviación alemana hunde el destructor “Frunze”, mientras apoyaba una acción anfibia contras las tropas rumanas en Odesa. En general, las flotas soviéticas del Báltico y del Mar Negro no zarparán en misiones de largo aliento, luego de que sus mayores bases fueran capturadas o quedaran seriamente amenazadas por el avance de la “Wehrmacht”. Pero, siempre que pudieron, prestaron apoyo a las  fuerzas de tierra con su poderosa artillería y, en esa función, resultaron ser un gran problema para los alemanes. Uno de los duelos más célebres fue el sostenido entre los “Stuka” alemanes, destacados en la zona de Leningrado, y las unidades de la potente Flota del Báltico. El 21 de septiembre de 1941, aparatos del “Sturzkampfgeschwader 2” (“Ala de Bombardeo en Picado 2”) dañaron severamente y hundieron en aguas poco profundas al acorazado soviético “Marat”.

El “Marat” había entrado en servicio en la Flota Rusa con el nombre de “Petropavlovsk” en 1911. Era uno de los cuatro acorazados de la clase “Gangut” construidos en Rusia, como parte del esfuerzo por reconstruir el poder naval ruso, tan disminuido luego de la desastrosa guerra con Japón en 1905. Los “Stuka” alemanes atacaron al “Marat” el 16 de septiembre; no obstante, las bombas de 500 kilos usadas entonces sólo causaron daños menores. Pero el principal problema de los “Stuka” no es penetrar el blindaje de los navíos, sino pasar a través de la cerrada defensa antiaérea que protege a la flota soviética y a las tropas de tierra que aún conservan una franja costera frente al Báltico. Los informes de reconocimiento dieron a los pilotos alemanes la nada alentadora noticia de que, en la zona de ataque del “Marat”, estaban emplazadas, en promedio, 1.000 armas antiaéreas por cada 10 kilómetros cuadrados. Los puertos de Peterhof y Oranienbaum, así como la base naval de Kronstadt, estaban mejor protegidos de incursiones aéreas que Londres durante la Batalla de Inglaterra. Ya sobre las aguas, había que contar con las armas antiaéreas de los cruceros, acorazados y torpederos soviéticos, además de la infinidad de embarcaciones menores que flotan frente a la costa, equipadas cada una con sus propias armas.

El 23 de septiembre, 30 bombarderos en picado del “Sturzkampfgeschwader 2”despegan hacia Kronstadt, donde los aviones de reconocimiento han detectado la enorme silueta del “Marat”, con sus cuatro torretas, armadas de tres piezas de 305 milímetros cada una, que diezman al Grupo de Ejércitos Norte de la “Wehrmacht”, cada vez que lanzan una de sus andanadas. En cabeza de la formación, van el comandante del “geschwader”, capitán Ernst-Sigfried Steen, que no verá la luz del día siguiente, y el teniente Hans Ulrich Rudel, que llegaría a ser el soldado más condecorado de Alemania durante la guerra.

Rudel, en su libro de memorias, “Piloto de Stukas”, cuenta el momento en que su avión termina el picado, casi en 90º y está listo para dejar caer su bomba:

“Ni siquiera un novato podría fallar su objetivo ¡Qué enorme es este acorazado! (…) Aprieto mi pulgar en el botón de lanzamiento y una fracción de segundo más tarde, tiro de la palanca desesperadamente ¿Tendré suficiente tiempo de enderezar el avión? (…) La aceleración es brutalísima; me cruza un velo delante de los ojos, todo se nubla y pierdo la noción de las cosas. Después, lentamente recobro el conocimiento, lo suficientemente a tiempo para oír detrás de mí la voz de Scharnowsky (el artillero de cola):
     Mi teniente, ¡el barco salta!
(…) A mi derecha, el “Marat” desaparece bajo una nube de humo de una altura de quizás 400 metros; mi bomba ha debido estallar en la santabárbara.”

Para este segundo ataque, Rudel, Steen y sus camaradas iban armados con bombas de 1.000 kilos, equipadas con espoletas de acción de retardada, capaces de penetrar el blindaje del acorazado y explotar a los pocos segundos, dentro del casco.

El mismo día 23, el capitán Steen lideró otra misión, pidiendo prestado el “Stuka” de Rudel, por haberse averiado el propio. Pero no volvió a su base. La mortífera artillería antiaérea lo derribó. Rudel sobrevivirá la guerra y llegará a coronel cargado de condecoraciones, luego de destruir cientos de tanques, piezas de artillería y todo objetivo imaginable en tierra o sobre el agua. Stalin llegó a poner precio a su cabeza y, tras la guerra, los soviéticos pidieron insistentemente que les fuera entregado, para ajustar cuentas, a lo que se negaron los norteamericanos. Fue muy criticado, incluso por otros veteranos alemanes, porque nunca renegó del nazismo y de Hitler, a pesar de apercibirse del Holocausto y de las demás atrocidades provocadas por los nazis.

El “Marat” tuvo la fortuna de hundirse en aguas muy poco profundas, de modo que sólo se hundió parcialmente. Parte del navío siguió sobresaliendo y, aunque nunca volvió a navegar, algunas de sus armas pudieron seguir apoyando a la valiente guarnición soviética de Leningrado, que mantuvo la antigua capital de los Zares hasta que las cosas mejoraron para la URSS y pudo ser relevada. Una vez más, sin embargo, un avión o un puñado de aviones a lo más ponían fuera de combate un buque capital enemigo. Ya en Tarento los torpederos Fairey “Swordfish” británicos habían dañado severamente a los acorazados italianos; los mismos “Swordfish” dieron cuenta luego del poderoso acorazado alemán “Bismarck”. Posteriormente, aviones torpederos japoneses mandarían al fondo del mar al acorazado británico “Prince of Wales” y al crucero de batalla “Repulse”, luego de invalidar a casi toda la flota norteamericana en Pearl Harbor, que tomaría venganza en Midway usando, otra vez, sus aviones. Un pequeño aparato, mucho más pequeño, miles de veces más barato que un buque y capaz de ser construido en serie, bien pilotado, podía sacar de circulación a lo mejor de las flotas de superficie.

El reinado de los grandes acorzados tipo “dreadnought” y de los grandes cruceros estaba llegando a su fin.

En la fotografía, se aprecia el considerable daño causado en el “Marat” por las bombas de Rudel y de Steen.





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domingo, 18 de septiembre de 2016

Hace 100 años. 18 de septiembre de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
18 de septiembre de 1916
Primera Guerra Mundial

Entre el 14 y el 17 de septiembre, se desarrolla la séptima Batalla del Isonzo. El objetivo del Comandante en Jefe italiano, general Luigi Cadorna, era expandir la cabeza de puente plantada sobre el río Isonzo (hoy, río Soca, en Eslovenia), durante la sexta batalla del mismo nombre, librada entre el 6 y el 17 de agosto. El éxito italiano de agosto no se repitió en septiembre, de modo que el mando italiano tuvo que suspender la ofensiva, luego de pasados tres días, tras sufrir 17.000 bajas. Los austrohúngaros aguantaron bien el ataque italiano, que no consiguió modificar la fisonomía del frente. Sin embargo, el frente alpino sustraía al “Ejército Real e Imperial” considerables recursos materiales y humanos, que se echaban mucho de menos en otros teatros de operaciones, como el frente ruso y el frente balcánico. Además, al igual que Alemania, Austria-Hungría no tenía tiempo, soldados, ni materias primas suficientes para una guerra larga de desgaste. Italia, en cambio, aliada de la Entente, podía contar con que las rutas de comunicación marítimas estarían siempre abiertas para recibir suministros y refuerzos. La octava Batalla del Isonzo se produciría desde el 10 y hasta el 12 de octubre de 1916.

El 17 de septiembre, Nikolaos Kalogeropoulos forma un nuevo gobierno para el Rey Constantino de Grecia. Luego del golpe de Estado del 30 de agosto, el país se encuentra con dos gobiernos enfrentados: uno en Atenas, dirigido por el rey, y otro, en Tesalónica, que encabezará Eleftherios Venizelos, que contará con el apoyo de la Entente y de parte importante del Ejército, que no está dispuesto a quedar al margen de lo que será el nuevo ordenamiento de Europa, una vez que termine la guerra. Como muestra de la confusión reinante en las instituciones del país, el 18 de septiembre, el IV Cuerpo del Ejército Helénico se rinde a los alemanes, con los que el país no estaba en guerra pero que, de hecho, combatían en el territorio griego hacía varios meses. Es el “Cisma Nacional”, que dividirá profundamente a la sociedad griega hasta después de la siguiente guerra y que hará sentir sus efectos hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado.

El 15 de septiembre de 1916, los franco-británicos lanzan un nuevo ataque en el frente del Somme, que será conocido como Batalla de Flers-Courcelette. Esta batalla —una acción secundaria en el marco de la mayor Batalla del Somme— ganará celebridad por ser la primera ocasión en que se usarán tanques en un campo de batalla. La idea de fabricar un vehículo blindado, a prueba de balas, capaz de sortear las fortificaciones enemigas, se había propuesto antes de la guerra. Cierto inventor presentó sus ideas al Ejército Austrohúngaro en 1911, pero fue rechazado. En Londres y en Berlín, también se presentaron proyectos de “naves de tierra”, pero siempre fueron rechazados por los estados mayores, que se imaginaban una guerra corta y victoriosa: todos esperaban emular a Napoleón, Radetzky, Wellington y Moltke. Nadie suponía la necesidad de contar con un instrumento capaz de romper un empate sangriento, como el de la guerra de trincheras, que se estaba llevando a la tumba, a la invalidez o a la locura a lo mejor de la juventud de Europa.

De todos los ejércitos europeos, el “Royal Army” Británico fue el más receptivo a estas ideas nuevas. Desde 1908, los británicos usaban vehículos con oruga para mover artillería pesada. En octubre de 1914, el entonces Primer Lord del Almirantazgo, Winston Churchill, ordenó que se investigara en un vehículo capaz de atravesar trincheras. Para febrero de 1915, se había establecido un “Comité de la Nave Terrestre”. Un año después, se tuvo un prototipo, cuyas pruebas fueron tan satisfactorias, que animaron al alto mando británico a encargar la construcción de 100 unidades más de lo que se conocería finalmente como “Mark I”, el primer modelo de tanque que lucharía en una guerra. La operación de diseño, construcción y entrenamiento de las tripulaciones estuvo rodeada del más estricto secreto militar, de modo que, para ocultar el verdadero propósito de las instalaciones donde se preparaban los prototipos, se difundió la versión falsa de que realmente se estaban construyendo depósitos de agua, es decir, “tanques”. El nombre terminó pegando mucho más que “naves de tierra” o “destructor de ametralladoras” y es así como serían llamados estos vehículos terrestres blindados y sus sucesores.

Para el ataque en Flers-Courcelette, el “Royal Army” empleó todos los tanques que había recibido hasta la fecha, totalizando 49 unidades. El alto mando, desesperado por hallar una salida al infierno de las trincheras, tomó la controvertida decisión de no esperar hasta tener más tanques. Para muchos, incluyendo Winston Churchill, el tanque podía tener un efecto decisivo en la lucha sólo si se usaba en grandes números; de otro modo, su potencial se perdería. De todas formas, su aparición en el campo de batalla impresionó a aliados y enemigos por igual. El efecto sicológico de los tanques británicos sobre los soldados alemanes fue duradero y mucho más poderoso que el auténtico impacto táctico de esta arma destinada a un futuro brillante, pero que, en septiembre de 1916, todavía necesitaba mejoras. De hecho, del total de 49 tanques preparados para la ofensiva, 17 fallaron antes de llegar hasta los puntos de partida del ataque y otros 7 no arrancaron en la “Hora 0”, lo que dice mucho de la facilidad con que fallaba la maquinaria, incluso antes de estar expuesta a la presión del fuego enemigo.

Pero no se puede culpar a los generales británicos. Hasta septiembre de 1916, las tropas de la Entente habían sufrido casi 270.000 bajas en el Somme, sin conseguir romper la línea alemana y ni siquiera siendo capaces de obligar a los alemanes a ceder en Verdún, donde seguían manteniendo un cuchillo bajo la barbilla del Ejército Francés. Tener un arma secreta y prometedora, sin usarla en estas circunstancias, habría sido una locura.

En la fotografía, un grupo de infantes británicos mira con curiosidad a un “Mark I”, la novedad técnica recién llegada al Frente Occidental.









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Hace 75 años. 18 de septiembre de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
18 de septiembre de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 12 de septiembre de 1941, los comandantes alemanes reportan la primera nevada en el Frente Ruso. Para Alemania, la llegada de la nieve significa que el tiempo para decidir la guerra en el Este, durante este año, se empieza a agotar. Las primeras nevadas y las lluvias de otoño producen la “rasputitsa”, un fenómeno de infiltración de agua en el suelo, que convierte los campos y los caminos en mares de lodo. Las unidades mecanizadas, blindadas y motorizadas del “Deutsches Heer”, de las que tanto han dependido sus resonantes victorias, se atascan en el barro que causa la nieve que se funde mucho antes de poder endurecerse en hielo. Pero ya antes de la llegada de las primeras señales de mal tiempo, la logística alemana estaba empezando a fallar, sobre todo, en cuanto al combustible, que no alcanza para proveer a un ejército en movimiento sobre un territorio tan inmenso como la Unión Soviética. En poco tiempo más, a la falta de gasolina para los “panzer”, se sumará la falta de ropa de invierno para la infantería.

Sin embargo, a pesar de los problemas, los alemanes siguen justificando su fama de ser los mejores soldados desde que marcharon las legiones romanas. En el Norte, el 16 de septiembre, el Cuerpo 41º del Ejército Alemán consigue aislar al 8º Ejército Soviético en torno a la localidad de Oranienbaum, al suroeste de Leningrado, la gran ciudad asediada por Alemania y sus aliados, que ya no podrá contar con esa gran unidad para su defensa. En el sur, en tanto, los rumanos, aliados de los alemanes, siguen avanzando en Odesa, la gran base naval del Mar Negro, que pronto deberá ser abandonada por los rusos. También en Ucrania, los “Panzergruppen” de Guderian y Kleist hacen contacto al este de Kiev, cerrando una gigantesca trampa, dentro de la cual quedan embolsados cinco ejércitos soviéticos. Los alemanes, muy superados en número, no podrán mantener atrapadas a todas las divisiones rusas, que a menudo logran huir fuera del encierro, pero lograrán, de todos modos, efectuar la batalla de cerco más grande de la historia.

El Grupo de Ejércitos Norte tiene a Leningrado bajo sitio, el Grupo de Ejércitos Centro ha recorrido tres cuartas partes de la distancia a Moscú y el Grupo de Ejércitos Sur ha convertido la mayor ciudad de Ucrania, la tercera ciudad del gigantesco Imperio Marxista, en una trampa mortal para cientos de miles de soldados soviéticos. Pero estas victorias espectaculares han venido acompañadas de atrocidades nunca antes vistas en la historia. Detrás de las tropas regulares de la “Wehrmacht”, llegan los “Einsatzgruppen”, los infames grupos de acción especial de la “SS” y la “Gestapo”, encargados de liquidar a la “intelligentsia” de los países ocupados, los judíos, los gitanos, los minusválidos, las organizaciones de resistencia y otros grupos considerados indignos de vivir en el “Reich”. Las víctimas son en su gran mayoría, civiles no combatientes. Uno de los documentos más interesantes —y más macabros— con que cuentan los historiadores es el llamado “Informe Jäger”, presentado el 1 de diciembre de 1941 a sus superiores por Karl Jäger, comandante del “Einsatzkommando 3”, un escuadrón de la muerte que operó en los países bálticos en la segunda mitad de 1941. Con la frialdad propia de los más fanáticos nazis, Jäger va haciendo un conteo de sus “logros”. El 12 de septiembre, en Vilna, Lituania, 3.334 personas son asesinadas por sus fuerzas: 993 varones adultos, 1.670 mujeres y 771 niños, todos judíos. El 17 de septiembre, las víctimas suman 1.271 personas, todos judíos, excepto por 4 dirigentes locales del Partido Comunista, que no alcanzaron a escapar. Pero no sólo en el norte los asesinos de Hitler están activos; a fines de este mes de septiembre, en el epílogo de la gran Batalla de Kiev, se producirá una de las peores matanzas del Holocausto, en el barranco de Babi Yar. La locura y crueldad nazi se superará muchas veces a sí misma hasta mayo de 1945.

El 17 de septiembre de 1941, se produce la primera misión en la que participa un De Havilland “Mosquito”, enviado a tomar fotografías de reconocimiento a gran altitud. El “Mosquito” será uno de los mejores aviones de la guerra y causa de envidia para los alemanes. Fue concebido como un bombardero ligero rápido, capaz de dejar atrás a los cazas enemigos. Su gran velocidad y versatilidad permitió usarlo también como avión de reconocimiento fotográfico e incluso caza, destacando especialmente en el rol de caza nocturno. Hermann Göring, Comandante en Jefe de la “Luftwaffe”, dijo una vez que se volvía “verde y amarillo de la envidia, cuando veo un ‘Mosquito’”. Además de su sobresaliente desempeño, lo que causaba la envidia de Göring era probablemente el hecho de que De Havilland fuera capaz de producir una aeronave tan notable usando sólo madera y pegamento, cuando ya nadie parecía capaz de hacerlo si no era con materiales metálicos. El análisis costo-beneficio era ampliamente favorable al “Mosquito”, que disfrutó del más bajo nivel de pérdidas, a cambio de producir grandes daños al enemigo, cuando se lo comparaba, por ejemplo, con el mucho más grande y más caro bombardero pesado Avro “Lancaster”. Más de 6.700 unidades salieron de las líneas de producción de De Havilland, muchas de las cuales fueron ensambladas en plantas situadas en las naciones de la “Commonwealth”, como Australia y Canadá. Al terminar la contienda, la “Maravilla de Madera” había arrojado 35.000 toneladas de bombas sobre los alemanes y sus aliados, a cambio de sólo 193 aparatos perdidos.

Los alemanes, que no eran precisamente malos en el campo de la aeronáutica, quisieron emular al “Mosquito”. El talentoso Kurt Tank concibió el “Focke-Wulf Fw. TA-154”, pensado para usar sólo materiales no estratégicos, desarrollar variantes de caza nocturna y ataque a tierra, y usar el relativamente pequeño motor Junkers “Jumo 211”, usado en el menudo Junkers Ju-87 “Stuka”. Las pruebas del TA-154 fueron esperanzadoras y parecía que la “Luftwaffe” podría tener su propio “Mosquito”. Sin embargo, antes de poder iniciarse la producción masiva, la “RAF” bombardeó la planta de Tego-Film, donde se fabricaba el pegamento que se usaría para ensamblar el aparato. Los adhesivos sucedáneos nunca fueron tan resistentes como el original, de modo que el TA-154 sufrió tantos accidentes, que incluso la Gestapo llegó a investigar a Kurt Tank como posible saboteador. No más de 50 llegaron a volar y, en general, el desempeño fue pobre, sobre todo, si se lo compara con las brillantes prestaciones del “Mosquito”.

En la fotografía, un De Havilland “Mosquito” en pleno vuelo.






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