domingo, 31 de julio de 2016

Hace 100 años. 31 de julio de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
31 de julio de 1916
Primera Guerra Mundial

El 25 de julio de 1916, el reconstituido Ejército Serbio entra en acción en el frente de Salónica. La derrota y ocupación de Serbia y Montenegro, concluida a comienzos de 1916, significó una de las victorias más importantes de la guerra para los Imperios Centrales y, si en algo fue empañada, fue por el hecho de que una parte importante de las tropas serbias pudieron abandonar el país, evitando su aniquilación. Sin embargo, habían perdido casi todo su material y se encontraban muy desorganizadas. Recién a mediados de 1916 el valiente Ejército Serbio pudo hacerse presente de nuevo en el campo de batalla. Muy disminuidos por las cuantiosas bajas sufridas, el papel de las fuerzas serbias fue secundario, en un frete que, por lo demás, se mantuvo estacionario hasta casi el final de la contienda.

El 27 de julio, Yenbo, puerto de Medina, se rinde a las fuerzas rebeldes árabes. El Imperio Otomano ha sido mucho más difícil de destruir de lo que la mayoría esperaba… desde fuera. Porque, desde dentro, enfrenta una peligrosa revuelta de sus súbditos árabes, encabezada, ni más, ni menos, que por el Jerife de La Meca, encargado de custodiar las ciudades santas de la Península Arábiga. A la larga, será una mezcla de presión externa y fuerzas centrífugas lo que terminará destruyendo el centenario Imperio de la “Sublime Puerta.”

El 30 de julio, se registran las primeras operaciones aéreas conjuntas franco-británicas en el Frente Occidental. Los aviones que, al comenzar la guerra, eran poco más que una curiosidad, ahora forman parte del arsenal de toda fuerza militar que se respete. En 1914, el avión tenía apenas una década de existencia. Para todo el mundo, la idea de volar era fascinante, pero generaba mucho escepticismo cuando se trataba de llevar la nueva tecnología a aplicaciones prácticas, especialmente en un campo tan delicado como la guerra. Algunos países habían mostrado interés en la aviación militar, pero hacer la guerra usando aeronaves era una idea demasiado radical para la mayoría. Esta concepción cambiaría dramáticamente con la Primera Guerra Mundial.

El primer uso de los aviones fue espiar las líneas enemigas. El avión de reconocimiento hizo su estreno en los campos de batalla casi al mismo tiempo que se disparaban las primeras andanadas del conflicto en tierra. El aparato de reconocimiento, por lo general, llevaba un piloto y un acompañante con una cámara, encargado de fotografiar las posiciones adversarias. Durante la Batalla de Mons, en agosto de 1914, aviones británicos reportaron que las fuerzas alemanas del general Alexander von Kluck estaban preparándose para flanquear a la aguerrida, pero pequeña Fuerza Expedicionaria Británica, que pudo reaccionar a tiempo y escapar a una muy posible aniquilación, gracia a la precisa información conseguida por los aviadores, que contradecía correctamente toda la inteligencia de que disponían los mandos británicos hasta el momento. Poco después, durante la decisiva Primera Batalla del Marne, aparatos de observación descubrieron puntos débiles y flancos expuestos en las columnas alemanas que avanzaban, permitiendo a la Entente explotar esas debilidades, contraatacar con éxito y evitar la derrota en el verano de 1914.

Al comienzo, los alemanes obtuvieron grandes éxitos con el uso de sus dirigibles, que se mostraron como plataformas muy estables para el bombardeo y la observación. Hasta inicios de 1915, los aviones todavía no eran capaces de alcanzar con suficiente rapidez a los dirigibles, pero el rápido desarrollo tecnológico permitió a los aviones convertirse en rivales peligrosos para los “zeppelines”, de modo que, con el tiempo, los mismos alemanes fueron relegando a un segundo plano el rol de sus dirigibles y confiando cada vez más en las prestaciones de sus aviones para inclinar a su favor la balanza de la guerra.

Uno de los aviones más formidables de los primeros años de la guerra fue el “Fokker”, posiblemente el primer auténtico “caza” que existió y que dio a los alemanes el dominio de los aires del Frente Occidental hasta inicios de 1916. Desde aproximadamente julio de 1915 y hasta abril de 1916, los campos de batalla de Francia estuvieron marcados por el llamado “flagelo del Fokker”, cuyas innovaciones tecnológicas lo convirtieron en una máquina de derribar aviones que no tenía rivales. La superioridad del “Fokker Eindecker I” permitió, entre otras cosas, al alto mando alemán lanzar la ofensiva inicial de Verdún sorpresivamente, pues los aviones franceses de reconocimiento no tenían medios de defensa frente al “Eindecker” y las potencias de la Entente aún no desarrollaban sus propios aparatos capaces de hacer frente al letal depredador alemán.

Para mediados de junio, tres nuevos cazas de la Entente habían aparecido sobre los cielos de Europa, el francés “Nieuport 11” y los británicos “F.E.2b” y “D.H.2”, que probaron ser más que un equivalente para el “Eindecker”. Aunque los alemanes introdujeron nuevos modelos, durante el momento más álgido de las decisivas batallas de Verdún y del Somme, el control de los cielos pertenecía a franceses y británicos.

Mucho se ha discutido si la aviación fue realmente decisiva en el desenlace de la Gran Guerra. Sin duda, cautivó la imaginación de todo el mundo. Los pilotos eran vistos como caballeros andantes del aire, que decidían los destinos de Europa en duelos singulares, marcados por el honor y la caballerosidad, montados en sus novedosos aparatos, tal como los aristócratas medievales montaban sus corceles. La realidad era menos glamorosa, pero la guerra aérea era indudablemente menos cruenta que la carnicería espantosa que se desarrollaba en las trincheras. La aviación fue también clave para dirigir el fuego de la artillería, considerada como el arma más letal de la guerra y el apoyo estrecho tuvo gran incidencia en la moral de las tropas de tierra. Pero no se puede decir que haya sido un factor decisivo. Lo que sí debe reconocerse es que el desarrollo de la aviación militar facilitó la innovación en la aviación civil y la guerra aérea demostró ser un fecundo campo de experimentación para tácticas y doctrinas nuevas. Los desarrollos estratégicos de la aviación en la Primera Guerra Mundial sentaron las bases para el papel protagónico que tendría en la guerra siguiente.

En la imagen, una réplica del “Ilya Murometz”, el primer bombardero estratégico alguna vez fabricado. Producido por la Fábrica de Vagones del Báltico, en Rusia, y diseñado por Igor Sikorsky, fue concebido a partir de un innovador modelo de avión de pasajeros que, de no mediar la guerra, habría sido tan novedoso como su deriva de bombardeo. El “Ilya Murometz” probó ser útil para las fuerzas rusas y un problema muy difícil de solucionar para sus rivales de los Imperios Centrales.







Etiquetas: ,

Hace 75 años. 31 de julio de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
31 de julio de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 26 de julio de 1941, el Presidente Franklin D. Roosevelt ordena el embargo de todos los activos japoneses en Estados Unidos, en respuesta a la ocupación militar de la Indochina Francesa. La ocupación quedó concluida en dos días y las tropas japonesas permanecieron en la colonia hasta el final de la guerra, en 1945. Los japoneses habían derrotado a las debilitadas tropas coloniales francesas, durante el breve conflicto que protagonizaron en septiembre de 1940, de modo que ya entonces podrían haberse hecho con el control total del país, lo que les proporcionaba excelentes bases para hostigar el sur de China y prepararse para una eventual invasión de las Indias Orientales Holandesas (actual Indonesia). Sin embargo, en 1940, el liderazgo japonés estaba muy dividido en torno a qué camino seguir y no quiso dar un paso que pudiera tensionar en exceso las relaciones con Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética. Ahora, en julio de 1941, con los británicos atados de manos en Europa y los ejércitos soviéticos siendo despedazados por los alemanes, los japoneses finalmente decidieron que valía la pena correr riesgos, incluso si aquello significaba provocar represalias estadounidenses. Se puede pensar que, con la invasión de Indochina, hay un claro indicio de que la mayoría de los líderes políticos y militares del Japón habían optado por la guerra como solución al entrampamiento de la situación internacional en el Pacífico.

En los territorios ocupados por los alemanes, las poblaciones judías con tratadas con severidad. Algunas comunidades, como los judíos del Báltico, empiezan a enfrentar el prospecto del exterminio. El 31 de julio, por orden de Hitler, Hermann Göring ordena al general de las “SS”, Reimhard Heydrich, presentar un plan para llevar a cabo, lo antes posible, la “solución final” del problema judío. Pocos días antes, el 26 de julio, los alemanes ordenan la constitución de un “Judenrat” en Stanislawow, Galitzia. Los “Judenräte” (“consejos judíos”) eran instituciones de tipo municipal, que seguían, en algunos aspectos, las características de los organismos de autogobierno judío, existentes en Europa y otras partes del mundo desde inicios de la Era Cristiana. La idea de los nazis era ordenar la vida civil de los judíos en los territorios ocupados y, sobre todo, facilitar las políticas de los ocupantes, lo que, en último término, significaba convertirse en herramienta de la opresión y exterminio de las comunidades judías. El “Judenrat” era y sigue siendo materia de controversia. Los consejeros debían elegir entre implementar algunas atroces órdenes de los nazis y enfrentar consecuencias peores, sobre ellos, sobre sus familias y sus comunidades. Entre estos hombres, que vivían entre la espada y la pared, hubo casos dramáticos. En Lvov (o Lemberg, en alemán, traducida al castellano como Leópolis, pero menos conocido éste como nombre de la ciudad), Ucrania, uno de los consejeros se negó a entregar las listas para la deportación a los campos de trabajo y fue asesinado por los nazis. En Varsovia, el consejero, Adam Czerniakow, para no ayudar en la reunión de los condenados a la deportación, prefirió suicidarse el día en que empezó la deportación, en julio de 1941.

Para muchos, la participación en los consejos era vista como colaboración con el enemigo, pero se la toleraba como una forma de llegar a negociar un mejor trato hacia los judíos y tal vez asegurar la supervivencia de las comunidades o de una parte de las mismas, al menos. Hubo organizaciones paralelas clandestinas judías, que intentaron ejercer su propio liderazgo, desafiando la tiranía nazi de manera más o menos abierta. Posiblemente el ejemplo más radical y conocido de esta resistencia fue la organización que llevó a cabo la sublevación del gueto de Varsovia, en abril de 1943, que añadió un capítulo más al drama continental de la persecución de los judíos y de los padecimientos de la martirizada y valiente capital polaca.

Mientras, en Sudamérica, ecuatorianos y peruanos convienen un alto al fuego en la guerra fronteriza que los enfrenta, en Europa Oriental, la campaña alemana en Rusia aumenta en intensidad y se adentra en las profundidades del gigantesco imperio totalitario comunista. El rápido avance de los alemanes se explica porque gran parte de las tropas soviéticas, incluyendo altos oficiales, no estaban dispuestos a arriesgar su vida en nombre del “paraíso socialista”, así que prefirieron ponerse a salvo, entregándose prisioneros o, mejor aún, escaparse hacia los bosques. Por otro lado, la excelente preparación del Ejército Alemán le permitió vencer la resistencia, cuando ésta se presentó, y superar los formidables obstáculos naturales que estaban en su camino. Un buen ejemplo es el teatro de operaciones que enfrentaba el Grupo de Ejército Sur, en Ucrania. Estas unidades alemanas veían en el mapa extensos territorios, sin embargo, podían invadir a través de un estrecho corredor entre las ciudades de Lvov y Kovel, que oscilaba entre 150 y 200 kilómetros de anchura. Desde el norte, este corredor está cerrado por un área impasable de bosques y pantanos. Según Mark Solonin, hubo villas en este sector del frente donde nunca vieron un soldado alemán durante la guerra. Al sur, el corredor quedaba flanqueado por los Cárpatos. Por aquí debían pasar varios ejércitos alemanes y rumanos, con su infantería, artillería y vehículos. En el camino, debían pasar el río Bug Occidental y varios tributarios del río Prípiat, situados a intervalos de 50-60 kilómetros. Los manuales militares soviéticos calificaban estos cursos fluviales como “obstáculos acuáticos de significación táctico-operativa.” Al sur de los Cárpatos, en Moldavia y en las estepas ucranianas meridionales, el terreno se vuelve más favorable para el avance, pero pronto aparecen en el horizonte tres ríos lo bastante importantes como para ser navegables: Prut, Dniéster y Bug Meridional. Por último, en su avance inicial, los invasores debían vérselas con el imponente Dniéper, cuyo cruce, en términos de riesgo y complejidad, podía compararse con un desembarco anfibio al asalto. Sólo al este del Dniéper, los alemanes y sus aliados se encontrarían con terrenos aptos para la maniobra cómoda de grandes unidades, especialmente de tanques y otros vehículos. Pero, para llegar hasta el Dniéper, había que recorrer 400 kilómetros desde la frontera, vencer la resistencia que hubiera en el camino y pasar el río, claro está.

Además de los obstáculos naturales, los alemanes deberían haber recibido una lluvia de fuego proveniente de miles de tanques, cañones, fusiles y fortificaciones que, en la mayoría de los casos, fueron abandonados después de poca lucha, cuando la hubo. En cierto reporte del 9 de julio de 1941, un cierto mayor general Tijonov afirma que “los oficiales y soldados son inestables en la defensiva. Observé muchos casos en que la retirada comenzó sin la orden de un comandante, sin ningún presión recibida desde la infantería (enemiga, obvio) y bajo la presión sólo de tanques o fuego de artillería o fuego de morteros (…) La artillería muestra inestabilidad, se retira prematuramente desde sus posiciones y no hace uso de toda su potencia de fuego (…) Los caños antitanque también son inestables a la defensiva, abandonan prematuramente sus posiciones y, como resultado, los tanques enemigos mandan en el campo de batalla (…) La infantería es el eslabón más débil en nuestras fuerzas. El espíritu ofensivo es bajo.”

“Parte de la línea de mando, especialmente hasta los rangos de comandante de batallón, no manifiesta coraje apropiado en la lucha; hay casos de abandonar el campo de batalla por parte de soldados e incluso destacamentos sin la orden del jefe. Incluso a nivel de altos mandos algunos muestran confusión y depresión (…) Las retaguardias, empezando por las retaguardias de regimientos, están pobremente mandadas, erran por el campo y son la fuente de rumores de pánico.”

En la fotografía, el general español, Agustín Muñoz Grandes, es juramentado para entrar en el servicio militar de Alemania, al mando de una formación de voluntarios españoles, que constituiría la 250ª división de la “Wehrmacht” y sería más conocida como la “División Azul”. La invasión de Rusia fue sentida por muchos como una necesaria “cruzada” contra el peligro comunista que se cernía sobre Europa. Voluntarios de muchas naciones, incluso de países que habían sido enemigos de Alemania, se ofrecieron para luchar contra el marxismo.


Imagen tomada de http://ww2db.com/images/person_munozgrandes5.jpg 




Etiquetas: ,

sábado, 23 de julio de 2016

Hace 100 años. 24 de julio de 1916. Primera Guerra Mundial



Hace 100 años
24 de julio de 1916
Primera Guerra Mundial

El 18 de julio de 1916, el Gobierno Británico ratifica los términos del tratado firmado con Ibn Saud, Emir de Nejd. En ese momento, Ibn Saud era un personaje secundario en el gran drama que se desarrollaba en los territorios árabes controlados por los turcos. Por siglos, la Península Arábiga, donde el emirato de Saud convivía con otros jefes tribales, fue un escenario poco importante, desde el punto de vista político, en el concierto del mundo árabe-musulmán en general. Si bien las ciudades santas de Medina y La Meca estaban en el corazón de la península, durante siglos, el centro político del mundo árabe y musulmán había estado en otras regiones, como Mesopotamia, Persia, Siria, Egipto y, más recientemente, Turquía.

De entre los líderes regionales de la península, el más influyente era el Jerife de La Meca, Husayn Ibn Alí, que fue quien se acercó a los británicos en primer lugar e hizo el llamamiento a la rebelión árabe contra los turcos. Si alguien podía esperar recompensas de una eventual destrucción del Imperio Otomano, ése debía ser Husayn. Sin embargo, a la larga, el jerife sería superado por Saud, que conseguiría el control casi completo de la Península Arábiga a través de sucesivas campañas de conquista y hábiles maniobras diplomáticas, que darían nacimiento a Arabia Saudita durante la posguerra.

En el Frente Oriental europeo, los rusos siguen al ataque, recuperando algo del terreno perdido en 1914 y 1915. A mediados de julio, la suerte de los ejércitos rusos es dispar. En el norte, las tropas que enfrentan a los alemanes, mandadas por el general Alexei Evert hacen pocos progresos y sufren muchas bajas, a pesar de contar con manifiesta superioridad en hombres y material. En el sur, donde los rusos empujan al “Real e Imperial Ejército” de Austria-Hungría, el competente general Alexei Brusilov continúa avanzando hacia los Cárpatos. Su éxito convence a la “Stavka”, el Cuartel General Imperial Ruso, de trasladar tropas desde el frente norte hacia su sector, una movida a la que Brusilov se opone, porque sabe que un ejército demasiado grande sólo significará embrollar las cosas. Brusilov no quiere más hombres; lo que quiere son más suministros para los hombres que ya tiene, un encargo que los servicios de intendencia no siempre consiguen de manera satisfactoria.

El teatro de operaciones del Este de Europa fue siempre escenario de una guerra de movimiento, a diferencia de lo que ocurrió en el Frente Occidental, donde la lucha se estancó en una larga línea de trincheras, pocas semanas después de que se iniciara la guerra. Cada cierto tiempo, los estrategas alemanes, franceses o británicos preparaban grandes ofensivas destinadas a dar un golpe decisivo en el Oeste, que rompiera el frente enemigo o lo desgastara tan decisivamente, que obligara a los líderes enemigos a sentarse a la mesa de negociaciones. Desde luego, hubo muchas ofensivas de ese estilo, pero habría que esperar hasta 1918 para que alguna tuviera un auténtico éxito. Las dos más importantes de ese tipo de ofensivas, en el Somme y Verdún, están en desarrollo en estos días de julio de 1916.

En Verdún, las cosas están en relativa calma. Alemanes y franceses estuvieron disputándose el Fuerte Souville en la primera mitad de julio, con alto número de bajas. El intento alemán por capturar la posición y los contraataques franceses cambiaron poco la situación estratégica del frente de Verdún, que sigue consumiendo miles de vidas, a veces, en grandes números, cuando los altos mandos en pugna deciden lanzar algún ataque mayor. El resto del tiempo, los ataques locales, las patrullas y las escaramuzas van cercenando las vidas de los soldados en cantidades más pequeñas y, por lo mismo, menos notorias. Pero la cuenta de cadáveres y heridos no hace otra cosa que subir: para junio de 1916, Alemania y Francia han sufrido 200.000 y 185.000 bajas respectivamente en esa carnicería que la historia posterior bautizó como Batalla de Verdún.

Los generales de la Entente, sin embargo, pueden decir que, en el Somme, donde se desarrolla otra gran batalla, han conseguido algún éxito, aunque sea sólo obligar a los alemanes a estirar sus recursos al máximo y, entre otras cosas, obligarlos a retirar parte de su artillería desde Verdún, para reforzar el frente del Somme para detener el avance de la Entente. Aquí, en el Somme, el 23 de julio, se inicia la llamada Batalla de Pozières, que es recordada como una acción llevada a cabo por los australianos, sobre todo, aunque hubo también tropas metropolitanas británicas en la lucha.

Cerca de la villa de Pozières, se encuentra el punto geográfico más alto del campo de batalla del Somme, de modo que los alemanes lo convirtieron en una posición defensiva principal, con la villa fortificada convertida en puesto de avanza de la segunda línea alemana de trincheras. Además de negar un importante nudo defensivo a los alemanes, el mando británico esperaba poder arrollar la línea de trincheras germana, si conseguían capturar la villa. Entre los días 13 y 17 de julio, las tropas de la “Commonwealth” hicieron ataques locales sobre Pozières y sometieron la villa a un despiadado bombardeo, que la dejó reducida a escombros. En dos ocasiones la infantería atacante consiguió entrar en las trincheras que defendían el lugar, pero fue expulsada por los alemanes.

El mando británico preparó un ataque aún mayor para la noche del 22 al 23 de julio, precedido por un bombardeo que incluyó gas fosgeno y lacrimógenas de guerra. Las brigadas australianas 1ª y 3ª fueron desplegadas en la “tierra de nadie”, para asaltar las trincheras alemanas, apenas se detuviera el bombardeo artillero. Los australianos consiguieron algunos éxitos, pero no lograron todos los objetivos del ataque, debido a la confusión natural de un ataque nocturno y también a la porfiada resistencia que ofrecieron los alemanes luego del impacto inicial. Durante el 23 de julio, los australianos consiguieron hacerse con el control de la villa, pero el ataque general del 4º Ejército fue un costoso fracaso. Como Pozières fue el único lugar donde los ejércitos del Imperio Británico cosecharon éxitos, la devastada villa y su entorno se convirtieron en el centro de todas las cortesías de la artillería y la infantería alemana, que la atacaron una y otra vez durante las semanas siguientes. Pozières es posiblemente, junto con Gallípoli, uno de los lugares donde el sacrificio australiano para apoyar a la metrópoli británica ha sido mayor.

En la imagen, un grupo de soldados australianos se toman el horror de la Batalla del Somme con algo de humor negro, luciendo gorras y cascos capturados a los alemanes, para posar en esta fotografía tomada en julio de 1916.


 


 

Etiquetas: ,

Hace 75 años. 24 de julio de 1941. Segunda Guerra Mundial



Hace 75 años
24 de julio de 1941
Segunda Guerra Mundial

En uno de sus famosos discursos para la Europa ocupada, transmitido por la BBC, el Primer Ministro Británico, Winston Churchill, inicia la campaña de la “V de Victoria”. El mismo Churchill adoptaría el ademán de hacer la “V” con el dedo índice y el mayor como uno de sus gestos más característicos. Al mismo tiempo, la BBC adoptó las primeras cuatro notas de la 5ª Sinfonía de Beethoven como cortina para iniciar la transmisión de sus servicios continentales, que llevaban información y, sobre todo, esperanza a los miles de europeos que padecían bajo la tiranía nazi. Además de ser fácilmente reconocible por el público, las tres notas cortas y una larga, con que se inicia la “Quinta”, coinciden con la combinación en código Morse para “victoria”. Los alemanes intentaron adoptar el signo de la “V” y la idea general para ellos mismos, pero no lograron el mismo impacto.

Los alemanes no son capaces de vencer a los británicos en las campañas de publicitarias. Han perdido demasiado crédito invadiendo naciones vecinas sin declararles la guerra, arrasando sus ciudades con terribles bombardeos y cometiendo atrocidades contra los prisioneros de guerra y la población civil de los territorios ocupados, en especial contra los judíos y otras minorías. Estos abusos se intensifican a medida que avanza la invasión a Rusia, donde el componente ideológico y racial de la lucha es exacerbado por los nazis, que consiguen la colaboración, más o menos entusiasta, de los oficiales del Ejército para las “limpiezas” de retaguardia.

Pero en la campaña real, esa que se disputa usando fusiles, los alemanes llevan la delantera en estos días de julio de 1941. El 16, los tanques del general Heinz Guderian llegan hasta Smolensk, desde donde pueden amenazar Moscú, si siguen avanzando. Dentro de pocos días, Hitler ordenará que una parte importante de sus “panzer” sean desviados hacia Ucrania, perdiendo un tiempo precioso que, de otro modo, pudo significar la conquista de la capital soviética antes de la llegada del temido invierno ruso. De todos modos, en el centro del gigantesco Frente Oriental, los alemanes siguen ganando terreno, gracias a su determinación y al hecho de que grandes unidades del “RKKA”, el Ejército Rojo, se desintegran casi sin disparar un tiro. Así, el 23 de julio, la “Wehrmacht” hace suya Brest-Litovsk, la ciudad polaca (hoy bielorrusa) donde alemanes y rusos soviéticos firmaron el tratado que puso fin a la guerra anterior entre ambas naciones, en 1917. En ese entonces, los bolcheviques, aún inestables en el poder, accedieron a hacer tremendas concesiones, en un arreglo que León Trotsky llamó la “paz asquerosa”, a cambio de asegurar la supervivencia de Rusia. Pero ahora, en 1941, todo parece indicar que no habrá acuerdo y, cuando la guerra termina, será en Moscú… o en Berlín.

En la noche del 21 de julio, la “Luftwaffe” bombardea Moscú por primera vez. Los alemanes hacen alardes propagandísticos, pero el efecto de las incursiones es muy limitado. Entre el 21 de julio y el 15 de agosto, la aviación alemana ejecutó 18 ataques sobre la capital soviética. Según Mark Solonin, los puestos soviéticos de observación registraron 1.700 misiones enemigas de combate, pero sólo 70 bombarderos germanos pudieron penetrar el cinturón defensivo moscovita, compuesto por un formidable sistema de artillería antiaérea y por 29 regimientos de aviación, que alineaban 585 cazas, lo que significa que, sólo en Moscú, la aviación soviética disponía de casi tantos cazas como los que la “Luftwaffe” tenía desplegados a lo largo de todo el frente. Y sigue siendo raro que muchos historiadores sigan repitiendo que la aviación soviética fue destruida en un primer ataque masivo alemán al iniciarse la campaña. En fin… No fue casual que los alemanes nunca se atrevieran a realizar bombardeos diurnos sobre Moscú. Por lo demás, el objetivo de los ataques no era otro que entorpecer el funcionamiento cotidiano de la ciudad y embrollar una eventual evacuación de la población, de los servicios, de la industria y de las autoridades gubernamentales. Para fines de julio, los alemanes habían recorrido casi dos tercios de la distancia entre Brest y Moscú, esperando recorrer el último tercio a la misma velocidad que habían logrado en los otros dos, de modo que una campaña de bombardeo de desgaste no tenía ningún sentido contra una ciudad que esperaban capturar con sus fuerzas de tierra dentro de pocas semanas.

La directiva, firmada por Hitler, que ordenaba la “Operación Barbarroja”, encomendaba a la “Wehrmacht” la misión de destruir las principales fuerzas militares rusas mediante “atrevidas operaciones, a través de movimientos rápidos, profundos hacia delante, de las cuñas de tanques.” Para mediados de julio, esa tarea parecía conseguida y la debacle del Ejército Rojo era de tal magnitud que nadie, en su sano juicio, podía esperar que el desenlace de la campaña fuera otra cosa que la total victoria alemana sobre la Unión Soviética. Para la segunda quincena de julio de 1941, más de 70 divisiones rusas habían sido aplastadas, empujadas alrededor de 400 kilómetros detrás de su propia frontera, dispersadas en los bosques o tomadas prisioneras. Los distritos militares soviéticos del Oeste, del Báltico y del Noroeste desaparecieron casi del todo, incluso tras recibir el refuerzo de 60 divisiones frescas que llegaron al campo de batalla desde el inicio de la campaña hasta mediados de julio y que, al igual que la mayoría de sus camaradas, huyeron o se dispersaron a la primera señal de lucha real. La mayoría de las poderosas fortificaciones defensivas soviéticas, levantadas con tanto esfuerzo en los años ’30, fueron abandonadas, al punto de que los alemanes casi ni se dieron cuenta de su existencia, salvo en Minsk, uno de los pocos puntos donde hubo dura lucha y donde los alemanes tuvieron que adoptar formación de combate, en vez del desfile que habían protagonizado durante gran parte del trayecto recorrido.

Para el 11 de julio, los frentes Noroeste, Oeste y Suroeste del “RKKA” habían perdido 11.700 tanques, 19.000 cañones y morteros, alrededor de 1.000.000 de armas de infantería, con un conteo de 749.000 bajas, contra 64.000 bajas alemanas, en términos de personal, y 503 tanques alemanes dañados más allá de reparación. Si agregamos la pérdida de 21 cañones de asalto “Stug III” y 92 tanquetas “Panzer I”, la proporción entre las pérdidas alemanas y rusas en tanques es de 1 a 19, mientras que, en personal, es de 1 a 12.

Los comandantes alemanes ya preparaban sus uniformes de gala para el desfile de la victoria en Leningrado y en Moscú. Hitler ya hacía cálculos sobre cómo alimentar Alemania con el trigo ucraniano y abastecer sus tanques con el petróleo del Cáucaso. La URSS podía ser salvada sólo con un milagro, que seguramente los ateos comunistas no iban a pedir, o mediante una gran estupidez de Hitler. La estupidez o, mejor dicho, una serie de estupideces, de parte de Hitler, evitaron la victoria total de Alemania en 1941.

En la fotografía, Hitler aparece acompañado del coronel Werner Mölders (izquierda), célebre “as” de la “Luftwaffe”; el mariscal Wilhelm Keitel (centro), jefe del Estado Mayor que coordinaba a todas las Fuerzas Armadas (“Wehrmacht”) del “Reich”; y del mariscal Hermann Göring (izquierda), Comandante en Jefe de la aviación germana. La imagen fue capturada en el “cubil del lobo”, el cuartel general usado por Hitler en Rastenburg, Prusia Oriental, para dirigir la guerra.


 

Etiquetas: ,

sábado, 9 de julio de 2016

Hace 100 años. 10 de julio de 1916. Primera Guerra Mundial



Hace 100 años
10 de julio de 1916
Primera Guerra Mundial

El Ejército Británico carga, por estos días iniciales de julio, con el mayor peso de la Batalla del Somme. Es apoyado por unidades francesas, pero casi todo el esfuerzo de Francia está comprometido en la otra gran batalla del Frente Occidental, que se desarrolla en Verdún. Fueron muchos quienes esperaron que Verdún o el Somme significaran un resultado decisivo. A la larga, sin embargo, sólo serán carnicerías que costarán miles de hombres en ambos bandos, con un avance insignificante por parte de los atacantes.

En el Frente Oriental, los rusos presionan las líneas alemanas, durante la llamada Batalla de Baranovichi. A pesar de estar en franca inferioridad numérica, los alemanes mantienen el terreno y rechazan a los rusos, que sufren grandes pérdidas. Un poco más al sur, el general Alexei Brusilov prosigue cosechando éxitos en la que será recordada como la ofensiva mejor planificada y ejecutada, de cuantas planteó el Ejército del Zar durante la guerra. Sin embargo, el avance hacia el corazón de Hungría, sin un apoyo similar en el flanco norte, aumenta los riesgos de los atacantes rusos, que podrían sufrir una sorpresa desagradable si a los alemanes se les ocurre rodearlos por el este.

El 9 de julio de 1916, llega hasta Baltimore, Maryland, Estados Unidos, el submarino mercante alemán “Deutschland”. Se trataba del submarino más grande construido hasta la fecha. La nave había dejado Bremerhaven 16 días antes, hacia donde regresó el 2 de agosto. Era operado por la línea mercante alemana “Norddeutscher Lloyd”. Fue uno de los siete submarinos de la clase U-151 que fueron construidos y uno de los dos que fue usado como mercante. Sólo realizó dos viajes comerciales; el segundo, en noviembre de 1916, nuevamente a Estados Unidos. Cuando la guerra submarina sin restricciones aumentó las tensiones diplomáticas con los norteamericanos, el alto mando alemán requisó la nave para uso militar. El “Deutschland” pasó a ser designado como “U-155” y operó como submarino de crucero, capaz de realizar patrullas a largas distancias, armado con seis tubos de torpedo y dos piezas de artillería en cubierta.

El “Deutschland”, al igual que su gemelo, el “Bremen”, fue construido con el propósito de burlar el bloqueo británico. El primer viaje del “Deutschland” fue un éxito. Llegó hasta Estados Unidos con 125 toneladas de muy cotizados tintes químicos, que se podían vender en varios cientos de dólares por libra. Llevaba también algunos medicamentos producidos por los alemanes, especialmente el “Salvarsan”, que había resultado muy efectivo para el tratamiento de la sífilis, así como piedras preciosas y correo. Su carga estaba avaluada en 1,5 millones de dólares aproximadamente. Regresó a Alemania con varias toneladas de materias primas muy importantes para el esfuerzo bélico alemán, como níquel, estaño y caucho, todo avaluado en casi 18 millones de dólares, equivalente a varias veces el costo de construcción de la nave. Los tripulantes, partiendo por el capitán Paul König, fueron tratados como celebridades en Estados Unidos y sus dos travesías fueron celebradas y calificadas como espectaculares por la prensa. Eran una muestra de la inventiva y la vanguardia tecnológica, características de la ingeniería alemana. Era indudable el golpe propagandístico favorable para los alemanes, sin embargo, era difícil que unos cuantos ingenios tecnológicos sumergibles fueran capaces de atenuar los terribles efectos del bloqueo naval anglo-francés.

Desde el mismo inicio de la guerra, Gran Bretaña usó su poderosa marina para presionar a los Imperios Centrales mediante la escasez de alimentos y materias primas para su industria. La “Royal Navy” bloqueaba la entrada del Mar del Norte y del Canal de la Mancha. Un bloqueo similar era mantenido en el Adriático, contra Austria-Hungría, por parte de Francia, con ayuda británica y, a partir de 1915, con asistencia también de la “Regia Marina” Italiana. Cuando el Imperio Turco-Otomano y Bulgaria entraron en la guerra apoyando a los Imperios Centrales, también fueron sometidos a bloqueo. En principio, el tránsito quedaba abierto para las naves que enarbolaran banderas neutrales; sin embargo, a medida que la guerra se alargaba, Gran Bretaña fue ampliando las listas de productos considerados contrabando de guerra, de modo que, a partir de inicios de 1915, casi todas las materias primas destinadas a los Imperios Centrales eran requisadas. La política británica de bloqueo enturbió las relaciones con los neutrales, en especial, Estados Unidos, ferviente defensor de la libertad irrestricta para el comercio marítimo.

Alemania y Austria-Hungría eran economías ricas y altamente industrializadas, de modo que pudieron desarrollar o adaptar sustitutos para algunas materias primas críticas. Para Chile, el caso más conocido fue el perfeccionamiento del salitre sintético, cuyo uso generalizado terminó dando al traste con el lucrativo negocio del “oro blanco”, que tanto dinero había generado y que tan mal había sido aprovechado para generar una estructura duradera de desarrollo. Pero una cosa era encontrar un reemplazo químico para un componente de explosivos y otra muy distinta era alimentar a la población y a los ejércitos en campaña.

Resulta curioso constatar que, hasta antes de la guerra, ni Alemania, ni el Imperio Austrohúngaro dependían de alimentos importados. En teoría, por tanto, debieron ser capaces de alimentar a su ejército y su población, sin importar lo que hiciera o dejara de hacer la “Royal Navy” frente a sus costas, pero una mezcla de malos manejos, malas cosechas y falta de salitre (que era usado como fertilizante, además de ser usado para fabricar explosivos), empeoró la situación alimentaria de las dos potencias germánicas hasta mucho más allá de lo esperado. Para el invierno de 1916, la desnutrición empezó a hacerse común entre la población alemana, mientras que la escasez causó disturbios en algunas áreas de Austria y degeneró en abierta hambruna a veces. El deseo de revancha, así como la necesidad de disputar el dominio franco-británico de los mares, empujaron al gobierno del Káiser a reponer la guerra submarina sin restricciones, cuyo costo en vidas civiles enajenó toda la simpatía que pudiera quedar en Estados Unidos hacia Alemania, que terminaría declarando la guerra al “Reich” en abril de 1917. A la larga, la guerra submarina irrestricta acabó sumando un poderoso enemigo a Alemania y, lejos de amainar, el bloqueo y sus efectos se hicieron más agudos.

Abajo, una postal conmemorativa del arribo del “Deutschland” a Baltimore, acompañado del remolcador “Timmins”. La tripulación alemana disfruta del momento, alineada sobre la cubierta. A la izquierda, una foto del capitán Paul König.


http://cdn.ghostsofdc.org/wp-content/uploads/sites/3/2013/09/27210954/5731433326_e5b5d8aeff_b.jpg
 

Etiquetas: ,