domingo, 31 de enero de 2016

Hace 100 años. 31 de enero de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
31 de enero de 1916
Primera Guerra Mundial

Los Imperios Centrales prosiguen su avance en lo que ya son los movimientos de cierre de su campaña contra Serbia y Montenegro. El 25 de enero de 1916, el Ejército Austrohúngaro ocupa San Giovanni di Medua, en Albania, nación teóricamente neutral, que fue utilizada por todos los beligerantes como campo de batalla.

El 27 de enero, la nueva legislación que establece la conscripción obligatoria en Gran Bretaña termina su proceso de aprobación en el Parlamento. Por millones, los británicos darán su vida en los campos de batalla, especialmente en Europa Occidental, codo a codo con los franceses y belgas, donde estarán cuatro años frenando a los alemanes y, en lo posible, intentando empujarlos de vuelta. Será necesaria la conscripción obligatoria, el aporte de casi todas las nacionalidades del Imperio y, al final, la entrada de Estados Unidos en la lucha para vencer a la porfiada Alemania y a sus aliados.

El 29 de enero, se produce un ataque de dirigibles alemanes sobre París. La niebla y la gran altura a la que volaba el atacante dificultan el trabajo del armamento antiaéreo y de los aviones encargados de la defensa de la capital francesa, aunque también dificultan un bombardeo preciso. El ataque deja un saldo de 7 muertos y 22 heridos. En general, los aviones y la artillería de tierra están todavía en desventaja frente al “zeppelín”, que será superado tecnológicamente a medida que pasen los meses y se produzcan las necesarias mejoras técnicas.

El 31 de enero, se produce un nuevo bombardeo, pero esta vez sobre Inglaterra. Por la distancia que debían recorrer las naves, se pensaba que el extremo oeste de Inglaterra estaba a salvo de los ataques. Ese día, sin embargo, se probaría que no era así. Nueve dirigibles habían dejado esa madrugada sus bases en Friedrichshaven y Lowenthal, un número inusualmente alto. Recorrer el territorio inglés por todo lo ancho y ubicar el blanco no era una tarea fácil. Podía lograrse a medias combinando los cálculos y la observación, siempre que las nubes dejaban algún claro que permitiera mirar hacia tierra; no obstante, dar con el objetivo era complicado, como pudieron comprobarlo el comandante del “L21”, “Kapitänleutnant” Max Dietrich, y los infortunados habitantes de Wednesbury, un pueblito que Dietrich bombardeó, confundiéndolo con la gran ciudad-puerto inglesa del Mar de Irlanda.

Ya eran las 9 de la noche cuando Dietrich llamó a su tripulación a los puestos de combate. Luego de ser preparadas, empezaron a caer las bombas incendiarias y de alto poder explosivo sobre el área de la “King Street”. En el número 14 de esa calle, vivía una tal Sra. Smith, que decidió salir a la calle, para ver lo que estaba pasando. Antes de saber bien lo que ocurría, las bombas empezaron a caer cerca de ella, así que corrió de vuelta a su hogar, sólo para encontrarlo reducida a escombros y a toda su familia fallecida: su marido, Joseph; su hija Nellie, de 13 años; su hijo Thomas, de 11, y su hija Ina, de 7, cuyo cuerpecito fue hallado recién al día siguiente, sobre el techo de una fábrica cercana.

Luego de soltar sus bombas sobre lo que Dietrich pensó era Liverpool, fijó el curso de vuelta a Alemania. Poco después de la medianoche, llegó sobre Wednesbury el “L19”, comandado por el Teniente-Capitán Loewe, quien había cometido los mismos errores de navegación que Dietrich y además había llegado más tarde, debido a problemas con los motores. Al ver el fuego causado por las bombas de Dietrich, estuvo seguro de haber alcanzado Liverpool. Su ataque no produjo mayores daños y no dejó tampoco víctimas, aunque seguramente aumentó la ansiedad que ya sentían los habitantes de Wednesbury y, en general, de toda Inglaterra, que habían visto cómo nueve dirigibles alemanes habían cruzado todo el país sin que ningún avión británico o arma antiaérea fueran capaces de entorpecer su tarea.

Fue la última misión del “L19”, que siguió sufriendo desperfectos en el motor y quedó al alcance de las armas de tierra. Cuando enfrentaba Holanda, fue derribado sobre la aguas del Mar del Norte. Un pesquero inglés, el “King Stephen”, dio con la tripulación, aferrada a los restos del dirigible, flotando aún sobre el agua. El patrón habló con los alemanes, pero no se atrevió a embarcarlos, temeroso de que intentaran hacerse con la embarcación y lo hicieran terminar prisionero en Alemania. Partió a buscar algún navío de la “Royal Navy”, pero ya era tarde cuando llegó a puerto.

En cuanto al “L21”, fue derribado en llamas en noviembre de 1916, cuando regresaba a su base, luego de otro bombardeo sobre Inglaterra. Para fines de 1916, ya los aviones “caza” y la artillería antiaérea iban cerrando la brecha tecnológica que, hasta entonces, daba ventaja a los dirigibles alemanes.

La imprecisión de los ataques de dirigibles los convertía siempre en bombardeos indiscriminados. Como se viera, la muerte horrible de la familia de la Sra. Smith, de Wednesbury no aportaba nada al esfuerzo de guerra del Káiser Guillermo y del “Reich”. Esa noche, en distintos puntos de Inglaterra, las víctimas de los “zeppelines” llegaron a totalizar 183 personas, la mayoría de las cuales eran simples civiles. La justificación de estos ataques se intentaba con el argumento de obligar al Reino Unido a distraer tiempo y recursos en la defensa de su territorio contra los bombardeos. Sin embargo, no trajeron ningún resultado decisivo, significaron un innegable crimen de guerra y generaron respuestas similares de parte de la Entente Franco-Británica, que ya tampoco se detuvo frente a la posibilidad de causar bajas civiles, como “daño colateral” a la lucha. La puerta del infierno estaba abierta y el escenario quedaba establecido para los grandes bombardeos que sufrirían muchas ciudades del mundo, sobre todo en la siguiente guerra.

Abajo, la representación artística que “Le Petit Journal” hizo del momento en que el “L19” y el “King Stephen” se encontraron en alta mar. “Le chatiment du pirate”, “el castigo del pirata”; así titula el periódico parisiense, refiriéndose al macabro destino de los tripulantes alemanes. Y abajo agrega: “Au retour d’un raid sur l’Anglaterre, le Zeppelin L-19 sombre dans la mer du Nord”, “a su regreso de un ataque sobre Inglaterra, el zeppelín L-19 se hunde en el Mar del Norte”.






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Hace 75 años. 31 de enero de 1941.Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
31 de enero de 1941
Segunda Guerra Mundial

El 30 de enero de 1941, la Fuerza del Desierto Occidental, que reúne a las tropas de la “Commonwealth” que luchan en el Norte de África, captura Derna, 150 kilómetros al oeste de Tobruk. En el “Cuerno de África”, las tropas de Gran Bretaña y de los dominios también están al ataque. El 31 de enero, la 4ª División de la India, luego de una hábil maniobra de flanqueo, captura Agordat, en Eritrea, parte del África Oriental Italiana. Como resultado de la acción, 1.000 soldados italianos y 43 piezas de artillería son capturados por las fuerzas indo-británicas.

Uno de los objetivos de la guerra que Mussolini planteó en África era unir los dos grandes bloques de colonias italianas, a través de la conquista militar de Egipto y Sudán, controlados por Gran Bretaña. Eritrea, Etiopía y la Somalia Italiana, que formaban el bloque oriental de las colonias, estuvieron muy aisladas desde el comienzo de la guerra. La pequeña fuerza naval destacada en el Mar Rojo por la “Regia Marina” nunca pudo hacer más que preocupar moderadamente a los británicos, que contaban con una supremacía naval aplastante en el área. Además de ser pocas naves y contar con pocos recursos en general, las unidades navales italianas siempre estaban cortas de combustible, lo que era una característica generalizada en todas las fuerzas armadas italianas, pero que se agudizaba en el África Oriental, por el bloqueo a que estaban sometidas las posesiones italianas del área, por parte de la “Royal Navy”.

Libia, a diferencia del África Oriental, estaba mucho más cerca de Italia y sus costas enfrentaban directamente a las de la metrópoli. Sin embargo, también en el Mediterráneo Gran Bretaña tenía la iniciativa. Las unidades destacadas por los italianos en el Mediterráneo constituían una flota lo bastante grande como para preocupar a Londres, pero no lo suficiente como para arrebatar a los británicos el control de las líneas de comunicaciones, especialmente luego de que los mejores acorazados italianos fueran dañados en el ataque aéreo a su base de Tarento, en noviembre de 1940. Sólo en los períodos en que alemanes e italianos fueron capaces de presionar Malta hasta anularla como base de operaciones, pudieron los convoyes salidos de Italia llegar con seguridad hasta Libia y entregar los tan necesarios suministros y refuerzos a las tropas que se batían en el desierto. Con el correr del tiempo, la imposibilidad de reducir Malta condujo a la pérdida de la Campaña de África y de la batalla por el control del Mediterráneo.

El otro frente en que “Il Duce” intentaba, también con poco éxito, expandir su Imperio, era Grecia, donde el 29 de enero de 1941, moría uno de sus más formidables adversarios: el Primer Ministro, Ioannis Metaxas. Oficial del Ejército Helénico, Metaxas llegó al grado de teniente general antes de la Primera Guerra Mundial. Fervientemente monárquico, apoyó al Rey Constantino en su negativa de involucrar a Grecia en la Gran Guerra, de modo que siguió la suerte del monarca cuando Eleuterio Venizelos, partidario de entrar en el conflicto, se convirtió en gobernante del país, forzando al Rey Constantino a partir al exilio y, a la larga, sustituyendo el régimen monárquico por una república.

En 1936, la monarquía fue restablecida en la persona de Jorge II, hijo de Constantino. El Rey Jorge, enfrentado a un ambiente político muy polarizado y temiendo una escalada de conflictos sociales, llamó al veterano Ioannis Metaxas a formar gobierno. El 4 de agosto de 1936, apoyado por el Rey, Metaxas clausuró el Parlamento, declaró el estado de emergencia y anuló varios artículos de la Constitución para restaurar el orden. Convertido en dictadura, el nuevo sistema fue conocido como “Régimen del 4 de Agosto”, debido a la fecha en que se inició. Pronto el gobierno adoptó algunas formas y métodos de otros regímenes de fuerza de la época, basándose en ideas que podían resultar propicias para el orgullo nacional griego, como las glorias militares de Esparta, la prominencia del Imperio Bizantino en la Edad Media y el retorno a los valores tradicionales del cristianismo ortodoxo griego.

A pesar de que Constantino había sido muy cercano a Alemania en la guerra anterior, su hijo, Jorge II, siempre fue pro-británico. Metaxas hizo lo posible por mantener al país fuera de la Segunda Guerra Mundial, pero no pudo hacer más cuando Italia agredió el país en octubre de 1940. En la madrugada del 28 de ese mes, el embajador italiano presentó a Metaxas un cínico ultimátum, imposible de aceptar para cualquier nación soberana. Según algunas versiones, Metaxas replicó en francés diciendo “alors, c’est la guerre” (“entonces es la guerra”); sin embargo, la versión más popular es que lacónicamente contestó “Ohi”, “no” en griego. El 28 de octubre se convirtió en una fiesta nacional luego de la guerra, bautizada como “Día del No”, llamada así para subrayar la resolución de Metaxas y de los griegos de defender su libertad ante la agresión con que se le amenazaba.

En los siguientes meses, Grecia sufriría las consecuencias de entrar en guerra, pero, salvo en los primeros días de la invasión, la lucha contra los italianos estuvo marcada por las victorias, que se sucedieron al punto de hacer retroceder a los invasores más allá de sus puntos de partida en Albania y a ocupar la mitad meridional de ésta.

Hitler no podía tolerar que Italia, su aliada, fuera ridiculizada, de modo que ofreció la “Wehrmacht” para apoyar a los maltrechos italianos en los distintos frentes que irreflexivamente habían abierto. Poco podía hacerse respecto del África Oriental, demasiado lejos como para socorrerla. Respecto de África del Norte, envió algunas unidades a medio equipar, que luego formarían el núcleo del legendario “Afrika Korps”. Y en Grecia, la Alemania Nazi también planificó apoyar a Mussolini, una vez que pasara el invierno y los caminos montañosos de los Balcanes se hicieran practicables para los “panzer”. Metaxas, sin embargo, no llegó a ver en este mundo la invasión alemana de Grecia. En la segunda quincena de enero de 1941, un cuadro de flemón faríngeo empeoró hasta convertirse en una bacteriemia que le costó la vida el 29 de enero de 1941.

Alcanzada Grecia por la guerra, el “Régimen del 4 de Agosto” fue destruido por la invasión alemana de abril de 1941, que llevaría la esvástica sobre el Partenón. Sin duda, los monárquicos griegos echarían de menos el liderazgo de Metaxas en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando Grecia se convirtió  en uno de los primeros campos de batalla de la Guerra Fría, empeñada entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

En la fotografía, Metaxas (segundo, de izquierda a derecha) asiste a una reunión del Consejo de Guerra Anglo-Británico, acompañado del Rey Jorge y del general Alexandros Papagos.




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domingo, 24 de enero de 2016

Hace 100 años. 24 de enero de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años
24 de enero de 1916
Primera Guerra Mundial

Las negociaciones para llegar a un armisticio entre Austria y Montenegro fracasan. Montenegro intentaba obtener condiciones dignas de paz, pero la respuesta austrohúngara es tajante: rendición incondicional y desarme de las tropas montenegrinas, además de la ocupación militar por tiempo indefinido. El pequeño Reino de Montenegro no tiene, sin embargo, recursos para enfrentar al Imperio Austrohúngaro y sus aliados. El 22, los austriacos capturan Antivari y, el 23, entran en Podgoritza. Ese mismo 23, los austriacos ocupan Scutari, en Albania, cerrando el cerco sobre los acosados montenegrinos, cuyas fuerzas están al borde del agotamiento.

El 22 de enero, Rumania abre negociaciones con Rusia para entrar en la guerra como aliada de la Entente. El Rey Fernando I de Rumania pertenecía a la Casa de Hohenzollern, la dinastía imperial reinante en Alemania, de modo que habría preferido mantenerse al margen de la contienda, tal como lo hizo cuanto se produjo el estallido en 1914, a pesar de que un tratado obligaba a Rumania a luchar al lado de Austria-Hungría, en caso de que ésta fuera atacada. Como, en rigor, Austria no fue atacada por Serbia, sino que fue más bien al revés, Rumania declaró que permanecería neutral, a la espera del desarrollo de los acontecimientos. En los meses siguientes de 1916, Rumania decidiría si el premio prometido por las potencias de la Entente valía lo suficiente como para entrar en la carnicería.

El 24 de enero de 1916, la Cámara de los Comunes aprueba la primera Ley de Servicio Militar compulsorio en la historia británica. Hasta el momento, Gran Bretaña había confiado en los voluntarios para completar los cuadros de su pequeño y aguerrido, pero diezmado, ejército profesional. Para 1916, el antiguo ejército había dejado prácticamente de existir en la carnicería del Frente Occidental, pero no se había llegado a las cuotas de reclutamiento voluntario, necesarias para responder a la enorme demanda de recursos humanos que suponían los muchos frentes en que estaba comprometido el “Royal Army”.

La ley de enero de 1916 entraría en vigencia en marzo y determinaba que todos los varones entre 18 y 41 años podían ser llamados al Ejército, a no ser que fueran casados, viudos con hijos, ministros de culto, miembros de la Marina o estuvieran trabajando en algunas ocupaciones reservadas, consideradas lo bastante cruciales, como para justificar una exención. Al poco tiempo, sin embargo, con las grandes ofensivas de 1916 en el Frente Occidental, el universo de conscriptos tuvo que extenderse. Una segunda ley de conscripción, de mayo de 1916, extendió la obligación a los hombres casados y una tercera, promulgada en 1918, ampliaría el límite de edad hasta los 51 años.

Abajo, un poster informativo relacionado con el reclutamiento. Llama a los varones elegibles a no dejar para el último momento su presentación en los cuarteles o la presentación de las causales para ser eximido del servicio militar. El texto recuerda a todos que el trámite debía quedar resuelto antes del jueves 2 de marzo de 1916, cuando la ley entraba en vigor.



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Hace 75 años. 24 de enero de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años
24 de enero de 1941
Segunda Guerra Mundial

En estos días de enero de 1941, los ataques aéreos sobre Malta se intensifican y se vuelven más precisos. El 23 de enero, el portaaviones británico “HMS Illustrious” debe abandonar la zona, seriamente dañado, para recibir reparaciones en Alejandría. La “Luftwaffe” alemana, reforzada por la “Regia Marina” y por la “Regia Aeronautica” italianas, va estrechando el cerco en torno al “portaaviones imposible de hundir” que significa Malta para el Imperio Británico. De su caída o capacidad de resistir, depende la suerte de la lucha en el Mediterráneo.

El 19 de enero, Hitler y Mussolini se reúnen en el refugio alpino que el “Führer” tiene en Berchtesgaden, Baviera. En la oportunidad, Hitler ofrece ayuda a las tropas de Mussolini que soportan la contraofensiva británica en África del Norte. La ayuda les vendrá muy bien a los italianos, que pierden el importante puerto de Tobruk dos días después de la reunión, a manos de las tropas de la “Commonwealth”, que prosiguen su avance en la “Operación Compass”. En el África Oriental, Italia también lo pasa mal. Sus fuerzas, aisladas y rodeadas de posesiones aliadas, reciben los ataques hacia Eritrea y la Somalia Italiana, desde Kenya y Sudán.

En Estados Unidos, se mantiene el debate entre aislacionistas e intervencionistas. El 23 de enero, el célebre piloto, Charles Lindbergh, declara ante el Congreso defendiendo la conveniencia de mantener la neutralidad en la guerra. Lindbergh obtuvo notoriedad al ser el primero en sobrevolar el Atlántico, a los mandos de su “Espíritu de San Luis”, sin escalas, en 1927. Fue siempre una de las voces más activas entre quienes se oponían a la guerra con Alemania y sus aliados.

Los hechos más notorios y también más terribles de estos días se producen en Rumania, donde ocurre el alzamiento de la “Guardia de Hierro” y el pogromo de Bucarest. Rumania fue aliada de Gran Bretaña, Francia y Rusia en la Primera Guerra Mundial. En 1918, faltos de apoyo suficiente, los rumanos sufrieron la ocupación militar de su territorio por parte de alemanes, austrohúngaros y búlgaros. Su fidelidad a la Entente les valió obtener enormes extensiones de territorio, las más importantes, desgajadas del derrotado Imperio Austrohúngaro y de Rusia, que tambaleaba en medio de la Revolución. Aunque puede considerarse que Rumania fue una de las grandes ganadoras de la Gran Guerra, sufrió las consecuencias de la Gran Depresión como todo el mundo y fue caldo de cultivo para el crecimiento de grupos políticos extremistas. A fines de la década de 1930, uno de los movimientos más influyentes era la “Legión del Arcángel Miguel”, fundada en 1927 por Corneliu Zelea Codreanu, y que mezclaba elementos del ultranacionalismo rumano, el cristianismo ortodoxo, el anticapitalismo y un rabioso antisemitismo, exacerbado por la numerosa población judía que vivía en Besarabia y Bukovina, dos regiones que Rumania arrebató a Rusia durante los años de la Revolución y de la Guerra Civil, que condujeron a la creación de la Unión Soviética.

Hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Rumania se había mantenido en la esfera de influencia francesa, al punto de permitir el escape de gran parte del Ejército Polaco a través de su territorio, luego de que nazis y comunistas invadieran traicioneramente Polonia en 1939. Sin embargo, la estrepitosa derrota de Francia en junio de 1940 dejó a Rumania (igual que a gran parte de Europa Central), entre la espada del nazismo y la pared del marxismo. La situación política internacional, así planteada, favoreció el desarrollo de movimientos extremistas, como la “Legión”, que se dio incluso el gusto de armar sus propias fuerzas paramilitares, la llamada “Guardia de Hierro”.

Confrontado con la creciente presión interna y externa, en febrero de 1938, el Rey Carol II asumió plenos poderes, suspendió la Constitución y, de hecho, se convirtió en dictador. Tras la caída de Francia, en 1940, Carol se vio huérfano de apoyos externos y decidió acercarse a Alemania, que cobró caro el ingreso de Rumania en su esfera de influencia, forzando las cosas para que tuviera que retornar gran parte de los territorios obtenidos tras el fin de la Primera Guerra Mundial a sus antiguos dueños, Hungría, Bulgaria y la Unión Soviética. Después de todo, búlgaros y húngaros habían sido aliados de Alemania ya en la guerra anterior. Rumania, en cambio, parecía más bien estar haciendo malabarismos y cambios de bando de última hora.

La pérdida de Transilvania, Bukovina, Besarabia y Dubrodja significó un gran descrédito para Carol, que fue destronado por una inestable alianza formada por los extremistas de la “Legión” y por Ion Antonescu, quien forzó a Carol a abdicar en su joven hijo, quien se convirtió en Miguel I de Rumania. Antonescu, convertido en la figura central del nuevo régimen, asumió el título de “Conducator”, en una posición parecida a la que Mussolini asumió en Italia, con la presencia formal del rey sobre su jefatura de gobierno dictatorial. Antonescu coincidía en muchas cosas con los planteamientos de la “Legión”, pero le preocupaba su tendencia a la violencia y a la precipitación. Para enero de 1941, la tensión entre los “legionarios” y Antonescu había llegado a niveles peligrosos. Luego de asegurarse el apoyo del ejército, Antonescu obtuvo el de Hitler, que también recibía presiones, especialmente desde la “SS”, para promover a la “Legión”, más extremista, al poder en Rumania. Uno de los principales puntos de desacuerdo era la manera de despojar a los judíos de sus propiedades. Mientras Antonescu buscaba un camino gradual de expropiaciones, que favoreciera al gobierno rumano, los “legionarios”, mediante su Guardia de Hierro, solían recurrir a la violencia y al terror, causando preocupación dentro y fuera de Rumania.

Hacia fines de 1940, la “Legión”, dirigida por Horia Sima (Codreanu había sido asesinado durante la dictadura del Rey Carol II), se había convencido de que, para conseguir lo que quería, debía apartar a Antonescu y, de ser necesario, también al Rey Miguel del poder. Empezaron atacando indirectamente a Antonescu por sus relaciones personales con los masones y los judíos, especialmente con su madrastra y su ex mujer, una judía con la que se casó cuando estaba en misión diplomática en París.

En las dos primeras semanas de enero de 1941, los legionarios aumentaron el nivel de propaganda antisemita y dieron discursos a todo el que quisiera oírlos, sobre sus semejanzas con el Partido Nazi y con las “SS”. En reunión sostenida el 14 de enero, Antonescu se comprometió formalmente con Hitler a participar de la invasión de la Unión Soviética, que ya estaba siendo planificada en Berlín, asegurando el apoyo alemán contra la Legión. El 19 de enero, ya de vuelta en Rumania, Antonescu suspendió una serie de cargos ocupados por militantes de la Legión, incluyendo al Ministro del Interior, los comandantes de la Policía de Seguridad y el Jefe de la Policía de Bucarest, reemplazándolos con miembros del Ejército. Los oficiales de distrito, también legionarios, fueron llamados a Bucarest a reuniones sobre economía y fueron arrestados durante el viaje.

Algunos miembros de la policía, leales a la Legión, con la ayuda de otros legionarios a los que suministraron armas, al día siguiente, tomaron el Ministerio del Interior, cuarteles de policía y otros edificios públicos. Cuando el Ejército se acercó a tomar el control de los mismos, fue repelido por la fuerza. Mientras los líderes legionarios pasaban a la clandestinidad, intentaron movilizar a las masas contra el gobierno, al que acusaban de estar aliado con los judíos y la masonería. En muchas ocasiones, arengaban a los campesinos de los campos y las villas, con declaraciones muy vagas sobre una “rebelión de los judíos”. Durante las primeras horas de la rebelión, el gobierno y los militares cedieron la iniciativa a la Legión, que desató uno de los peores pogromos del siglo XX.

Ya en la noche entre el 19 y el 20 de enero, líderes legionarios llamaron a incendiar los barrios judíos, atacar las casas y asediar las sinagogas. En ocasiones, las acciones de violencia contaban con la ayuda o, al menos, complicidad pasiva de parte de la policía, así como de estudiantes, trabajadores y delincuentes comunes que quisieran aprovecharse del caos desatado. Las sedes de la Legión se convirtieron en centros de detención y tortura, hasta donde eran llevadas familias judías completas, incluyendo niños y ancianos, para cebarse en ellos, luego de tratar de despojarlos de sus bienes. Hubo muchos asesinatos al azar, pero también ejecuciones planificadas. Fue frecuente que individuos elegidos al azar fueran torturados simplemente para diversión de los enardecidos rebeldes, en especial, algunos simpatizantes muy jóvenes de la Legión, apenas adolescentes, que se mostraron particularmente sádicos con sus víctimas.

Pocas horas antes de que la rebelión fuera sofocada, un grupo de de legionarios seleccionó 15 personas, que fueron llevadas hasta un matadero cercano, donde se les disparó. Cinco de los prisioneros, incluyendo una niña de no más de cinco años, fueron colgados de los ganchos usados por los matarifes, cuando aún vivían. Fueron torturados de manera horrible, parodiando el método en que los carniceros sacrifican el ganado, para que pueda ser consumido por los judíos observantes. El escritor Virgil Gheorghiou, testigo de los acontecimientos, escribió: “en el gran salón del matadero (…) hay ahora cuerpos humanos (…) En algunos de los cuerpos, estaba la inscripción 'kosher'. Eran cuerpos de judíos (…) Mi alma estaba manchada. Estaba avergonzado de mí mismo. Avergonzado de ser rumano, como los criminales de la Guardia de Hierro.”

En total, 125 personas fueron asesinadas. Además de las muertes, los legionarios prendieron fuego a algunas sinagogas, abusaron de quienes estaban refugiados o rindiendo culto y se ensañaron en destruir y cometer actos ofensivos con las escrituras y otros objetos sagrados. Por últimos, cientos de tiendas, talleres y hogares judíos fueron dañados. Luego de suprimir el alzamiento, el Ejército acumuló el botín que los legionarios habían robado a los judíos en más de 200 camiones, sin contar dinero y joyas.

En las primeras horas, Antonescu evitó la confrontación directa con los legionarios, pero fue concentrando tropas en Bucarest, quizá hasta estar seguro del apoyo de los militares y de la población en general, que se fue enterando de las atrocidades del pogromo. Alemania también estaba inquieta con el giro caótico que tomaban los acontecimientos, pues necesitaba el petróleo rumano para su esfuerzo bélico y el territorio rumano para amenazar a la Unión Soviética desde el sur y hacia el Mar Negro. Cuando Antonescu vio que el momento era el propicio, ordenó actuar al Ejército, que aplastó la rebelión en pocas horas y restableció la autoridad del gobierno en Bucarest. Los enfrentamientos entre los legionarios y los militares se saldaron con unos 30 soldados muertos y unas 200 bajas entre los rebeldes. Alrededor de 9.000 individuos fueron encarcelados y muchos líderes de la Legión huyeron a Alemania, incluyendo a Horia Sima, que podía contar con las simpatías de las “SS” y de Heinrich Himmler, que se las arregló incluso para hacer llegar armas a los rebeldes durante el alzamiento.

El alzamiento y el pogromo ocurridos en paralelo fueron una muestra de los horrores a los que podían llegar estos movimientos extremistas, contaminados con ideas nefastas, como el nacionalismo extremo y el antisemitismo, si se les daba la oportunidad de hacerse dueños de las calles de Europa.

Abajo, cuerpos de víctimas del pogromo de enero de 1941 yacen en el Instituto Legal Judío de Bucarest, a la espera de ser identificados, luego de ser aplastada la rebelión de la Legión.



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domingo, 17 de enero de 2016

Hace 100 años. 17 de enero de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años

17 de enero de 1916
Primera Guerra Mundial

La mayor parte de las acciones más dramáticas de estos primeros días de 1916 se concentran en los teatros de operaciones de lo que alguna vez fue el área de influencia del decadente Imperio Turco-Otomano. El 11, los rusos inician una ofensiva hacia Erzerum, en el noreste de Asia Menor y, para el 17, han avanzado también hacia Keupri-Keui. Turcos y rusos han estado intermitentemente en guerra desde hace siglos y, desde el siglo XVIII en adelante, la victoria fue casi siempre para Rusia. Esta vez, ambos imperios están en crisis, pero los turcos tienen la ventaja de contar con el estrecho apoyo de sus aliados, especialmente Alemania. Rusia, en cambio, está aislada y no hay muchas esperanzas de recibir mayor apoyo en el corto plazo, sobre todo, luego del fracaso estrepitoso de la larga y sangrienta Campaña de los Dardanelos. Rusia comete también el mismo error que los franceses y los británicos en los Dardanelos: menospreciar al enemigo, lo que siempre constituye una manera muy peligrosa de ir a la batalla.

En los altos mandos de Francia y Gran Bretaña, ruedan cabezas de generales, individualizados por los políticos como responsables de sus yerros. Es cierto que, en ocasiones, los generales dejan mucho que desear. Pero las campañas perdidas en Serbia y en los estrechos son parte de un sinfín de promesas que Londres, París y Moscú hicieron sabiendo que no podrían cumplir.

Contra la expresa voluntad del gobierno griego, la isla de Corfú es ocupada por Francia el 11 de enero. Pocos días después, empiezan a desembarcar en ella los agotados hombres del maltrecho Ejército Serbio, que no pudo evitar la caída de su patria, pero que han escapado al cautiverio y pueden luchar otro día. El 15, el Rey Pedro, el primero entre los refugiados, llega a Edipsos, también en Grecia, mientras que su gobierno arriba a Brindisi, en Italia. Tendrán que esperar hasta el decisivo año de 1918 para entrar todos de nuevo en su capital, Belgrado.

Junto con Serbia, ha caído Montenegro, el minúsculo estado balcánico enclavado en las montañas que miran hacia el Adriático. Ha seguido la suerte de su aliada, Serbia, con la que incluso estaba negociando un proceso de unificación antes de la guerra, que no había concluido, en parte, por las indefiniciones en cuanto a las funciones y privilegios que les cabrían a las casas reales de cada uno de los dos estados. El Rey Nicolás de Montenegro parte al exilio, igual que su colega serbio; a diferencia de Pedro, sin embargo, Nicolás no volverá a ocupar el trono en lo que quedara de su vida.

Montenegro entró en la Gran Guerra corto de recursos para la lucha. Había ocupado mucho de sus reservas en las dos Guerras Balcánicas (1912 y 1913), al igual que el resto de las naciones balcánicas, pero su pequeño tamaño y escasa población hacían que la escasez se sintiera más todavía. No tenía suficiente comida, ni armamento para su ejército, de modo que dependió desde el principio de la ayuda que pudiera recibir de Serbia, que tampoco nadaba en la abundancia, y de las tres grandes potencias de la Entente, que no siempre podían cumplir las promesas que hacían. Los suministros y los préstamos enviados desde Francia y Gran Bretaña se entregaron a Montenegro a través de Serbia y según el criterio que ésta estableciera. Además, buena parte de las tropas montenegrinas fueron puestas bajo el mando serbio, aunque nominalmente el Rey Nicolás era su comandante supremo. Desde el principio, se notó que Montenegro era el socio menor en la alianza con Serbia y, tanto Londres, como París, favorecieron la influencia serbia. Hay que señalar, en todo caso, que la población montenegrina, en una proporción considerable, miraba con buenos ojos la fusión con Serbia.

Considerando sus escasos recursos, el pequeño Ejército de Montenegro superó todas las expectativas que pudieron haberse cifrado en él. Siempre que se requirió su concurso, las tropas del pequeño estado lucharon con distinción y, cuando se acercaba el final de la campaña, protegieron gallardamente la retirada de cuantiosas tropas serbias, que se retiraban hacia Albania a través de su territorio. Para el 9 de enero, ya sin el apoyo de Serbia, que se había derrumbado, la resistencia de Montenegro se volvió imposible. El Rey Nicolás y su gobierno decidieron entrar en negociaciones de paz con Austria-Hungría el día 11. Al tiempo que mandaba un telegrama a Francisco José, pidiendo condiciones dignas de paz, Nicolás enviaba un mensaje a su tocayo de San Petersburgo, el Zar de Rusia, tratando de explicar las críticas condiciones que le obligaban a negociar una paz por separado, intentando que Rusia no retirase el tradicional patronazgo que había ejercido sobre el pequeño reino en los decenios previos a la Gran Guerra.

La respuesta de Viena fue categórica: rendición incondicional. El comportamiento del Rey Nicolás y de su gobierno fue ambiguo, atrapado entre las vicisitudes de la guerra y la preocupación por prolongar la existencia independiente de su país y su dinastía. Las negociaciones con Austria no lograron mucho y cayeron muy mal en la Entente, que recordaría el episodio cuando, en 1918, impusiera las condiciones de paz. El alto mando, posiblemente violentado por la posibilidad de someterse a una rendición, planteó ordenar una última defensa en Scutari y, si las condiciones se complicaban, seguir a los serbios y a sus otros aliados en la retirada general. Pero las órdenes también dejaban abierta la puerta para que los soldados sencillamente abandonaran las armas. Al final, el ejército se desintegró, tanto como su gobierno, que terminó marchando al exilio, salvo por tres ministros y por el príncipe Mirko, hijo de Nicolás, que permaneció en el país.

En la fotografía, soldados montenegrinos rindiendo sus armas, al final de la campaña. La imagen, impresa en alemán, es posiblemente una pieza de propaganda alemana o austrohúngara.





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Hace 75 años. 17 de enero de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años

17 de enero de 1941
Segunda Guerra Mundial

A pesar de las pérdidas sufridas, la “Luftwaffe” alemana sigue dominando los aires de Europa. Incluso sobre las Islas Británicas, donde ha dejado escapar una victoria decisiva, el 11 de enero, Londres sufre otro bombardeo. Una de las bombas traspasa el pavimento y llega hasta una de las estaciones de metro que sirven de refugio a los londinenses, dejando un saldo de 57 muertos y 69 heridos. El 13, Plymouth sufre un intenso ataque. El 16, la aviación alemana ataca Valetta, la capital de Malta, y vuelve a causar daño al portaaviones “HMS Illustrious”, enviado a cooperar en la defensa de la asediada isla. Donde sea que los aviones alemanes se hagan presentes, inclinan la balanza a su favor. Sin embargo, a medida que Alemania se compromete en más frentes, es más difícil mantener una supremacía aérea decisiva.

El 15, unidades nacionalistas chinas se enfrentan a tropas comunistas, obligando a estas últimas a desarmarse. Ambos bandos, que llevaban años luchando enfrentados en una guerra civil, habían resuelto poner sus diferencias de lado y enfrentar juntos la amenaza común que suponía el imperialismo japonés. Este episodio muestra que su rivalidad era muy intensa y que afloraría a la primera oportunidad, como quedaría demostrado al acabar la guerra con Japón en 1945.

El 14 de enero de 1941, Victor de Laveleye, ex Ministro de Justicia de Bélgica, encargado de las emisiones belgas de habla francesa de la BBC, sugirió que los belgas usaran la “V” como emblema de la resistencia contra los alemanes. La letra era la inicial compartida de “victory”, en inglés, y “victoire”, en francés, para “victoria”, y de “vrijheid”, “libertad” en neerlandés. En su alocución radial, De Laveleye afirmaba que el enemigo, al ver esta señal infinitamente repetida, se sentirá siempre acosado por multitud de ciudadanos, al acecho de un momento de debilidad para lanzarse sobre ellos. Además del signo practicado con los dedos índice y mayor, a las pocas semanas, los rayados con la “V de Victoria” abundaban en las paredes de casas y edificios de Bélgica, Holanda y Francia.

El éxito de la iniciativa animó a la BBC a implementar todo un plan en torno a la “V de Victoria”, a cargo de del editor Douglas Ritchie. Ritchie propuso una “V” sonora utilizando el código Morse de tres puntos y una línea, produciéndose una entradilla muy parecida a las cuatro notas iniciales de la Quinta Sinfonía de Beethoven, que fue usada para introducir los programas de la BBC en lengua extranjera, dirigida al público que la escuchaba clandestinamente en la Europa oprimida por la tiránica bota nazi. Era toda una ironía que la “Quinta” haya sido compuesta por un alemán, además de asociarse tradicionalmente con la idea del destino golpeando a la puerta con cuatro golpes que, en este caso, era el llamado del destino fatal del “III Reich”, por supuesto.

Para mediados de 1941, el símbolo de la “V” se había vuelto globalmente reconocido como símbolo de la esperanza de liberar Europa y derrotar al nazismo. Es posible que la imagen asociada de manera más automática con la “V” sean los dedos de Winston Churchill, quien solía hacerla con su “puro” en las manos o recién habiéndolo dejado.

En la fotografía, el Primer Ministro británico saluda con el signo de la “V”. Al principio, hubo ocasiones en que Churchill hizo el saludo con el dorso de la mano hacia fuera, una forma que tenía un significado insultante entre las clases populares. Una vez que le hubieron explicado esta sutileza al aristocrático Jefe de Gobierno, siempre se cuidó de hacer el saludo con la palma de la mano hacia fuera.





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domingo, 10 de enero de 2016

Hace 75 años. 10 de enero de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años

10 de enero de 1941
Segunda Guerra Mundial


El 10 de enero de 1941, en Moscú, es firmado el Acuerdo Germano-Soviético de Fronteras y Comercio. El acuerdo es firmado por Vyacheslav Molotov, Comisario de Asuntos Exteriores, en nombre de la Unión Soviética, y por el embajador alemán Friedrich Werner von Schulenburg, quien sería ejecutado algunos años después por su participación en el complot que, en 1944, intentó asesinar a Hitler y sustituir a los nazis mediante un golpe de estado. A mediados del año 1941 que recién empezaba, las dos tiranías totalitarias estarían en guerra. Ambas llevaban años preparándose para ese momento y afilando el puñal que clavarían en la espalda del “aliado” de ocasión.

El mismo 10 de enero en que nazis y comunistas firman su acuerdo, el Congreso de Estados Unidos inicia la tramitación de la “Ley para Promover la Defensa de los Estados Unidos”, más conocida como “Ley de Préstamo y Arriendo”. Entraría en vigencia en marzo de 1941 y autorizaría al gobierno federal a prestar ayudar material y financiera a las naciones cuya defensa se consideraba esencial para la seguridad de Estados Unidos: en primer lugar, Gran Bretaña, los dominios de la “Commonwealth”, la Francia Libre y China. Luego de junio de 1941, la Unión Soviética también se convertiría en beneficiaria de la ayuda norteamericana. Era el primer paso abierto para abandonar la pretensión de neutralidad norteamericana. El aislacionismo recibía un duro golpe.

La acción militar se concentra en el Mediterráneo en estos primeros días de enero. Los griegos siguen penetrando en territorio del Protectorado Albanés, defendido por las tropas italianas, que ya habían sido muy golpeadas en las acciones de fines de 1940. De simple derrota, la campaña en los Balcanes empieza a convertirse en desastre para Italia, que pronto tendrá que pedir la asistencia de Alemania para evitar la pérdida de Albania y hasta incluso la amenaza a las fronteras italianas.

Las tropas de “Il Duce” también sufren en África del Norte. El 3 de enero, el puerto libio de Bardia es fuertemente bombardeado por aviones y unidades navales británicas. Para el día 5, tropas australianas de la “Fuerza del Desierto Occidental” conquistan Bardia y capturan 45.000 prisioneros italianos. El día 7, las vanguardias británicas y de la “Commonwealth” han conseguido avanzar casi 100 kilómetros más, y están a las puertas de Tobruk, el importante puerto fortaleza de Cirenaica.

El 10, sin embargo, ocurre un hecho preocupante para los británicos, cuando el portaaviones “HMS Illustrious” es sensiblemente dañado por aviones alemanes. Aparentemente el dominio de los aires sobre el Mediterráneo lo tiene Alemania, al menos, por el momento.

En el Mediterráneo se empeña una estrategia ya estrenada en la guerra anterior. Es la estrategia de la periferia. Como no es posible para Alemania dañar decisivamente a Gran Bretaña y ésta tampoco tiene la fuerza de hacer lo propio en el territorio alemán, los contendientes intentan perjudicarse en la periferia de Europa y la más importante de esas periferias es el Mediterráneo, que conecta el centro del Imperio Británico con sus colonias, especialmente la India. Tres son los puntos clave para mantener abierto el flujo de comunicaciones entre Londres y la India: Gibraltar, Malta y el Canal de Suez. El primero nunca fue amenazado realmente, desde el momento en que el general Franco se negó a entrar en la guerra al lado de Hitler. El último estuvo cerca de ser amenazado por Rommel y su “Afrika Korps”. Mientras que Malta, el centro y engranaje del despliegue naval británico en la zona, empezaba en 1941 el mayor de sus calvarios, soportando un despiadado asedio ítalo-germano por aire y por mar. Siempre que el Eje conseguía mantener la presión sobre la isla de Malta, los británicos estarían en apuros en el Mediterráneo. Al revés; cuando Alemania concentraba sus esfuerzos en otros frentes, sobre todo en Rusia, la “Royal Navy” y la “Royal Air Force” ganaban libertad para acosar a los convoyes alemanes e italianos que cruzaban el mar para llevar suministros a sus tropas africanas. Empezaba uno de los duelos más memorables de la Segunda Guerra Mundial…

En la fotografía, un aspecto de la cubierta de vuelo del “Illustrious”, dañada por las bombas lanzadas por los “Stuka” alemanes que lo atacaron el 10 de enero. Además de los considerables daños materiales, los ataques mataron 126 marinos e hirieron a 91. Diez cazas “Fairey Fulmar” y diez torpederos “Fairey Swordfish” se perdieron durante la lucha.

Imagen tomada de http://ww2-weapons.com/War-Diary/1941/01/pictures/WW2-Chronology-260-px800.jpg

http://ww2-weapons.com/War-Diary/1941/01/pictures/WW2-Chronology-260-px800.jpg


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Hace 100 años. 10 de enero de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años

10 de enero de 1916
Primera Guerra Mundial

El 4 de enero de 1916, se produce un primer intento de relevar a las tropas de la “Commonwealth” asediadas por los turcos en Kut, Mesopotamia. Desde el principio, resulta claro que la lucha en Kut será larga y sangrienta. En el Creciente Fértil y en el Mediterráneo Oriental, británicos y franceses han cometido dos errores que les costarán caro: subestimar a los turcos y suponer que las batallas en tierra pueden ser ganadas sólo teniendo el dominio de los mares.

El 6 de enero, la “Royal Navy” pierde el acorazado “HMS King Edward VII”. Había sido comisionado en 1905, de modo que pasó rápidamente a la obsolescencia cuando, al año siguiente, fue puesto en servicio el “HMS Dreadnought”, cuyo diseño marcó la pauta de la guerra naval hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. En el que sería su último viaje, el “King Edward VII”, yendo hacia Belfast para recibir mantenimiento, impactó una mina frente a las costas de Escocia, donde había sido plantada por un crucero auxiliar alemán. Por fortuna para los británicos, sólo sufrieron la baja de un marinero, que se accidentó fatalmente en las labores de evacuación. El resto de la tripulación llegó segura hasta tierra.

En los días 6 y 7 de enero, se produce la evacuación de las tropas de la Entente desplegadas en Cabo Helles. Con esta evacuación, termina la Campaña de Gallípoli. Los estrechos que unen el Mar Negro y el Mediterráneo seguirán bajo el control del Imperio Otomano hasta el final de la guerra, negando a Rusia la posibilidad de recibir suministros suficientes desde Francia y Gran Bretaña.

El 10 de enero, los gobiernos de la Entente informan a Grecia de su intención de evacuar hacia la isla de Corfú lo que queda del maltrecho Ejército Serbio, acorralado entre el mar y sus enemigos perseguidores, en la estrecha franja de territorio que aún sostienen precariamente de lo que alguna vez fueron los reinos de Serbia y Montenegro. A pesar de la negativa oficial del gobierno griego a recibir un ejército extranjero armado en una de sus islas, Grecia no podía hacer mucho para impedir que tropas de la Entente ocuparan el lugar, cosa que ocurrió al día siguiente.

La evacuación de los restos del Ejército Serbio y la impotencia de los franco-británicos para impedir la invasión de Serbia dieron a los Imperios Centrales su primera gran victoria estratégica durante la guerra. Alemania y Austria-Hungría habían conseguido un gran logro diplomático al atraer a Bulgaria a su alianza. Con los búlgaros de su lado, resultaba mucho más fácil invadir Serbia, que sería atacada desde el norte y el este al mismo tiempo por las fuerzas combinadas de tres potentes ejércitos. Los franceses y británicos habían hecho acto de presencia desde el sur, en Salónica, donde habían desembarcado tropas sin el total consentimiento de Grecia, dueña del territorio. Sin embargo, la Entente estaba muy comprometida en Gallípoli, donde también veían acercarse el espectro de una desastrosa derrota, que se concretó justamente entre los últimos días de diciembre y los primeros días de enero.

Con el final de la campaña serbia, terminaba la primera parte de uno de los dramas dominantes de la Gran Guerra. Es necesario recordar que la Primera Guerra Mundial estalló a partir de un conflicto que enfrentaba a Serbia, por un lado, y al Imperio Austrohúngaro, por el otro, quienes terminaron arrastrando a la guerra a sus respectivos aliados. Para los serbios, el único consuelo fue poder evacuar a tiempo su gobierno y los restos de su ejército, negando a Viena la satisfacción de obtener una ceremonia de rendición. Pero, en general, la guerra fue muy costosa para el país. Al empezar la guerra, Serbia pudo movilizar más de 400.000 hombres; cuando acabara el conflicto, en 1918, sus fuerzas armadas superarían apenas los 100.000 efectivos. Entre civiles y militares, Serbia sufrió más de1.000.000 de bajas, es decir, una cuarta parte de su población de antes del conflicto. Además de los soldados caídos en batalla, la población civil había sido golpeada en 1915 por la peor epidemia de tifus registrada en la historia y, en 1917, ya bajo ocupación militar de sus enemigos, fue alcanzada por la pandemia de influenza española. El hambre, las privaciones de tiempos de guerra y las violencias hicieron su aporte para aumentar las bajas. Sin duda, Serbia pagó un alto tributo a su independencia y deseo de libertad.

En la fotografía, una columna de tropas serbias retirándose hacia Albania, en algún momento de fines de 1915 o enero de 1916.



 http://vignette3.wikia.nocookie.net/central-victory/images/f/fb/Serbian_retreat_WWI.jpg/revision/latest?cb=20150113033846



 

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domingo, 3 de enero de 2016

Hace 100 años. 3 de enero de 1916. Primera Guerra Mundial

Hace 100 años

3 de enero de 1916
Primera Guerra Mundial

El “Daily Telegraph” del 3 de enero de 1916 se hace eco del drama de miles de refugiados serbios, para los que pide caritativa ayuda. También recoge otros incidentes, como la voladura del crucero acorazado “HMS Natal”, que había sido destruido por una explosión interna mientras estaba en la bahía de Cromarty, Reino Unido, causando la muerte de casi 400 personas, contando muchos civiles que estaban a bordo, invitados por el comandante para una fiesta.

El 28 de diciembre de 1915, los mandos de la Entente ordenan la retirada de lo queda de las fuerzas expedicionarias de Gallípoli. La campaña en los estrechos se cierra con una derrota, que se complementará, dentro de poco, con la caída de Serbia, que pende de un hilo, acosada desde todos los frentes por Alemania, Bulgaria y Austria-Hungría, que empujan a su heroico ejército hacia el mar, donde sus restos serán evacuados hacia Grecia, para luchar otro día contra sus enemigos.

La orden de retirada desde Gallípoli y la inminente caída de Serbia apenas son mitigadas por la presencia de tropas anglo-francesas en Salónica, toleradas a regañadientes por Grecia, que no acaba de resolver sus contradicciones en torno a la guerra y terminará cayendo en un conflicto civil larvado antes de apoyar abiertamente la causa de la Entente, de la mano del ex Primer Ministro, Eleuterio Venizelos. Estos últimos días de 1915 y primeros de 1916, son los más difíciles para las fuerzas de la Entente en Europa del Sudeste. Apenas iniciado el nuevo año, el 1 de enero, el Rey Pedro I de Serbia se suma a los miles de serbios evacuados que llegan a Salónica. La huida del monarca es un reconocimiento de que la campaña serbia está perdida y de que las tropas en Salónica poco pueden hacer para evitarlo. Con todo, los alemanes tendrán que tolerar la presencia de sus enemigos en Grecia y, cuando la situación empeore para el “Deutsches Reich”, desde Salónica vendrá uno de los golpes decisivos para el Imperio Austrohúngaro.

Lo que podríamos llamar frentes periféricos son escenario de algunos éxitos inesperados para los Imperios Centrales. En general, el Imperio Colonial de Alemania es indefendible, dada la enorme superioridad de la “Royal Navy”, reforzada por las marinas francesa, rusa, japonesa y, desde 1915, italiana. Salvo por Estados Unidos, todas las grandes potencias navales están en guerra con los alemanes, que no tienen manera de auxiliar a sus colonias desde la metrópoli. Aún así, algunos jefes intrépidos se las han arreglado para prolongar la resistencia de algunas colonias alemanas, como Paul von Lettow-Vorbeck, que obliga a las fuerzas de la Entente a distraer considerables recursos en intentar, sin éxito, conquistar el África Oriental Alemana.

En el Medio Oriente, los turcos, subestimados por los británicos, han iniciado una contraofensiva que empuja a las fuerzas de la “Commonwealth” a quedar encerradas en la ciudad-fortaleza de Kut, en Mesopotamia. Ya es humillante que los ejércitos de Su Majestad Británica sean acorralados por los turcos, que hace muchos decenios no consiguen victorias militares importantes. Además del efecto sobre la moral, una rendición de Kut podría desestabilizar todo el Medio Oriente contra Gran Bretaña, que necesita controlarlo para conectar sus dominios europeos y africanos con la India.

En el Mediterráneo Oriental, Londres y París finalmente se rinden ante la evidencia de que la Campaña de Gallípoli es un fracaso y simplemente no tienen suficientes hombres y recursos para decidir a su favor todos los teatros de operaciones, que se multiplican alarmantemente en una guerra que, a cada día que pasa, merece más y más el calificativo de “mundial”. Por eso, 1916 será un año en que, tanto la Entente como los Imperios Centrales, volverán a concentrar sus esfuerzos en los dos frentes principales europeos, donde ambos bandos saben que se decidirá la contienda al final del día. Por el momento, el Frente Oriental termina 1915 con los austro-alemanes muy adentro del territorio ruso, con un balance general largamente favorable para las dos potencias germánicas, que han obligado a las fuerzas del Zar a batirse en retirada durante varios meses. En el Frente Occidental, la línea de trincheras se ha estabilizado y las ofensivas de uno y otro bando no han estado ni cerca de romper el empate. 1916 verá esfuerzos logísticos inéditos para intentar cambiar esa situación.

En la imagen, una tarjeta de felicitación del Año Nuevo de 1916, con un texto en alemán y una cinta que entrelaza los colores patrios del Segundo Imperio Alemán y Austria-Hungría.




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Hace 75 años. 3 de enero de 1941. Segunda Guerra Mundial

Hace 75 años

3 de enero de 1941
Segunda Guerra Mundial

En África y en los Balcanes es donde se aprecian los movimientos de tropas más importantes de los últimos días de 1940. En ambos frentes, las tropas italianas sufren severas derrotas, a manos de griegos y británicos, que anotan las primeras victorias en tierra que las tropas aliadas consiguen en la guerra. Al poco tiempo, los británicos y los griegos se verán en apuros de nuevo, pero es un antecedente importante para la política de Winston Churchill, que quiere mostrar al mundo que el Reino Unido dará la pelea al Eje siempre que tenga la oportunidad. Siguiendo la tónica, la “RAF” bombardea blancos en Alemania, con la misma convicción que usa la “Luftwaffe” para continuar los ataques aéreos sobre suelo británico.

El Imperio Británico ha pasado uno de sus años más difíciles. Para muchos analistas, la guerra sería corta y victoriosa para Gran Bretaña y Francia, que gozaban de superioridad aplastante en casi todos los aspectos materiales, partiendo por el control de las comunicaciones marítimas. Sin embargo, los líderes de Londres y París sufrieron una especie de parálisis al comienzo de la guerra, que les impidió tomar la iniciativa y sólo fueron reaccionando, siempre tarde, a las audaces movidas de los alemanes, de las que estos últimos siempre salieron fortalecidos, hasta conseguir sacar a Francia de la guerra y estar a punto de hacer lo mismo con el Imperio Británico, al que obligaron a empeñar una épica batalla aérea para mantener su independencia. Con el “Royal Army” derrotado y casi desarmado luego del desastre de la Batalla de Francia, sólo el heroísmo de un puñado de pilotos aliados evitó que el Reino Unido se sentara a la mesa de negociaciones con los nazis.

En el Mediterráneo, la posición británica no es mala. Italia está en retirada en los dos frentes donde ha atacado, pero resulta claro que el Reino Unido todavía necesita varios meses para volver a equipar tropas en cantidad y con armamento suficiente para obtener victorias decisivas, sobre todo, si cabe la posibilidad de que los italianos sean reforzados por alemanes, mucho mejor entrenados y motivados que las tropas italianas.

En el Atlántico, los últimos meses de 1940 han sido los mejores para la fuerza de submarinos alemana, que bate récords de toneladas hundidas una y otra vez. La posesión de la costa atlántica francesa, belga y holandesa da a los marinos alemanes una libertad de acción que podría inclinar la balanza de manera decisiva. Si las Islas Británicas no han sido llevadas a rendirse por inanición, ha sido sólo porque Alemania no ha tenido tiempo de construir submarinos en cantidad suficiente. El almirante Karl Dönitz, “Befehlshaber der Unterseeboote” (“Comandante de los Submarinos”) estimaba que con una flota de 300 submarinos modernos, sería capaz de ganar la Batalla del Atlántico. Sin embargo, estaba lejos de ese número de unidades al terminar 1940. De todos modos, sus capitanes se las arreglaban para inquietar a la “Royal Navy” lo suficiente como para forzar al gobierno británico a ceder una serie de bases en todo el mundo a cambio de la cesión de cincuenta antiguos destructores norteramericanos, en el llamado “Acuerdo de Destructores por Bases”, firmado en el pasado mes de septiembre.

Sólo el Oriente y el Pacífico parecen ser escenario de la indisputada supremacía británica. Desde mediados del siglo XIX, el Imperio Británico ha sido la potencia dominadora del Asia Oriental, convirtiendo el Océano Índico en un lago inglés. En el Pacífico, en tanto, ha debido coexistir con otras potencias coloniales europeas, especialmente Holanda, Francia, España, Portugal y Estados Unidos; pero la verdadera amenaza provendrá desde el Japón, que se ha preparado durante años para la gran campaña naval que consolide un gran Imperio Japonés en el Pacífico y definitivamente elimine la influencia europea sobre los pueblos asiáticos. Con sus recursos muy exigidos, el inicio de 1941 verá la presencia naval británica en el Pacífico reducida a un peligroso mínimo. No obstante, Londres contaba con unir sus escasas unidades en el área con la potente flota estadounidense del Pacífico, cuando finalmente Japón renunciara a la diplomacia y atacara a los norteamericanos. Pero el tiempo y el ataque a Pearl Harbor probarían que la estrategia británica en el extremo oriente era muy arriesgada.

Abajo, la portada del “Daily Mail” londinense del 31 de diciembre de 1940, último día del año, tomada durante el devastador ataque de la noche del 29 al 30. En el centro del humo y la destrucción, la cúpula de la Catedral de San Pablo, una imagen que se volvió icónica de la Batalla de Inglaterra.




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